En 1897 el filósofo francés Emile Durkheim dio a conocer su investigación sobre el suicidio y se consagró , junto con el alemán Max Weber, en uno de los fundadores de la sociología, como método científico de investigación.

Desde entonces se convirtieron en dos clásicos y pioneros en la construcción de una metodología de análisis del comportamiento y forma de vida de distintos grupos humanos.

Sobresalieron a lo largo del siglo XX en Estados Unidos, junto con otros especialistas de gran envergadura en la materia, como Vance Packard (analista de las formas de consumo de la población y de los efectos de la publicidad en su libro “Las formas ocultas de la propaganda”) y el profesor C. Wright Mills, autor de "La imaginación sociológica". Ellos trasladaron sus conclusiones a los medios de comunicación y también ejercieron la tarea de periodistas divulgadores.

Hoy, varios escritos y trabajos publicados en diarios o en las academias universitarias procuran explicar la trascendencia de encuestas realizadas en los últimos diez años en el mencionado país.

Esos sondeos en profundidad determinaron que frente a las problemáticas económicas y sociales por las crisis financieras frecuentes, los padres norteamericanos reconocen que sus hijos tienen menos posibilidades de éxito del que tuvieron ellos. La realidad se complejizó y el futuro es más oscuro, acotando las chances de desarrollo.

Del mismo modo, arrojan que la adicción a distintas drogas peligrosas fue creciendo entre los jóvenes de la misma manera que se expandieron los suicidios entre ellos.

En otros países, con distinto pasado que el estadounidense y con otras estructuras de relación, el acto de quitarse la vida deja de ser una cuestión social para ser más personal. Es el caso de Japón, por ejemplo, donde la tasa de este tipo de muertes en los adolescentes se origina en fracasos escolares o universitarios. Es tanta la presión familiar y colectiva que sienten una frustración inmanejable.

Según el periódico Los Angeles Times, en 2017 esta problemática cobró la vida de más de 5000 hombres y 1225 mujeres de entre 15 y 24 años. Las cifras fueron avaladas por instituciones médicas. Tanto es así que el índice del suicidio juvenil parece ser el más alto desde que las autoridades gubernamentales comenzaron a recopilar esas estadísticas en 1960.

La escalada de la autodestrucción creció de manera constante durante una década, a partir del año 2000. Luego aumentó bruscamente hace tres o cuatro años según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.

En 2017, 18 de cada 100.000 hombres jóvenes de entre 15 y 19 años se quitaron la vida, frente a 13 de 100.000 en el 2000. Desde 1980, cuando la epidemia de SIDA provocó una desesperación casi masiva entre homosexuales norteamericanos, la tasa de suicidio no había sido tan alta.

Los centros dedicados a la salud pública detallaron que la probabilidad de que una persona muera por mano propia se incrementó un 33% entre 1999 y 2018. Los médicos confirman que los índices de depresión y ansiedad son mucho más frecuentes. No faltan especialistas que confirman que hay muchas razones para sospechar que la suba en el consumo de opiodes juega un papel fatal.

En definitiva, la expansión de las drogas lleva a los jóvenes sin muchas defensas psicológicas a la desesperanza. Se comprobó además, que este asunto es un 80% más elevado en en las zonas rurales que en las ciudades importantes.

Se cree que es la segunda causa principal de muerte entre los estadounidenses entre los 13 y los 34 años. Los psicólogos y docentes universitarios señalan que se evidencia una crisis de salud mental entre los adolescentes, asociadas a cuadros de depresión y angustia.

Las investigaciones no terminan de especificar los orígenes de este fenómeno trágico, pero trascendió que la tecnología digital es un elemento que facilita más el bullying y la exclusión de los más débiles.