La semana pasada el mundo entero quedó deslumbrado con la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París. La capital francesa fue el escenario donde más de 10 mil atletas, en representación de 206 países, fueron atravesando la ciudad y su fastuosa arquitectura a bordo de barcazas que llegaron hasta la icónica torre Eiffel. En ese trayecto no faltaron las referencias a la historia, la moda, la cultura y el arte; también tuvieron protagonismo sitios históricos como el Gran Palais de los Campos Elíseos, la Catedral de Notre Dame y el Museo del Louvre. El momento final llegó con un show de luces y una magnífica interpretación musical de Celine Dion, para dar paso a la velocista Marie-José Perec y el judoca Teddy Riner, quienes encendieron la llama olímpica en el pebetero.

Los Juegos Olímpicos tienen una larga tradición que se remonta a los tiempos de la antigua Grecia. Hacia fines del Siglo XIX fueron rescatados por Pierre de Coubertin para dar lugar a la versión moderna de este certamen internacional que este año alcanzó su edición número 33. A través de su realización se fomentan valores como la excelencia, la amistad y el respeto, representando la unión entre deporte, cultura y educación. 

Sobre esta misma idea se inspiran otras olimpíadas, menos rutilantes pero tan o más importantes: se trata de las olimpíadas científicas o académicas que –tanto a nivel nacional como internacional– llevan décadas de desarrollo, fomentando la participación de niños y jóvenes en actividades extra curriculares que les permiten profundizar su aprendizaje y despertar vocaciones científicas a edades tempranas, al mismo tiempo que implican una experiencia formativa personal y colectiva.

En nuestro país, el primero de este tipo de certámenes fue la Olimpíada Matemática Argentina, realizada en 1971. Desde aquel entonces, distintas disciplinas científicas fueron organizando competencias que estimulaban la participación de los niños y jóvenes en sus propias instituciones educativas, para luego pasar a instancias selectivas regionales y llegar al nivel nacional. Miles y miles de chicos se sumergían en el estudio de matemática, física, biología, historia, informática, química o filosofía, para conseguir avanzar en las distintas instancias de la competencia y, finalmente, llegar a representar a Argentina a nivel internacional.

La consolidación inter-institucional de estas iniciativas y la masiva participación de alumnos, familias y equipos docentes hizo que el Ministerio de Educación de la Nación creara en 1998 el Programa Nacional de Olimpíadas, para auspiciar y financiar la realización de las Olimpíadas de Ciencias Junior, Biología, Física, Química, Informática, Filosofía, Geografía e Historia. Pero el programa fue abruptamente interrumpido con la llegada de Javier Milei al Gobierno Nacional. La senadora chubutense Edith Terenzi (UCR) presentó un pedido de informes al Gobierno indagando sobre su continuidad: la respuesta vino de parte del –en ese entonces– Jefe de Gabinete de Ministros Nicolas Posse, quien manifestó en su Informe de Gestión ante el Senado: “Nos encontramos trabajando en la revisión y reformulación de programas y actividades. Este proceso llevará un diagnóstico de dichas actividades y un posterior reordenamiento del presupuesto destinado para tal fin”.

Argentina obtuvo una medalla de plata, tres de bronce y una mención de honor en las Olimpíadas Internacionales de Matemática.

Mientras tanto, ninguna de las ocho Olimpíadas contó para este año con el apoyo y el financiamiento antes otorgado, generando innumerables inconvenientes que en muchos casos implicaron la suspensión total o parcial de las actividades. 

La preocupación por la decisión del Gobierno ya estaba presente en la comunidad educativa, pero tomó estado público cuando un grupo de seis estudiantes que clasificaron para las exigentes Olimpíadas Internacionales de Matemática estuvieron a punto de perderse el certamen tras la confirmación de la vicepresidenta Victoria Villarruel de que –por primera vez– el Senado no se haría cargo de cubrir los costos, poniendo en riesgo la participación del equipo argentino. Sin embargo los estudiantes, sus familias y docentes pusieron en marcha una colecta solidaria con la que lograron reunir los fondos necesarios para llegar a la sede del encuentro en Bath, Inglaterra. 

A pesar de la incertidumbre y las dificultades, el grupo de jóvenes tuvo una destacada actuación en la Olimpíada, regresando al país con otra coronación de gloria para Argentina: una medalla de plata, tres de bronce y una mención de honor.

El joven santacruceño Ignacio Naguil, del Colegio Nuestra Señora de Fátima de Río Gallegos, fue uno de los ganadores de la presea de bronce. Su trayectoria en los certámenes matemáticos comenzó cuando estaba en cuarto grado de la escuela primaria. Incentivado por su padre –quien es un ex-olímpico matemático– y su equipo docente, llegó a participar de la competencia en Inglaterra junto a sus demás compañeros de equipo: Felipe Klir, del ILSE, quien ganó una medalla de plata; Matías Álvarez Oviedo del Instituto Politécnico Superior General San Martín de Rosario, Santa Fe, y Emiliano Sosa, de la Unidad Académica Dante Alighieri de Campana, Buenos Aires, quienes también ganaron medallas de bronce. Lola Muriel Ruffolo, del Instituto Politécnico porteño, quien recibió una mención de honor, y Uriel Isaac Digestani, de la ORT de CABA. Ellos son algunos de los más de 50.000 jóvenes que año tras año se involucran en algunas de las olimpíadas científicas escolares.

La participación de los jóvenes en este tipo de eventos tiene un impacto significativo en su educación y desarrollo. Los inspira y motiva, orientándolos hacia carreras vinculadas a la ciencia y la tecnología. A su vez, esto les abre puertas a oportunidades educativas y profesionales, como becas y reconocimientos. 

También permiten el abordaje de problemáticas globales, fomentando la colaboración internacional, creando redes de contactos y amistades que son cruciales para enfrentar desafíos mundiales y promover la paz y la solidaridad. Al respecto, Roald Devetak, rector del Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE) manifestó que desde las instituciones educativas fomentan activamente la participación de los jóvenes en este tipo de competencias, ya que contribuyen a una formación integral de los estudiantes, permitiéndoles conocer y elegir disciplinas que les interesan, generando un espacio de trabajo conjunto en distintas áreas y poniendo en valor la cultura del esfuerzo y del trabajo.

A pesar del éxito de los jóvenes matemáticos argentinos en Inglaterra, el Gobierno mantiene su negativa a financiar y apoyar este tipo de actividades, por lo que otros equipos olímpicos deben financiar su participación en los certámenes de manera privada o apelando a la solidaridad. 

El pedido del equipo olímpico de Informática

El equipo olímpico argentino de informática está solicitando donaciones o sponsoreo para poder representar al país en la Olimpíada Internacional de Informática, a realizarse del 1 al 8 de septiembre en Egipto

Según manifiestan por redes sociales, el equipo argentino participó durante 32 años de esta competencia, pero este año es el primero con el que no cuentan con presupuesto suficiente para cubrir el costo de los pasajes. 

Sería bueno que el Gobierno reconsidere la decisión de quitar el financiamiento de las Olimpíadas científicas y reoriente sus prioridades hacia políticas educativas de este tipo, sobre todo considerando los gastos superfluos que el Presidente realizó en los 12 viajes al exterior desde su asunción o el aumento por Decreto de 700% del presupuesto para la AFI. El apoyo del Estado a las olimpíadas científicas es esencial para asegurar una educación de excelencia y preparar a Argentina para los desafíos futuros, fomentando el desarrollo científico y tecnológico del país.