Hoy en día, no es extraño encontrar plástico en la mayoría de los objetos. Desde tuppers y ropa hasta casas y autos, todo está -al menos- parcialmente hecho con este material. Cuando fue creado, se hablaba de él como un invento del futuro. Lo tenía todo: era conveniente, rentable, versátil y duradero. En poco más de 100 años, logramos re-categorizar tal invento como una plaga que podría matarnos. 

El plástico está hecho de polímeros creados sintéticamente, para lo cual se descompone petróleo crudo y se re organizan las moléculas. Lo que resultaba benéfico de esta innovación química era que a diferencia de otros elementos que no son pesados, podían ser moldeados en cualquier forma y son duraderos. 

Así es que, cuando el plástico se comenzó a crear y utilizar masivamente, creímos que no era mala idea usar este descubrimiento extremadamente perdurable para objetos que no son reutilizables. Luego de esto, se comenzaron a comercializar vasos, bolsas o hasta papeles de embalaje hechos con esa materia. Bienes que, gracias a su producción masiva, practicidad, fácil acceso y bajo precio, fueron calificados como desechos.

Así pasamos a que los productos de primera necesidad o incluso las comidas -previamente vendidos a por sistemas a granel o al peso, en los que cada cual llevaba su recipiente y canasto a la hora de la compra-, sean comercializados en envoltorios de plástico. Debido a esto es que ahora nos encontramos en una crisis que es importante remendar porque lo encontramos en las calles, playas, viviendas. Pero también lo podemos hallar en humanos y animales. No sólo este elemento está a nuestro alrededor constantemente, sino que ahora está dentro de nuestro organismo. 

Solo en Estados Unidos, los desechos de empaque son un tercio de la basura que es generada anualmente.
Solo en Estados Unidos, los desechos de empaque son un tercio de la basura que es generada anualmente.

Las cifras demuestran resultados alarmantes, los cuales deberíamos tener en cuenta para elegir con más responsabilidad cómo vivimos el día a día. Desde 1907 hemos producido aproximadamente 8.3 billones de toneladas métricas de plástico y su consumo no baja. Por el contrario, se calcula que generamos 335 millones de toneladas sólo en 2016.

El 40% se utilizan para paquetes. Sólo en Estados Unidos, los desechos de empaque son un tercio de la basura que es generada anualmente. De todos estos desperdicios, el 12% es quemado, apenas el 9% es reciclado, y el 79% no es trabajado y termina dañando al medio ambiente, mayormente en océanos. 

Si esto sigue así, se estima que para 2050 el peso del plástico en los océanos será mucho más que el de los organismos vivos en los mismos. La situación derivaría en una gran problemática que podría perjudicar directamente a los humanos, ya que construimos y somos parte de una cadena en la cual ingerimos una cantidad importante de fauna marina y estos ingieren microplásticos que acaban en nuestro cuerpo. Debemos recordar que todo a lo que nuestros alimentos sean sometidos repercute en nosotros

La consecuencia es tal que se han encontrado microplásticos hasta en la miel, la sal marina, la cerveza, el agua corriente e inclusive en el polvo doméstico. Se descubrió que un 93 % de la gente tiene BPA, una sustancia química que le da su transparencia a envases y botellas, en orina. Además, ocho de cada diez niños y casi todos los adultos en sus cuerpos tienen una cantidad mensurable de un aditivo llamado ftalatos

Es crucial cambiar nuestro estilo de vida de modo que no tengamos que elegir entre un presente fácil e inconsciente o un futuro digno y sustentable. Para esto hay que empezar a ser más responsables con nuestros hábitos de producción y consumo, y cambiar el paradigma del descarte. Esto significa reducir el uso del plástico a lo mínimo e indispensable, encontrar sustitutos biodegradables, como bio-bolsas hechas a base de productos vegetales (maíz, papa o soja) y que exista una extensión en la responsabilidad de las empresas después que el cliente haya adquirido el bien. 

Para 2050, se estima que el peso del plástico en los océanos será mucho más que el de los organismos vivos en los mismos.

Cuando decimos "ser conscientes", es esencial tener acceso a la información y fomentar las ganas de saber. En esa misma línea, es menester que seamos consumidores y productores más exigentes. Una manera de serlo es buscar mayoritariamente “empresas B”, que miden e intentan reducir su huella de carbono. Otra forma es exigir reglamentos que impidan que grandes empresas miren para otro lado con los desechos que generan.

Para impedir que el uso de estos componentes dañinos siga creciendo, se deben tomar medidas tanto políticas como personales, por ejemplo, la prohibición de la comercialización de productos de plástico de un sólo uso, utilizar shampoo sólido o emplear la práctica de llevar un envase propio reutilizable al comprar. 

El desarrollo sostenible no puede lograrse sin responsabilidad colectiva y políticas más efectivas en el tratamiento de los residuos. La mejor basura no es aquella que se recicla o reutiliza, sino la que no se genera.