“En realidad, no conozco el baño de mi facultad”, le dijo una estudiante de Sociología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) a un equipo de técnicos de la Auditoría General de la Nación (AGN), pero no precisamente porque tuviera algún reparo en usar un baño público. Es que el sanitario de la sede es inaccesible para personas con movilidad reducida y la joven es discapacitada motriz. “Desde que empecé a cursar, comencé a usar pañales, porque no puedo arriesgarme a no poder ir”, señaló la alumna, que al momento del trabajo del organismo de control sólo le faltaban dos materias para recibirse.

La AGN evaluó el estado de 25 edificios que pertenecen a las distintas facultades de la UBA y del Ciclo Básico Común con respecto a las instalaciones para personas con movilidad o comunicación reducida, y comprobó el 60% de los baños es inaccesible, es decir, no cumplen con la normativa vigente en la materia; el 28% es accesible y el 12% restante es parcialmente accesible.

Con el mismo patrón de medida, se determinó que el 36% de los ascensores es inaccesible, el 52% es parcialmente accesible y el 12% es accesible. Y, entre las observaciones se destacan elevadores que no tienen las medidas necesarias para permitir el giro de una silla de ruedas ni la botonera adaptada para no videntes. “Ningún discapacitado motor puede tomar solo el ascensor”, comentó una alumna de la carrera de Filosofía, y explicó: “No sólo quedan siempre desnivelados con respecto al piso, sino que las puertas se cierran automáticamente contra las ruedas de la silla y, eventualmente, sobre las manos. Y si los ascensores no funcionan, no hay un aula en la planta baja para no perder las clases”.

En cuanto al ingreso a los edificios, el informe apunta que el 64% de las sedes es parcialmente accesible, el 28% es accesible y el 8% es inaccesible. Se encontraron rampas angostas con pendientes pronunciadas y sin el descanso correspondiente, y oficinas administrativas “laberínticas” inaccesibles para personas con sillas de ruedas. Un abogado, ex alumno y profesor de la facultad de Derecho, contó que “la biblioteca tiene un acceso de rampa que es un peligro para cualquiera. Hay un recorrido de un metro y medio para subir unos 70 centímetros, se necesita asistencia y se pierde completamente la autonomía”.

Por otro lado, el docente también apuntó que gran parte de las aulas tienen bancos completos, como los de iglesia, que van de punta a punta: “Esto dificulta la movilidad para alguien con silla de ruedas. Y la situación se agrava con otra discapacidad, por ejemplo si se tiene problemas de vista y se necesita leer los labios, o proximidad al pizarrón”.

El organismo de control anexó a su trabajo varias entrevistas a alumnos, ex alumnos y docentes de la UBA con situaciones de discapacidad. Los testimonios coinciden en manifestar una serie de dificultades que se presentan en las instalaciones de las distintas sedes. Una estudiante del CBC de Letras, discapacitada motriz afirmó: “Voy siempre al mismo baño, porque es el más cómodo, aunque no es grande como debería. Acá no tengo mucho espacio para acomodarme y tengo que dejar la puerta abierta, pero no me importa”. Para otra alumna de “filo”, sentarse en el inodoro del mejor baño de la facultad (que está en el tercer piso) es “imposible”, y detalló: “El inodoro no está a la altura de la silla, ni tiene plataforma de cemento. La única solución que encontré, después de estudiarlo mucho, fue acercar la silla lo más posible, deslizarme bien hasta el borde del asiento y, con el codo apoyado en el respaldo, orinar de frente como un varón. No sé qué haría si se me ocurriera tener un problema intestinal”.

La Auditoría completó que “ninguna Facultad ni sede del CBC cumple con el 4% de empleados con discapacidad”, un mínimo establecido en la Ley 22.431 de 1981, modificada por la 25.689 sancionada en 2002.