Educación en los barrios populares: la esperanza es lo último que se pierde
El paso del COVID-19 puso en crisis muchos conceptos e ideas que estaban arraigadas en el imaginario popular, pero a la vez logró consolidar algunas cuestiones que parecían olvidadas y están más vivas que nunca. Una de ellas es la puesta en valor de la educación como factor de crecimiento y progreso social. Diez millones de niños, niñas y adolescentes perdieron 79 semanas de clases presenciales en Argentina, según el informe de UNESCO “Monitoreo global del cierre de escuelas causado por la pandemia de COVID-19”. El impacto negativo de esta situación se pudo constatar en la pérdida de aprendizajes básicos y a nivel psicológico y emocional. Sin embargo, el costado positivo de este proceso fue una revalorización de la educación por parte de las familias argentinas, que volvieron a pensar en la importancia de la escuela como un factor insustituible para brindarle a sus hijos e hijas las herramientas necesarias para afrontar el futuro.
Algo de esta idea aparece en los resultados de un informe publicado esta semana por Argentinos por la Educación. El mismo fue elaborado conjuntamente con la Secretaría de Integración Sociourbana del Ministerio de Desarrollo de la Nación, en base a los resultados de una encuesta realizada a 540 familias de barrios populares con hijos e hijas en la escuela primaria y secundaria a quienes se les preguntó: ¿qué esperan de la educación? Si bien el estudio no es representativo del universo total de habitantes de esos barrios, arroja interesantes resultados que confirman la importancia de la escuela como motor de desarrollo a futuro, a la vez que dejan en claro cuáles son sus demandas y expectativas.
Las familias asocian la finalización de los estudios con una mayor expectativa de conseguir trabajo.
Un 89% de las familias encuestadas responde contundentemente que sí a la pregunta de si creen que su hijo o hija tendrá más posibilidades de conseguir trabajo si termina el secundario. Esto confirma la idea de la educación como un motor de desarrollo y progreso social, demostrando que las familias valoran positivamente la finalización de los estudios de sus hijos porque consideran que los ayudará a insertarse en el mercado laboral. Otra de las preguntas vinculadas al tema es si les gustaría que sus hijos/as realicen prácticas en oficios, a lo cual el 87% responden afirmativamente. En este sentido, el estudio demuestra que las familias asocian claramente la finalización de los estudios con una mayor expectativa de conseguir trabajo.
En otro apartado se indaga acerca de la infraestructura escolar, encontrando que el 50% de las familias encuestadas considera que está en buenas condiciones y un 35% en condiciones regulares. Un 13% cree que la escuela a la que asisten sus hijos está en malas condiciones. Las mayores críticas se centran en el estado de los baños y la necesidad de más calefacción. A su vez se reclaman más aulas y espacios de recreación, entre otras demandas espontáneas. Una pregunta clave en estos tiempos es la referida al acceso a internet: de las familias encuestadas con hijos e hijas en la primaria sólo un 45% tiene conectividad en la escuela, mientras que a nivel secundaria el porcentaje aumenta a 75%. En este sentido es evidente que el Plan Juana Manso aún se encuentra lejos de cumplir su objetivo de democratizar y universalizar el acceso a internet.
Por último el informe contiene una sección donde se pregunta a las familias qué les gustaría que la escuela les enseñe a sus hijos/as. Ocupando un gran espacio en la nube de palabras aparecen las palabras: computación, inglés, arte y oficios. También se mencionan muchas otras como ecología, finanzas, RCP u oratoria. En definitiva, las familias buscan que la escuela enseñe cosas prácticas y útiles para la vida cotidiana. Pero es importante destacar que estas demandas se dan en un contexto particular en el que sólo 16 de cada 100 estudiantes llega a finalizar la secundaria en el tiempo esperado y sabiendo leer, escribir y hacer operaciones matemáticas básicas. Por lo tanto, si no resolvemos la urgente crisis de la educación, no habrá esperanza que aguante.