Es normal ver la acumulación de envases plásticos provenientes del post-consumo de diferentes productos en las calles, cauces de agua o playas. En la actualidad, muchos países carecen de una legislación para el tratamiento correcto de los envases y Argentina no es la excepción. 

Aproximadamente, un 36% del plástico producido por año en el mundo es utilizado para packaging y objetos de un solo uso, como cubiertos o vasos. El 85% de ellos terminan en rellenos sanitarios o directamente fuera del circuito de manejo de residuos. Según Mirko Moscat, integrante de Taller Ecologista, a nivel global se recicla sólo el 10% del plástico usado en envases. “Pero, además, es central el hecho de que la mayor parte de este reciclaje no es real, sino que es la transformación del plástico en algo muy distinto del objeto original porque el material no conserva sus propiedades, Esto se denomina bajociclaje o infraciclaje”, explica Moscat.

El impacto ambiental del mal tratamiento de los envases, en su mayoría plásticos, se agrava dada la escala que tiene. Se calcula que ya se han producido alrededor de 9200 millones de toneladas de plástico sobre el planeta: un 32% permanece en uso, el 10% fue incinerado,  el 58% ha sido descartado en rellenos, basurales o directamente en el medio ambiente, y sólo el 8% ha recibido un tratamiento. “Sin dudas este porcentaje de reciclado está muy alejado del de otras commodities, como el papel (58%), el hierro (70%) y el acero (98%). Sobre esa baja tasa, la mayor parte no reingresa a un ciclo cerrado de producción: más del 90% genera productos de menor calidad y por lo tanto se debe elaborar un nuevo plástico virgen para mantener la demanda”, detalla Andrés Arias, investigador del CONICET y representante argentino en Naciones Unidas para el Comité Internacional de Basura Marina y Microplásticos.

Faltan normativas que legislen sobre el reciclaje de envases

En Argentina los envases representan entre un 20 y un 30% de los residuos sólidos urbanos. Casi la mitad del plástico que se maneja anualmente se destina a envases y embalajes, lo que equivale a más de 750.000 toneladas. “Si suponemos un valor optimista de tasa de reciclado del 30%, nos deja alrededor de medio millón de toneladas por año de basura plástica en formato de envases y embalajes”, calcula Arias.

Aunque según algunos índices, Argentina tiene un porcentaje mayor de reciclado que la media mundial, Arias advierte que excepto en aquellas localidades que tienen planificada la separación en origen, el acopio y el ingreso a plantas recicladoras, el plástico no reciclado termina en los rellenos sanitarios. Esto representa un alto volumen de desechos a enterrar y una pérdida de energía y recursos.

"El problema de fondo es la baja reciclabilidad de los plásticos", afirma Mirko Moscat, integrante de Taller Ecologista

Por otro lado, en el caso de un producto plástico que pueda ser adecuadamente recuperado para su reciclaje plantea diferentes complicaciones tecnológicas. “Por ejemplo, los termoplásticos pueden ser derretidos cuando son calentados y luego endurecidos y moldeados; sin embargo otras resinas sufren varios cambios cuando son calentadas y por lo tanto no pueden ser fundidas y moldeadas. Los aditivos químicos constituyen otro desafío: esta información es generalmente omitida por los productores y difícilmente recuperable de plásticos reciclados; además, muchos están listados como contaminantes persistentes por la Convención de Estocolmo”, desarrolla el investigador del CONICET.

En la misma línea, el integrante de Taller Ecologista dice que el limitado tratamiento adecuado no se debe solamente a una deficiente gestión. “El problema de fondo es la baja reciclabilidad de los plásticos. Por lo que es imprescindible considerar cómo generar menos residuos de envases priorizando otras formas de distribuir productos, como los retornables o, por ejemplo, a granel. Desarrollar envases más reciclables o compostables es también parte de la solución, pero en un segundo nivel de prioridad. Hoy es urgente innovar en cómo generar menos residuos, eliminando todo lo posible la producción de envases de un solo uso”.

En nuestro país no existe una normativa que dé solución a este problema puntual que va in crescendo año a año. La ley nacional que impone el marco general es la 25.916, que establece los presupuestos mínimos de protección ambiental para la gestión de residuos domiciliarios, pero no contiene previsiones específicas para el tratamiento de envases plásticos. La única normativa vinculada al tema puntual es la ley 27.279 que regula la gestión de los envases de productos fitosanitarios de la agroindustria. Sin embargo, según Moscat, la implementación es muy deficiente a la fecha.

Por eso, uno de los temas pendientes en el Congreso Nacional es la sanción de una normativa que prevea la responsabilidad extendida del productor (REP), que implica que los fabricantes se hagan cargo del impacto ambiental, y del costo de la recuperación y la gestión del packaging que comercializan. La REP apunta a diseñar mejoras en los sistemas de los productos de modo que tengan menor impacto ambiental en su ciclo de vida, e intenta lograr la alta utilización de materiales de calidad a través de la recolección, tratamiento y reutilización o reciclaje de manera ecológica y socialmente conveniente. 

Andrés Arias es investigador del CONICET y considera importante incluir en todos los programas educativos prácticas de sustentabilidad 

Leyes que contemplan este principio fueron sancionadas en otros países de la región como Chile, Uruguay, Colombia y Brasil. El caso paradigmático es la regulación de la Unión Europea que data de 1994 y contribuyó a implementar sistemas de recolección diferenciada eficientes, reducir la disposición final, mejorar los niveles de reciclaje y transferir parte de los costos de gestión de residuos de los municipios a las empresas. Actualmente en el Congreso Nacional hay al menos 5 proyectos con estado parlamentario que buscan regular la situación y crear presupuestos mínimos para el tratamiento de los envases mediante la REP.

Por otro lado, a la hora de establecer normativas hay que tener en cuenta a diversos actores: no sólo al Estado como regulador y las empresas fabricantes, sino también los llamados recuperadores urbanos que en muchos casos son los encargados de recoger de la vía pública los envases. “Se debe convocar al sector vinculado al reciclado, especialmente a los principales actores de los circuitos: a cartoneros y cartoneras, a las asociaciones y cooperativas que los representan; también a organizaciones ambientalistas, a los municipios, a investigadores y a los productores. Una ley REP para envases no debe ser una ley solamente de reciclaje, sino que debe crear un marco adecuado para poder avanzar además en estrategias de reducción de la generación de residuos, eliminando el uso de descartables siempre que sea factible”, explica Moscat.

Faltan normativas que legislen sobre el reciclaje de envases

Otro punto a tener en cuenta es el impacto socioeconómico que generarían este tipo de regulaciones dado que, según Moscat, la reutilización y reciclaje tienen un alto potencial de generación de puestos laborales, dado que se requieren personas para realizar educación ambiental, para clasificar materiales y para procesarlos. “También los circuitos de utilización de envases retornables tienen más trabajo asociado que el de los descartables. Por último, los sistemas de venta a granel han sido menos estudiados en ese aspecto, pero sí hay evidencias de que pueden ayudar para apoyar a pequeños productores, a privilegiar productos de cercanía, y reducir costos y precios”, expresa el integrante de Taller Ecologista.

Por otro lado, hay distintas cuestiones vinculadas a la concientización tanto de la industria como de los consumidores que deben ser transformadas mediante la implementación de políticas públicas que regulen los costos del tratamiento de basura. “Si no están, todo el mundo tiende a comportarse como si la disposición de basura fuera gratis. Aquí hay un primer mito para combatir: el proceso es costoso e involucra horas/hombre, energía y superficie de tierra. No establecer claramente este tipo de costos (sumados a los ambientales en términos de emisión de dióxido de carbono) alienta comportamientos de producción y utilización de envases desechables de un solo uso”, opina Arias. En este sentido, el especialista estima que instrumentos como tasas o impuestos son una manera de internalizar el problema. En el mismo orden, los beneficios impositivos para los procesos de recirculación ayudarían a modificar la decisión de muchas empresas que actualmente ofrecen productos en envases plásticos desechables. 

Por último, Arias destaca que no se puede soslayar el efecto a mediano plazo de la educación y alienta a incluir en todos los programas educativos las prácticas de sustentabilidad y los desafíos que enfrentamos como planeta y como especie con respecto al manejo de nuestros residuos.