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Publicado: 11-08-2015

CABA.- Por Atilio A. Boron. La derecha brasileña está dispuesta a acabar con el gobierno del PT de cualquier manera. No pudo hacerlo en las urnas, aunque estuvo cerca, y ahora intenta tomar un atajo porque no desea esperar hasta las elecciones presidenciales programadas para Octubre del 2018. La génesis de la grave situación actual por la cual atraviesa Brasil es bien conocida y en un cierto sentido su situación no es muy diferente a la del caso griego. 

La presidenta Dilma Rousseff había propuesto al electorado sostener una alternativa económica postneoliberal pero el furibundo golpe de mercado que le fuera propinado al día siguiente de su victoria en el balotaje la puso de rodillas ante quienes había derrotado en las urnas. Coincidieron en su contra tremendas presiones económicas de sectores empresariales -que reclamaban un drástico ajuste para controlar la inflación, asegurar el equilibrio de las cuentas públicas y avanzar en el desguace de las empresas públicas- y una campaña de terrorismo mediático montada sobre los escándalos de corrupción que lanzó a la gran prensa, con el multimedio O Globo a la cabeza, a una verdadera cacería de brujas en contra de todo lo que tuviera algo que ver con el gobernante PT. En cuestión de horas la presidenta tuvo que anunciar su capitulación, prometer la designación de un gabinete económico aceptable para los sectores destituyentes y borrar con el codo lo que había escrito con su mano pocos días antes. Los cargos clave de la conducción económica fueron confiados al equipo del derrotado candidato Aécio Neves. No fue lo mismo que en Grecia por su metodología, pero los resultados sí lo fueron: en ambos casos la voluntad popular fue vapuleada y un durísimo plan de ajuste fue puesto en ejecución a pesar de la voluntad en contrario de la mayoría. 

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