César Daneri: "Me sentí un turista en mi propia tierra"
Para el 30 aniversario del comienzo de la Guerra, viajó a Malvinas a capturar imágenes. Nueve años después, repasa aquel viaje, cuenta experiencias y relata cómo lo trataron los isleños. ¿Qué fue lo que más lo impactó de aquella aventura?
Publicado en el suplemento
Acciones para la Participación Ciudadana, de Diario Perfil
Fue el 30 de marzo de 2012 cuando, con su equipaje y el correspondiente bolso con su cámara de fotos, César Daneri emprendió viaje a las Islas Malvinas. Ese año se cumplían 30 desde el inicio de la Guerra. Fue en un vuelo de LAN, el único que llegaba hasta ese lugar que parece lejano. En el mismo avión iban periodistas de distintos medios y otros pasajeros. Para su sorpresa, pese al aniversario, no había ninguna comitiva nacional. A su lado, el hermano de un soldado muerto en el combate. No había otros familiares ni ex combatientes.
Salieron de Ezeiza, hicieron escala en Puntarenas, Chile. Ahí bajaron todos, pasaron por la Aduana, Migraciones y volvieron a subir al mismo avión, exactamente en los mismos asientos que habían ocupado hasta hacía un rato.
El 31 de marzo a las 14, llegaron a la base militar de Mount Pleasant. Es el momento exacto en que entró de lleno en Malvinas.
Su objetivo, como buen fotógrafo, era claro: iba a sacar la mayor cantidad de fotos posible para retratar el lugar. De hecho, a partir de las imágenes que capturó, se editó el libro Malvinas, tan lejos, tan cerca.
¿Cómo fue el viaje?
El avión venía a tope porque lleva y trae gente permanentemente. Iba una sola vez a las Islas. Ahí hay que estar, mínimo, siete días y no cuenta con gran capacidad hotelera. Iba con incertidumbre, no sabía con qué me iba a encontrar. Primero tuve un poco de miedo, porque la azafata pidió que no sacáramos fotos por la ventana porque aterrizábamos en una base militar. Lo primero que pensé fue a dónde llegué.
¿Con quién estuviste allá?
Ahí me esperaba Sebastián Socodo, uno de los argentinos que cuida el cementerio de Darwin. Los siete días me moví junto a él y a Carlos “Beto” Granado, el hermano del soldado muerto en Malvinas con el que viajé.
¿Pudiste hablar con Beto durante el vuelo?
Era un tipo muy introvertido, más bien callado. Muy buena persona. No se expresaba. Estaba un poco como yo, a la expectativa de qué iba a pasar, con qué nos íbamos a encontrar. Cuando fuimos a Darwin, se quebró.
¿Qué te pasó ahí?
El 1° de abril, fui con Beto y Sebastián. Ahí fue el sacudón. Había un sonido muy puntual en medio del silencio. Eran los rosarios que golpeaban contra las cruces. Aquel ruido, en la soledad de ese lugar descampado, fue duro, feo. Pone la piel de gallina. La segunda vez que fuimos, la sensación ya fue otra.
¿Hubo algún otro lugar donde sentiste eso?
En Monte Longdon, donde se dio el último combate, el más sangriento que tuvo la Guerra. Se me cruzó por la cabeza qué les habrá pasado a los soldados.
¿Qué fue lo más extraño que te pasó ahí?
Estuve en Monte Longdon y en Dos Hermanas, los dos lugares de conflicto. Al ir caminando, encontré un montón de objetos pertenecientes a los soldados argentinos, tales como cocinas de campaña abandonadas, borceguíes viejos, partes de municiones. Encontré latas de gaseosas y paquetes de fideos. Nadie lo toca. Los kelpers, por lo visto, no limpiaron nada. Nadie se las lleva, están ahí.
¿Sentiste hostilidad de parte de los isleños?
Continuamente se habla de la Guerra. Eso los posicionó en el mundo. Hablé con una persona que nos alquiló la camioneta para recorrer la Isla. Los kelpers dicen que después del conflicto, Malvinas avanzó respecto de lo que era, antes no los conocía nadie. Mientras los kelpers avanzaron, los argentinos retrocedimos muchos. Hace nueve generaciones que están ahí, no sé cómo se los puede convencer de que son argentinos, más allá de que vemos a las Malvinas como argentinas. Nos quieren, pero como turistas.
Sí me pasó de estar en un bar y ver que vendían una taza que de un lado tenía un mapa y en la parte de Argentina decía “mar de mierda”. Esa palabra estaba escrita en español. En Puerto Argentino, por ejemplo, hay carteles donde hablan de la soberanía inglesa. Ese lugar es bien británico.
Cuando estás ahí, sos un turista en tu propia tierra. Es tuyo, pero al mismo tiempo no. Es como el libro Casa tomada, de Julio Cortázar.
¿Te cambió la mirada sobre Malvinas haber estado ahí?
Sí, totalmente. No es lo mismo ver una película que haber estado ahí. Así, uno tiene la vivencia. Me llamó la atención que los isleños dicen que no son ni argentinos ni británicos.
¿Tenías algún vínculo previo con Malvinas?
Yo estaba en la secundaria, nada. Lo que escuchaba eran los comentarios de mis compañeros. Fue una experiencia interesante e impactante.