El escándalo de los DNI

Hasta ayer el escándalo de las coimas de Siemens por el contrato de los DNI parecía un yacimiento arqueológico. ¿Corrupción de los 90? ¿Qué le hace una mancha más al tigre? Ni a la Justicia le interesaba, a tal punto que la causa estuvo cerrada por falta -¿o exceso?- de novedades.

Pero las precisiones que llegaron desde Washington y Munich le dieron a esta trama una desagradable actualidad. Alrededor de Siemens y sus sobornos casi toda la clase política jugará una nueva mancha venenosa.

Los Rodríguez Saá corren el mayor riesgo: las imputaciones contra el ex director de Migraciones Hugo Franco animarán a los adversarios de los puntanos hasta obligarlos a dar alguna explicación por la conducta de una figura clave de su entorno político.

Siemens señaló a Franco como receptor de aquellos sobornos. También a Carlos Menem y a Carlos Corach que están, de un modo u otro, exiliados. Franco, como Menem y Corach, se considera víctima de una patraña de la empresa, pases de facturas entre ejecutivos retirados. Pero tal vez hasta Aldo Rico termine dando explicaciones sobre por qué, en 2003, lo convirtió en diputado. Es urgente que lo haga: el carapintada acaba de recibir el bautismo progre en las aguas del kirchnerismo.

Francisco De Narváez abrió el paraguas. Ayer quiso cerciorase en Tribunales de que su entorno no está contaminado con un pasado en el que él no participó. Un riesgo cotidiano si uno es candidato del duhaldismo. En Alemania, un arrepentido confesó que durante la gestión de Eduardo Duhalde alguien propuso reflotar el proyecto de los DNI a cambio de 10 millones de dólares. Jorge Matzkin, ministro del Interior de aquella administración, niega cualquier relación con el problema y deriva hacia la Procuración del Tesoro: "El contrato estaba en esa dependencia". Pero a Narváez no lo aflige Matzkin sino algunos de sus colaboradores, peronistas que militan en Pro y que se aproximaron a su comando bonaerense. Por ellos formuló la consulta.

Para este empresario el peligro puede estar más cerca: a Néstor Kirchner lo único que le interesa del caso Siemens es encontrar a los Macri en alguno de sus pliegues. Tal vez lo logre: la empresa Itron, presidida por Mauricio, compitió contra Siemens -en una UTE con Ciccone Calcográfica y con OCA, de Alfredo Yabrán- por los DNI. Pero Franco, el padre, ordenó una retirada vertiginosa e Itron fue vendida a la multinacional alemana. Siempre se sospechó que los Macri dejaron la carrera por la presión de funcionarios menemistas sobornados por Siemens. Hasta se habló de un encuentro en el Gran Buenos Aires en el que se alertó a Franco Macri sobre el riesgo de quedar vinculado al caso Cabezas. ¿Se cobraron los Macri su paso al costado con la venta de Itron? En Siemens dicen que sí.

Kirchner anda en busca de precisiones sobre estos hechos aunque no constituyan delito alguno. Tal vez puedan ayudarlo los Ciccone: su esposa acaba de extenderles -a ellos o a sus nuevos y enigmáticos socios- el negocio de la confección de pasaportes y cédulas. Eso sí, Kirchner debería cuidarse de que no lo sorprendan mirando el jardín de al lado cuando los problemas pueden estar en el propio.

El acuerdo con Siemens establecía que el Estado pagaría menos en la medida que aumentara la demanda de DNI. Convenía, entonces, que las provincias adhirieran al convenio. La primera en hacerlo fue la de Buenos Aires durante el mandato de Duhalde. Al esposo de la Presidenta le convendría averiguar quién tramitó el acuerdo y si hubo o no algún requerimiento monetario de por medio. No le costará detectarlo: la obsesión por la fabricación de documentos tiene, en el kirchnerismo, nombre y apellido.

Tampoco la UCR se salva de algunas salpicaduras. Es cierto que Fernando de la Rúa, al firmar el Decreto 669/01, anuló el contrato con Siemens. En la cancelación fueron decisivos Rafael Bielsa, desde la Sindicatura General de la Nación (Sigen) , y el fallecido Ramón Mestre, a cargo de Interior. Los amigos de Mestre, entre ellos el actual jefe del bloque de diputados nacionales de la UCR, Oscar Aguad, siempre se enorgullecieron de esa conducta.

Durante las negociaciones previas a la cancelación ya aparecían, en aquel entonces, datos inquietantes. Un colaborador del ministro de Economía Domingo Cavallo recuerda en estos días que Mestre le mostró una lista con nombres y cifras, al parecer provista por la Policía Federal, que coincidía con la que ahora trascendió de los tribunales alemanes para identificar a los destinatarios de las coimas. CM, CC, HF. También CS, el empresario que tejió la relación de Siemens con el menemismo y que reclamó por coimas pendientes hasta 2007, año en el que por razones desconocidas recibió una fenomenal golpiza.

A pesar de aquel decreto de De la Rúa, las revelaciones de Siemens complican a un ex ministro de la Alianza que habría renunciado en marzo de 2001 y que estaba en condiciones de influir en el destino del contrato. Su identidad todavía no trascendió. Pero cobró, según el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, 660.000 dólares. En los documentos conocidos ayer la imputación es más grave: los alemanes dicen haber pagado 6 millones de dólares por un contrato que el gobierno de la Alianza terminó dando de baja. ¿Un nuevo ejemplo de la ineficacia de esa administración?

En la empresa las sospechas se orientan hacia un importante líder del radicalismo bonaerense. Elisa Carrió cree tener un Dios aparte. Tal vez sea cierto: la foto de su reconciliación con los radicales de la provincia habría sido para ella catastrófica si el escándalo de Siemens se hubiera demorado un par de semanas.