El asesinato del afronorteamericano George Floyd conmovió al mundo y en todos los países se cuestionó la discriminación por el color de la piel de los ciudadanos.

El Papa Francisco también emitió una rotunda crítica a esa violencia. Indudablemente, también abarcó en su cuestionamiento a los europeos de estos días que practican violencia contra los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo para conseguir techo y trabajo. O contra los que llegan del Este y Medio Oriente.

En Estados Unidos el racismo no es innato. Es cultural. Son los padres los que trasmiten el prejuicio o el odio a sus hijos, generalmente cuando ingresan en edad escolar. Ese racismo se remonta siglos atrás, cuando todos hablaban de la preponderancia del "hombre blanco".

Pese a que Inglaterra prohibió el tráfico de esclavos ya a comienzos del siglo XIX, otros países siguieron sacándole el jugo a esa negocio.

En la Antigüedad y hasta bien entrado el 1600, la esclavitud, en general, se imponía cuando el soldado victorioso en la batalla convertía en sometido-esclavo al prisionero vencido. Era preferible la esclavitud a la muerte en manos del triunfador. Esos esclavos se convertían, con el tiempo, en muchos casos, en soldados aguerridos al servicio de las grandes potencias de la antigüedad. 

Con una distinción: los esclavos no solo eran negros, muchos también fueron blancos. Miguel de Cervantes Saavedra, por ejemplo, el autor de El Quijote fue esclavo en África unos años de su vida cuando piratas moros capturaron el barco en el que era tripulante y estuvo preso, encadenado, varios años, hasta que fue rescatado.

Los hubo, entonces, desde los comienzos de los tiempos. Fue el proceso económico el que impuso la esclavitud por motivos especulativos e institucionales. En el comienzo, en el siglo XVII, eran inmigrantes blancos europeos desocupados los que cruzaban el océano y trabajaban en la cosecha del algodón. 

Pero cuando pasó la hora de los blancos, los grandes productores del sur de las colonias americanas independizadas de Inglaterra fueron los mejores clientes de los esclavistas que le proveían la mano de obra especial y de por vida. Un esclavo como un objeto que se usa o se tira.

Los esclavistas conseguían la "mercancía" en África y tenían como cómplices a los mismos jefes de las tribus o "Reinos" que cobraban por entregar a su gente joven. Se destacaban los transportistas esclavistas holandeses. Los embarcaban en condiciones denigrantes, en el fondo del barco, encadenados con hambre y sed. 

Al llegar eran subastados al mejor postor. Un centro de recepción por un gran tiempo fue lo que es hoy la ciudad de Nueva Orleans, en un inicio posesión francesa.

Historiadores africanos aseguran que por la esclavitud y en el transcurso de varios siglos, se capturaron 100 millones de habitantes de ese continente. Hombres y mujeres. Puede ser un dato magnificado o no. No hay estadísticas de alta precisión.

Recién en la década del sesenta del siglo veinte, el gobierno de los Estados Unidos otorgó la igualdad a los descendientes de los esclavos, después de décadas de reclamos. No obstante, en los Estados del sur el racismo no fue olvidado. Hasta entonces los afroamericanos eran ciudadanos de segunda. Artistas brillantes como Louis Armstrong o la cantante Billie Holiday eran obligados a entrar por la "puerta de servicio" de hoteles o teatros donde hacían sus espectáculos.

Para "tomar aire" y no sentir humillaciones, gran cantidad de músicos y artistas de color emigraron a Europa después de la Primera Guerra Mundial. Consagraron el jazz en Francia y en el resto de Europa. Otros llegaron a ser artistas célebres, como Joséphine Baker.

Hoy por hoy los afroamericanos constituyen el 12% de la población de Estados Unidos. No obstante, según publicaciones especializadas, el conteo de muertes de personas de color imputables a policías entre 2015 y 2019 sumaron el 27% de esos casos fatales. En la mayoría se trataba de habitantes de barrios pobres y marginales.

Los Estados Unidos no están solos en estas injusticias. La esclavitud también llegó en su momento para levantar las cosechas a las islas del Caribe y a parte de América Latina. Desembarcaron en América tras el exterminio de los aborígenes. Los esclavos negros en Brasil, por ejemplo, recién fueron liberados el 13 de mayo de 1888. 

Según las declaraciones de Rafael Aleadipani, profesor de la Fundación Getulio Vargas y miembro del Foro Brasileño de Seguridad Pública, "la situación" con la gente de color en su país antes y ahora es mucho más grave que en Estados Unidos. 

Ponen como ejemplo "una política de masacre" en las operaciones policiales contra la delincuencia en Río de Janeiro. Matan a seis de ellos por día.

Según una investigación del Foro Brasileño de Seguridad Pública, casi 8 de cada 10 víctimas fatales de la policía brasileña son afrodescendientes. Afirmaron en ese estudio que aunque representan el 55% de la población del Brasil, alcanzan a ser el 75,4% de los muertos en manos de "las fuerzas del orden". 

En Estados Unidos, la policía es responsable de unas 1.000 muertes por año y en Brasil de más de 6.000. Esto lo confirma el Observatorio de la Criminalización de la Pobreza y los Movimientos Sociales de la Universidad de San Pablo, que indica que es "imposible negar el prejuicio racial en la violencia en el país".

Siguiendo las estadísticas, los blancos representan sólo el 44,2% de la población brasileña. El Estado de mayor violencia es el de Río de Janeiro. Según los expertos, gran parte de la sociedad de ese país es la que cree que "el buen bandido es el que está muerto". La contrapartida irónica: la mayor parte de los policías muertos en servicio son también afrodescendientes.

Otro país donde la violencia racista es muy generalizada es Colombia. Las fuerzas de seguridad caen con frecuencia contra activistas afrodescendientes que bregan por los derechos de las comunidades, por el ambiente y la protección de ciertos territorios. En Venezuela las estadísticas serían bastante más graves que las de Brasil, aunque no hay datos desagregados.

En la Argentina no hay ningún caso en paralelo con los comentados. Es que la comunidad negra que llegó huyendo desde Brasil desapareció peleando en las guerras de la Independencia, en la de la Triple Alianza contra Paraguay y en la pandemia de la fiebre amarilla que diezmó a sus integrantes en 1871.