La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad”. 

Aunque la salud física sigue siendo la principal preocupación en el mundo laboral, las cuestiones psicosociales y de disciplina del bienestar ganaron espacio en la atención de las compañías en los últimos años. Los índices de estrés aún son altos. 

Un estudio global publicado en 2022 por el ADP Research Institute indica que el 67% de los trabajadores experimentan situaciones de estrés en su ambiente laboral al menos una vez por semana, y 1 de cada 7 lo padece todos los días. En Argentina, el 41% respondió sufrirlo al menos dos veces por semana.  A su vez, se observó que 1 de cada 3 personas presenta un problema de salud mental a partir de los 20 años. 

Precariedad laboral y sus consecuencias 

Ante la falta de cifras e información local sobre el tema, se observó que un informe presentado este año en España indicó que cuanto mayor es el nivel de precariedad laboral, también es mayor la prevalencia de atravesar una experiencia que deteriore la propia salud mental. 

“En un mundo cada vez más precarizado, con condiciones materiales degradadas, el vínculo aparece como valor necesario para los más jóvenes”, afirmó Pablo Vommaro, investigador del Conicet.

La inestabilidad laboral, el acceso a empleos de baja calidad, y los distintos mecanismos de flexibilización que caracterizan los últimos años del mercado laboral, conforman un escenario de incertidumbre que es vivida por algunas personas como fuente de angustia, estrés o agotamiento. 

ElAuditor.info conversó con Pablo Vommaro, investigador del Conicet y doctor en Ciencias Sociales (UBA), sobre el rol que tiene la salud mental en el ámbito laboral. “La salud mental ocupa un lugar fundamental y cada vez más importante en la vida de los trabajadores”. 

A su vez, el especialista mencionó que los jóvenes valoran y exigen -cada vez más- ambientes laborales sanos, vínculos saludables, buen trato, así como también el desarrollo y despliegue pleno de sus capacidades.

Estas dimensiones -según Vommaro- cobran un lugar más importante porque estamos en un mundo dónde las subjetividades y las emociones afectivas son cada vez más relevantes.

“En un mundo cada vez más precarizado, con condiciones materiales degradadas, el vínculo aparece como valor necesario para los más jóvenes”, completó. 

Falta de datos

Según un documento de la OIT, se estima que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que cuesta a la economía mundial casi un billón de dólares.

El Informe Mundial de Salud Mental de la OMS, publicado en junio de 2022, indicó que “el trabajo incrementa problemas sociales más amplios que afectan negativamente a la salud mental, como la discriminación y la desigualdad”.

Trabajo remoto y riesgos

Lo que resultó fundamental para afrontar el contexto de encierro proporcionado en marzo de 2020, fue tomado por muchas empresas como una nueva modalidad para determinados puestos o sectores. Sin embargo, desarrollar las tareas laborales en un ambiente que muchas veces no es el adecuado y reducir al mínimo los vínculos sociales suele generar un impacto negativo.

En esta línea, Vommaro indicó que la emergencia sanitaria generó condiciones en donde se intensificó la incertidumbre. “La pandemia profundizó las condiciones de precariedad y de degradación tanto material como subjetiva”, completó. 

Salud mental en el trabajo: una preocupación creciente

Estigmatización

Pese a estas cifras, la incapacidad para ser parte del mercado laboral sólo afecta entre el 1 y 2% de las personas. La salud mental carga mucho más con el estigma social que con efectos discapacitantes reales.

La estigmatización agrava la situación inicial y aleja a las personas de una vida digna en comunidad. Por este motivo, debemos pensar por fuera de lógicas patologizantes y evitar todo mecanismo de culpabilización para lograr una inclusión plena de las personas con problemas de salud mental. 

Formalidad laboral

Tanto en la formalidad como en la informalidad, de distinta manera, se presentan situaciones que deterioran el bienestar general de las personas. Y esta situación se agrava aún más en ciertas poblaciones que experimentan procesos de precariedad e informalidad. Específicamente, hablamos de los jóvenes y mujeres, cuyas posibilidades de acceder a un empleo formal se reducen de manera drástica. 

La informalidad y precariedad son dos fenómenos que se complementan y retroalimentan. Ambas tienen que ser reconocidas como situaciones endémicas y estructurales que se extienden a una gran diversidad de trabajos y sectores productivos. Debemos aceptarlas como una de las secuelas más importantes de la crisis sanitaria de la pandemia en el mundo laboral. 

Del Instagram de fundacioneforo

Fundación Éforo impulsó una nueva mesa de conversación y de trabajo junto a especialistas y organizaciones de la sociedad civil para intercambiar datos y opiniones sobre cómo se aborda la salud mental en el ámbito laboral, principalmente, en los más jóvenes. 

A partir de estos encuentros se busca conocer las distintas problemáticas que atraviesan al mundo del trabajo y que afectan las vidas de las personas, alterando el bienestar general de la población. Por eso, ante las transformaciones que modifican al trabajo como ordenador social, hoy más que nunca se necesita incorporar al debate cómo se ve afectada la salud mental. 

Estuvieron presentes en el evento: 

  • Pablo Vommaro, investigador del Conicet y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
  • Federico Cermelo, director del Observatorio de Familias y Juventudes en la Cámara de Diputados.
  • Facundo Hernández, defensor adjunto de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de Argentina.
  • Juan Manuel Ottaviano, abogado laboralista e investigador en Fundar y CETyD.
  • María Fernanda Azcoitia, presidenta del Centro de Asistencia al Suicida (CAS).
  • Renato Brandán, licenciado en Ciencia Política, ProyectAR.
  • Federico Marchiano, psicólogo, investigador y docente UBA.  
  • María Laura Lupano, doctora en psicología e investigadora Conicet.
  • Dinka Piromalli Girado, licenciada en Psicología, coordinadora académica en el Instituto de Neurología Cognitiva (INECO).
  • Federico Recagno, presidente Fundación Éforo.
  • Carla Pitiot, vicepresidenta Fundación Éforo.
  • Fabián Méndez, coordinador general Fundación Éforo.
  • Hernán Caram, encargado de informes socioeconómicos.