Opinión - Clara Mariño

El desafío de mi gestión será bajar la conflictividad gremial", dijo al asumir Alberto Sileoni, nuevo ministro de Educación.

La meta es modesta, pero descarnadamente realista. La Argentina es el primer país de América latina con mayor cantidad de huelgas docentes. En el período 2004-2007 hubo 400 conflictos. 

La dispersión gremial es un absurdo. En la ciudad de Buenos Aires hay que negociar con 16 sindicatos y en el Chaco con 8.

Un estudio de 46 escuelas secundarias del conurbano probó que los alumnos, en los primeros 45 días de clase, tuvieron 51% de horas libres.

Según PISA (Pruebas Internacionales de Evaluación de la OCDE), la Argentina es el caso de mayor caída global en calidad educativa en los últimos 15 años.

Un informe de la Asociación del Personal de Organismos de Control (APOC), señala que el Ministerio de Educación apenas utilizó el 22% del presupuesto 2009 destinado a mejorar la calidad de la educación.

Esta situación representa el fracaso de una creencia muy argentina: que las leyes y las palabras solucionan los problemas.

Este año, 10 provincias no cumplirán con la ley de 180 días de clase. Hablamos de ‘educación inclusiva’ y el 50% no termina la escuela secundaria, cuando en Corea lo hace el 97% de los alumnos. El 70% de los estudiantes universitarios están concentrados en carreras tradicionales -ya Juan Bautista Alberdi alertaba sobre esta distorsión hace un siglo y medio- , el 30% cambia de carrera y el 50% abandona en el primer año. Dictamos en promedio entre 4,15 y 5 horas por día contra 5,30 y 7 de Europa y 9 de Asia.

La provincia de Buenos Aires es una de las que mayor esfuerzo presupuestario realiza y es la que menos recibe en términos de recursos fiscales por habitante. Allí de cada 100 alumnos que ingresan en el Polimodal, apenas el 38% lo terminará en tiempo y forma. 

Los salarios se llevan más del 90% de los recursos. Brasil y Chile han instrumentado planes para medir la calidad de gestión educativa de las escuelas públicas y privadas.

Tanto los estados provinciales como municipios están obligados a presentar resultados. Estados Unidos y Cuba también aplican mecanismos de evaluación. Para las autoridades de Singapur la educación de calidad asegura la supervivencia del país.

En la Argentina, cualquier intento de exigir objetivos es rápidamente sofocado .La palabra mérito suena extraña y peligrosa.

No hay premios para los buenos maestros ni incentivos para la excelencia.
A pesar de nuestra gran tradición educativa -forjada en el siglo XIX - y la capacidad individual de nuestro científicos, hoy estamos más preocupados por retener a ‘ os Riquelme’ que a ‘los Milstein’.

La redistribución de la riqueza está más asociada al ‘fútbol gratis’ que a la computadora o el libro gratis.

Y ya que hemos peronizado a Obama conviene registrar su último contacto con una comunidad negra de clase media baja: "El nuevo nombre de la justicia social es la revolución educativa. El Gobierno debe proveerles igualdad de oportunidades. No aspiren a ser estrellas de rock o basquebolistas. Los quiero jueces, ingenieros y maestros".
La crisis de la educación no puede entenderse sin considerar los colapsos económicos de los últimos 25 años.

Pero no habrá cambios si la comunidad educativa se refugia más en la burocracia de sus miedos que en la innovación. Y si la dirigencia no reemplaza sus huecas apelaciones a la educación por acciones eficaces.

No hay excusas. Cuando Sarmiento asumió la presidencia, el país sufría los estragos de la guerra con Paraguay y el 71% era analfabeto. Al terminar su mandato se habían construido 900 escuelas, a la que asistían 100.000 chicos. Su poderosa idea de la educación popular se plasmaría más tarde en la ley 1.420. Fue mucho más que una ley. Fue uno de los pilares fundacionales del progreso y la movilidad social.

En una entrevista radial, el ex presidente Ricardo Lagos me decía que en el siglo del conocimiento, la educación define el crecimiento de las naciones y el concepto de igualdad.

Hoy, estamos rezagados en relación con Chile, Brasil y México, y muy lejos de Nueva Zelanda Finlandia o Japón. Corea invierte en ciencia más que todo América latina. En medio de la crisis financiera, el gobierno norteamericano presentó un plan para que en 10 años, el 80% de su fuerza laboral haya egresado de la universidad y de las instituciones terciarias.

Los países que han progresado en el último medio siglo no hicieron las cosas a las cuales nosotros adherimos con vocación suicida.

Más allá de los esfuerzos individuales y las buenas intenciones, la Argentina necesita revivir el espíritu de la 1.420, versión siglo XXI. Pero estamos entre adormecidos e impotentes.

Cambiar no depende de un ministro. Depende de un país que necesita cambiar dramáticamente su sistema de pensamiento y valores. 

Si no lo hacemos, nos convertiremos en ese personaje de 'Alicia en el país de las maravillas' que siempre daba la sensación de moverse pero siempre estaba en el mismo lugar.