Más allá de las campañas agresivas que se conocieron, las conglomeraciones en los puentes, los cortes de rutas, la extendida campaña ecologista que envolvió en un "clima bélico", como intentó explicar un expresidente de Uruguay, el país oriental se decidió en los últimos meses a proteger sus inversiones.

Nadie quiso esperar los resultados finales sobre si la papelera ubicada frente al río Uruguay contaminaba o no las aguas compartidas por los dos países. El Tribunal de la Haya llegó a dictaminar que si bien Uruguay cumplió sus obligaciones de informar a la Argentina, no surgían, siguiendo los acuerdos de 1975, motivos para el cese de la pastera Botnia, como pretendían varias agrupaciones en la Argentina.

Está a punto de arrancar una nueva obra de U$S 1.000 millones para concretar una nueva fábrica de celulosa, la segunda en Uruguay, y los trabajos para rehabilitar las líneas ferroviarias que estaban paralizadas hace mucho tiempo.

Fue la finlandesa UPM la que confirmó que instalará la nueva planta de celulosa. La inversión de U$S 2700 millones, incrementará en un 2% el Producto Bruto del país, promoverá  mas de 10.000 puestos de trabajo y permitirá el crecimiento de las exportaciones a un ritmo al 12% anual. La planta se levantará en Paso de los Toros, frente a la ciudad de Tacuarembó, y se agregará su producción a la que ya posee la compañía en Fray Bentos, en la frontera con Argentina.

El plan contempla alrededor de U$S 370 millones en infraestructura portuaria. El presidente de UPM declaró que "Uruguay demostró una visión de largo plazo en el desarrollo de las condiciones para atraer la inversión extranjera, construyendo las bases para su desarrollo industrial".

El gobierno de Uruguay aprovechó la oportunidad para declararle al mundo que la "inversión refuerza la imagen internacional de nuestro país en cuando a su seguridad jurídica, la estabilidad institucional, la responsabilidad y la confiabilidad, para la llegada de inversiones extranjeras".

Precisamente, es lo que le falta a la Argentina que vive clamando por nuevos capitales. Pero la "chacrita", como la llaman los mismos uruguayos, está dando el ejemplo: las leyes se cumplen, el ritmo democrático no se interrumpe ni entra en cortocircuitos, todo lo que se promete desde el poder se concreta y, por sobre todo, lo que se resuelve y firma brinda confiabilidad.

En el medio de esta euforia, en Uruguay hay conciencia de la necesidad de un ferrocarril en buen estado para llegar a los puertos desde donde se exporta la mercadería y así evitar una especie de colapso logístico. Generar todo de nuevo es un desafío. Esta propuesta de entrada de dólares y nacimiento de nuevos puestos de trabajo es comparable a las represas hidroeléctricas que se realizaron en los años setenta.

Si se amplía un poco más el plan ferroviario es muy posible que se conecte con vías todo el territorio. Igual que en la Argentina, a partir de 1870 fueron compañías inglesas las que construyeron la red ferroviaria que posibilitó el nacimiento de numerosos pueblos. Los trenes cargaban ganado en pie y montañas de cereales. Hay casi 3.000 kilómetros de vías existentes , de las que operan 1600, aproximadamente. Y aquí un detalle del estado de situación actual: solo cinco locomotoras son las que traccionan la hilera de vagones.

Al concluir la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra devolvió a Uruguay el dominio y manejo de su tránsito ferroviario, pero el país sufrió distintos colapsos económicos: ya no pudo exportar lana (porque ese producto fue reemplazado por otros de menor costo y mayor rapidez en la producción) ni gran parte de sus productos del campo. Desde entonces, más de un millón de uruguayos viven buscando mejores destino en Argentina, en Australia, en Nueva Zelanda y en otros rincones del planeta. Tal vez muchos regresen.