Ciudades resilientes y gestión local del riesgo: cuando prevenir es mejor que curar
Ante las crecientes amenazas a las que se exponen los centros urbanos, contar con estrategias que se adelanten a los efectos que pueden tener las inundaciones, sequías, emergencias sanitarias, vulnerabilidades sociales, es clave. Qué tipo de políticas deberían trabajarse y por qué desde los gobiernos comunales.
El cambio climático, la vulnerabilidad social, emergencias sanitarias, patrones de consumo poco sustentables. Las ciudades se enfrentan a desafíos cada vez más grandes. ¿Hay una gestión local del riesgo? ¿Contamos en el país con herramientas para que las ciudades sean resilientes y puedan soportar los embates de las diferentes crisis?
Cada ciudad tiene sus particularidades y está expuesta a distintos tipos de amenazas. Por su conocimiento del territorio y cercanía, los gobiernos locales son los que deben delinear políticas que se ajusten a cada una de las necesidades y las prepare para poder superar los peligros a los que estén expuestas como pueden ser inundaciones, sismos, temperaturas extremas o emergencias sanitarias.
Según un informe elaborado por CIPPEC, bajo la autoría de Alejandro Sáez Reale, María Clara Esteban y Milena Acosta, en la actualidad existen herramientas que permiten informar y robustecer el proceso de toma de decisiones: el mapeo de riesgo; el plan operativo de emergencia; el plan de reducción de riegos; y el plan de acción climática.
¿Por qué una gestión del riesgo?
“Prevenir es mejor que curar y esta máxima sin duda también aplica a la gestión local”, sostiene Alejandro Sáez Reale, coordinador de Ciudades de CIPPEC. “La nueva realidad climática que estamos viviendo, sumado a la muy alta vulnerabilidad social y muy graves carencias en términos de hábitat que existen en Argentina, hacen que las posibilidades de sufrir desastres sean cada vez más grandes. Ante esta situación, la gestión local del riesgo se vuelve clave, ya que permite a las ciudades a estar mejor preparadas para afrontar eventos extremos; ayuda a los gobiernos locales a identificar amenazas, a disminuir la vulnerabilidad frente a estas, y a reducir las pérdidas materiales y de vidas cuando un desastre ocurre”, agrega.
Además, estar preparados para hacerle frente a las diferentes situaciones de emergencia reduce el costo de la recuperación posterior sobre todo teniendo en cuenta que la frecuencia en la ocurrencia de desastres urbanos está aumentando. “En América Latina se proyectan más eventos extremos de calor, precipitaciones y sequías para los próximos años. A medida que los fenómenos climáticos se vuelvan más extremos y frecuentes, y que aparezcan nuevas amenazas como ocurrió con el COVID-19, resulta crítico contar con una estrategia para gestionar el riesgo de desastres”, asegura Sáez Reale.
Mapeo y planificación
Entre las herramientas que ayudan a los gobiernos a estar mejor preparados, el informe de CIPPEC rescata tres. En primer lugar la necesidad de contar con un mapeo del riesgo que ayude a dimensionar las amenazas, conocer su distribución espacial y comprender a quiénes afecta. “Al entender cómo se distribuye el riesgo en el territorio y dónde se concentra, resulta mucho más fácil priorizar las intervenciones que sean más costo-eficientes en términos de reducción de riesgos”, explica el referente de CIPPEC.
Luego está el plan operativo de emergencia. Se trata de una herramienta que pone el foco en el accionar cuando la emergencia está ocurriendo, es decir, quién hace qué durante un momento crítico. También el plan de reducción de riegos que traza los lineamientos futuros para reducir la vulnerabilidad de forma sistemática. Opera tanto en el corto como en el mediano y largo plazo, debe vincular el ordenamiento territorial y la planificación urbana con la reducción de los factores del riesgo, y priorizar las intervenciones que reducen el stock de vulnerabilidad de esa ciudad.
“Sabemos que los gobiernos locales con frecuencia cuentan con recursos técnicos y económicos escasos, por eso resulta crucial que las ciudades argentinas resuelvan el desacople técnico-operativo entre lo que cotidianamente se hace con lo que hay que hacer para reducir la vulnerabilidad de forma sostenida en el tiempo”, indica Sáez Reale.
Hay una cuarta herramienta mencionada en el informe que es la que está especialmente vinculada al plan de acción climática. Refiere a estrategias transversales pensadas para reducir las emisiones de efecto invernadero a nivel local y adaptarse mejor a los efectos asociados al cambio climático.
El rol del gobierno local
Los gobiernos locales ocupan un lugar clave en la gestión del riesgo de desastres ya que poseen ventajas en relación al nivel provincial y nacional como la cercanía y capacidad de comunicación con la población o el conocimiento del territorio y de las vulnerabilidades y amenazas presentes. "Son los encargados de promover el desarrollo local y ofrecen una opción real para vincular la reducción del riesgo con el desarrollo económico”, indica el especialista. Otra razón es que los impactos se producen a nivel local y muchas de las herramientas más eficaces para reducir la exposición a los peligros, como por ejemplo la normativa sobre el uso del suelo y la aplicación de los códigos de construcción, se encuentran en este nivel.
Que el rol de los gobiernos locales sea clave no significa que a nivel provincial o nacional deban desentenderse de las gestiones de riesgos. Muchas estrategias deben ser compartidas con las gestiones provinciales y nacionales. “La gestión del riesgo se juega en equipo”, sostiene Sáez Reale debido a que son justamente el gobierno provincial y federal los que tienen mayor capacidad de inversión.
Resiliencia urbana
La resiliencia urbana refiere a la capacidad de una ciudad y de sus sistemas, como instituciones, comunidades, negocios e individuos de sobrevivir, adaptarse y crecer, independientemente de las presiones y shocks que soportan.
Uno de los ejemplos de ciudades resilientes que rescata Sáez Reale es la de Santa Fe. Asegura que luego de haber sufrido graves inundaciones, la administración local impulsó la gestión del riesgo como política de Estado y desarrolló planes de contingencia, sistemas de alerta temprana y redefinió las normas de crecimiento urbano. Además, poco tiempo después de desarrollar su estrategia de resiliencia creó un área en su estructura para que sea correctamente implementada y coordinada con trabajo de comunicación hacia la ciudadanía.
“A nivel más general, toda ciudad que tenga un buen plan de arbolado, de provisión de infraestructura verde y que esté trabajando para disminuir la mortalidad ante olas de calor y de otras amenazas, está trabajando en fortalecer su resiliencia”, señala el experto en Ciudades.