No se puede hacer más lento
René Lavand, ya fallecido, acaso el mayor ilusionista argentino, a los 9 años fue atropellado por un auto y perdió la mano y parte del brazo derecho. El era diestro.
Se dedicó a la “cartomagia”. Con la destreza de una mano y grandes historias cautivaba al público siendo reconocido en varios países y también por sus pares.
Ilusionista, prestidigitador o mago, aquellos que se dedican a la realización de trucos de magia. A los ojos de los espectadores hacen aparecer y desaparecer cosas.
El ilusionista, más allá de su habilidad, debe saber engañar al público desviando su atención a través de gestos y palabras. Que miremos hacia donde él quiere para distraernos de la resolución final. Sabemos, a priori, que los magos no tienen poderes sobrehumanos. Sabemos que detrás de un resultado sorpresivo que nos fascina hay un truco. No nos engañan, pero nos ilusionan, al menos, por un rato.
Las tapas de los diarios, los noticieros y las redes sociales oscilan, en la Argentina, en los límites de dos noticias: los cuadernos de la corrupción y la situación económica.
Ambos extremos tienen su propio mal público. Por un lado, los espectadores que niegan, ya no los cuadernos, sino la evidencia acumulativa y creciente de la corrupción, que incluye un entramado que alcanza, en el Estado, a ex presidentes, ex ministros, ex jueces y funcionarios. Del lado empresarial también aportaron lo suyo (y el verbo es oportuno) dirigentes de la UAI, de la Cámara de la Construcción, CEOs de grandes empresas que terminan jugando al arrepentido dudoso. Una figura judicial que parece traer aire a las causas de corrupción.
Por otro lado, despuntan aquellos que le echan la culpa de todo a la corrupción heredada que, junto a los fenómenos meteorológicos, provocan el aumento del dólar y de la pobreza, acusando tormentas de frente, ciclones y tornados dignos del Triángulo de las Bermudas.
No se trata de un campeonato entre los soberbios y los opositores, donde negar la “propia realidad” nos hace parecer más inteligentes que el resto. “A mí no me engañan, esto es una distracción para aumentar las tarifas y ocultar la inflación”, como si solo unos pocos se dieran cuenta y los demás somos engañados porque somos tontos.
La corrupción vuelve a ser primera plana en los diarios porque hay un ex vicepresidente preso con más de 5 años de condena y por lo que van declarando los propios protagonistas, partícipes necesarios en la estafa más significativa a los ciudadanos desde el retorno de la democracia. Pero llegados a este punto debemos entender que las normas que permitieron los hechos delictivos entre funcionarios y empresarios continúan vigentes casi en su totalidad. No solo se han violado leyes, también hay instituciones, que en su debilidad normativa son susceptibles de ser saltadas nuevamente.
Los sistemas de contrataciones del Estado, con sus agujeros; los nombramientos de funcionarios que privilegian la afinidad política por sobre el mérito continúan intactos. De hecho, se siguen contratando obras y servicios por decretos que no justifican la necesidad y urgencia, lo que deja entreabierta la puerta para el negociado de contratos como se presume en el decreto que prorrogó el caso de la hidrovía.
Los organismos de control continúan atados de manos con las sogas colocadas en otras gestiones, sin que se prevean sanas modificaciones que auguren mayor transparencia. René Lavand, el ilusionista, decía, en sus actos de prestidigitación, que el truco “no se puede hacer más lento”.
Han desaparecido, delante de nuestros ojos, cientos de millones de dólares y detrás de ellos se evadieron impuestos, se adjudicaron arbitrariamente obras, se blanqueó dinero, se enriquecieron gobernantes, funcionarios y empresarios. “No fue magia” no, claro que no, pero jugaron, además, con nuestras ilusiones.
Mientras termino de escribir este artículo aviso, a quien quiera leer, que por debajo de la puerta, como por arte de magia, de la nada, me llega la factura del gas. Tampoco hay con qué taparla.
*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-CABA).