Cuatro comisiones de la Cámara de Diputados dieron dictamen a la ley de etiquetado frontal de alimentos, una norma que ya fue aprobada en el Senado el año pasado. Sin embargo, ante varios legisladores que esgrimieron argumentos en contra de la iniciativa, desde la Fundación Interamericana del Corazón (FIC Argentina) publicaron un documento sobre las ventajas que trae para la salud y para la economía.

La propuesta del proyecto del etiquetado frontal es poner advertencias en los envases de los alimentos procesados y ultraprocesados. Así como se hace en productos nocivos como el cigarrillo, la idea es ofrecer información precisa a la ciudadanía sobre si algo que está por comprar tiene, por ejemplo, sal o azúcar en abundancia. De esta manera se busca reducir las tasas de sobrepeso, obesidad (actualmente en el 61,6%) y diabetes (12,7%).

Luego de cuatro horas de tratamiento en las comisiones de Diputados, el dictamen de mayoría tuvo 91 firmas y 6 disidencias, mientras que el dictamen alternativo de la legisladora Carmen Polledo obtuvo 12 firmas. 

Comercio internacional

A lo largo de la reunión se escucharon distintos argumentos en contra de algún punto de la ley que había llegado desde el Senado. Por ejemplo, el presidente de la Comisión de Salud, Pablo Yedlin pidió que la iniciativa se “armonice” con las legislaciones vigentes en el resto de los países del Mercosur para no perjudicar el comercio.

El Estado gasta más de 715 millones de dólares al año para atender enfermedades derivadas del consumo de bebidas azucaradas.

Respecto a este tipo de argumentos, FIC explicó que “el etiquetado de los alimentos que se exportan debe cumplir con los requisitos de cada país de destino”, por lo tanto el etiquetado frontal no modifica esa condición porque “el Artículo 3 del proyecto limita expresamente las obligaciones impuestas al territorio de la República Argentina”, agregaron.

Por su parte, Carmen Polledo aseguró que lo que se estaba proponiendo eran prohibiciones y censuras “como herramientas de control social propias de regímenes autoritarios”. Además consideró que “nuestros alimentos generan trabajo y producción, no son basura ni veneno. Legislemos con responsabilidad, para educar al pueblo y mejorar nuestros hábitos alimenticios”.

Sobre este tema FIC expresó que el impacto del consumo de alimentos con exceso de nutrientes críticos “no es únicamente sanitario sino además económico”, ya que en una investigación del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) se demostró que el Estado argentino gasta más de 715 millones de dólares al año en la atención de enfermedades derivadas sólo del consumo de bebidas azucaradas, mientras que en países como México, una ley similar de etiquetado los hizo ahorrar 1,8 mil millones de dólares.

"Costo hundido"

Para la Fundación el gasto de adecuar las etiquetas es un “costo hundido”, es decir uno en el que se incurre por única vez, y por esto no afectaría significativamente a las economías de estas empresas. Tampoco habría motivos para perder empleos ya que, por ejemplo en Chile, “la implementación del etiquetado no afectó la evolución del empleo, ni en la industria alimenticia en particular, ni en la industria manufacturera en general cuando se la compara con un grupo no sujeto a la norma”. 

En el proyecto se contemplan etiquetas para los productos altos en sodio, grasas saturadas, grasas totales, calorías y azúcares. Justamente, el sector azucarero fue un punto de conflicto entre legisladores porque algunos consideraban que podrían verse afectados. Sin embargo, en su documento, FIC recordó que esta industria se fue transformando en las últimas décadas a nivel local y mundial con la producción de bioetanol derivado de la azúcar de caña, como alternativa para combustibles como la nafta.

“En nuestra región, el principal productor es Brasil, de donde se estima que proviene el 91% del bioetanol producido a nivel mundial”, aclararon.

El etiquetado frontal con sellos fue pensado para informar a los consumidores sobre el contenido en exceso de nutrientes críticos. 

Por último, para FIC el etiquetado tampoco va a reducir las ventas de las empresas de alimentos ya que “está diseñado para informar a los consumidores sobre el contenido en exceso de nutrientes críticos en los alimentos con el objetivo de reducir el consumo de productos con sellos (negros octogonales), pero en su lugar promueve el aumento del consumo de alimentos sin sellos”.

Además, las empresas “podrían reformular sus productos para acercarse o ajustarse a los umbrales del perfil propuesto y reducir su cantidad de sellos”.