El FMI o la puerta de los leones
Por Facundo Martínez. La corrida cambiaria de la semana pasada y los 674 mil millones de pesos en Lebacs que vencen este martes, exacerban los temores del Gobierno en relación a la batalla que viene perdiendo por goleada.
La corrida cambiaria de la semana pasada y los 674 mil millones de pesos en Lebacs que vencen este martes, cuyo monto en dólares se podría estimar cerca de los 28 millones, exacerban los temores del Gobierno en relación a la batalla que viene perdiendo por goleada y que lo obligó a buscar, nada más y nada menos, que en el Fondo Monetario Internacional (FMI) una puerta de escape, con lo que ello implica.
Estamos recorriendo el único camino posible, evitando una gran crisis económica, decía a los argentinos y al mundo la semana pasada el presidente Mauricio Macri con un mensaje grabado desde la Casa Rosada, cuando anunció el inicio de las gestiones con el FMI para recibir asistencia financiera de respaldo y dejar en claro que las políticas económicas del Gobierno dependen mucho del financiamiento externo.
El anuncio no cayó bien, incluso entre algunos economistas afines al Gobierno. Las críticas al modelo y a las decisiones macroeconómicas les cayeron encima, todas juntas y el macrismo no tuvo mucho más para mostrar que su propia desazón. Sobre todo durante los días de espera en los que el ministro Nicolás Dujovne debió trasladarse a Washington para pedir, como se dice en el ámbito pugilístico, la escupidera en persona a la presidenta del FMI, la ex ministra de economía de Francia, Christine Legarde.
De todas las líneas de crédito que ofrece el FMI, la Argentina calificó para la más dura en condicionamientos: el Stand By. Algo peor para el Gobierno que aceptar esas condiciones de préstamo, sería afrontar sin este apoyo el pago de las Lebacs para los que, se sobreentiende, no tiene los dólares. Lo que se teme es que los tenedores de bonos decidan volcarse a la compra de dólares, porque esto impulsaría una nueva corrida que, sumada a la inflación disparada entre otras cosas por los tarifazos y significativo aumento del dólar de los últimos días, conformarían un combo explosivo para la macroeconomía nacional.
Muchos se preguntan cómo fue que se llegó hasta aquí. Las respuestas de los especialistas son variadas, sin embargo hay coincidencias en las responsabilidades que les caben a los máximos funcionarios del Gobierno en el área económica: el jefe de Gabinete Marcos Peña, los ministros Nicolás Dujovne y Luis Caputo y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Ellos fueron quienes a finales del año pasado anunciaron las nuevas metas de inflación para 2018. La foto de ese día puso en evidencia el final de la independencia del Banco Central y su subordinación al poder político.
La presión que los tarifazos produjeron sobre las metas de inflación y la decisión de bajar dos veces en forma consecutiva las tasas de interés por parte del Central, sumado esto a la revalorización de dólar en los Estados Unidos, terminaron de agudizar la crisis económica. Para frenar la presión sobre el dólar, el Banco Central se vio obligado a vender reservas para mantenerlo debajo de los 20 pesos. Pero la presión fue tan fuerte que fue destrozando uno a uno los diques de contención y obligando al Central a seguir vendiendo reservas.
Ya la última semana de abril, con todas las monedas del mundo retrocediendo frente al dólar pese al esfuerzo del Central que vendió 1.500 millones- el dólar trepó hasta los 20,53 pesos. Además, un fondo extranjero desarma su posición en Lebacs y prende la primera luz de alarma.
Debilitado económicamente y con la confianza de los argentinos en el modelo en franca caída, el Gobierno sufre un golpe político importante. Sus aliados radicales critican los tarifazos y el impacto que estos tienen sobre los precios y le plantean al Gobierno la necesidad de reverlos. Los sectores de oposición toman nota de la situación y, finalmente, logran la semana pasada la media sanción en la Cámara de Diputados para retrotraer mediante una ley las tarifas a los valores de 2017. El único gesto del Gobierno frente a esto es la amenaza del veto presidencial, algo que podría herir aún más la confianza.
Así se llegó a la semana pasada, que tuvo a la corrida bancaria que hizo tocar al dólar el techo de los 24,30 pesos- y a la suba de la tasa de referencia -del 27 al 40 por ciento en tres escalones, todo en no más de siete días-, como protagonistas. Una semana que concluyó con el anuncio del regreso al FMI y la misión de un alicaído Dujovne frente a una fortalecida Lagarde.
Por otra parte, la tensión que produjo la corrida de los grandes fondos hacia el dólar provocó que los pequeños ahorristas salieran a correr detrás, con intenciones de sacar sus dólares de las cajas de ahorro. Muchos se encontraron con la imposibilidad de hacerlo porque en las sucursales de sus bancos no había dólares físicos como para atender esa demanda disparada. El dólar terminó la semana cerrando por debajo de los 24 pesos, pero arrancó la semana volviendo a romper su techo para tocar los 25,50 pesos.
Lo que se teme por estas horas, y de esto ha dado cuenta incluso la prensa afín al Gobierno, es que la corrida del dólar y las condiciones de ajuste que le impondrá a la argentina el FMI -tal como este organismo hace con los países que no logran controlar su déficit fiscal y acuden a pedirle plata- terminen provocando una mayor devaluación de peso.
El caso de Grecia puede servir de ejemplo. Desde que en 2010 el FMI salió a rescate, los griegos han sufrido una pérdida del 30 por ciento de sus salarios, un incremento de la pobreza, poda en las jubilaciones, aumento de impuestos y tarifazos (Página 12, 13/4/18). En este sentido fue que en 2015, el primer ministro Alexis Tsipras calificó la conducta del FMI como criminal. Pero se sabe, el que presta quiere asegurar su dinero en países que se comprometan al máximo con los parámetros fijados para asegurar los pagos.
Justamente, entre las exigencias que podría pedir el FMI a la Argentina figuran el recorte del gasto en salarios públicos y ayuda social. Así lo expresa el organismo de crédito internacional en su artículo IV, en una especie de auditoría que realiza sobre los países miembros y que la Argentina volvió a permitir en 2016: Es esencial reducir los gastos del gobierno, especialmente en áreas donde ha aumentado muy rápidamente en los últimos años, especialmente salarios, jubilaciones y transferencias sociales.
El Gobierno hizo los primeros deberes que le asignó el fondo con esmero, cuando en 2016 le sugirió modificar la fórmula de actualización de los haberes de los jubilados.
Los más importantes diarios del mundo dieron cuenta en sus páginas del regreso de la Argentina al FMI, del que durante la presidencia de Néstor Kirchner se había prescindido en 2006 previo pago en efectivo de la deuda, cuya adquisición condicionaba el crecimiento económico del país que, dicho sea de paso, había sucumbido totalmente a finales de 2001 siguiendo cada una de sus exigencias.
Desde el Financial Times, New York Times, Washington Post a la BBC y The Guardian, de Inglaterra, hasta los diarios El País y El Mundo, de España, todos remarcaron el rechazo que los argentinos tienen frente al FMI, producto de los condicionamientos que impone este organismo. La dirección más probable será reducir el déficit de la cuenta corriente mediante la contracción de la economía, lo que por supuesto no es bueno para la mayoría de los argentinos, advierte The Guardian, y agrega: Argentina obtendrá su línea de crédito por debajo de las tasas vigentes del mercado, pero tendrá un costo. El FMI establecerá condiciones y es casi seguro que sean ‘dolorosas e impopulares’. Hay muchos lugares en el mundo donde no se ama al FMI. Pero en algunos de ellos el odio es tan visceral como en Argentina.
Si el pedido de ayuda al FMI es la historia de un fracaso, como señala El País de España, y supone el pago de un altísimo costo político para Macri, al frente de un país que durante años acusó al Fondo de estar detrás de ajustes salvajes y grandes crisis económicas, es algo que se irá viendo con el correr de los próximos días.
El Gobierno, frente a la desesperación de la crisis, decidió abrir la puerta de los leones que, en este caso, no están ‘muertos de hambre’, ni mucho menos. Y tampoco son más benévolos que antaño, aunque algunos economistas liberales entiendan que al mejor equipo económico de los últimos 50 años (Macri dixit) le vendría bien la vigilancia y auditoria del FMI para no seguir cometiendo ciertos errores.
*Sociólogo y periodista.