Cada 30 de marzo se conmemora el Día de la Reflexión y la Memoria por las Víctimas de Cromañón. La fecha se estableció en 2005 con el objetivo de tener presente los valores de los derechos humanos y concientizar y capacitar a adolescentes, jóvenes y adultos sobre prevención y nocturnidad. Este año, la Sindicatura General de la Ciudad de Buenos Aires convocó a víctimas y sobrevivientes para recodar la noche del 30 de diciembre de 2004. 

Con los planos del boliche, e información normativa sobre seguridad e higiene, los expositores explicaron las razones de la tragedia y luego, integrantes de Defensa Civil, brindaron un taller de primeros auxilios. El encargado de abrir el encuentro fue Jorge Novello, integrante de la sindicatura porteña, quien recordó que “el 30 de diciembre de 2004 fue una noche muy dolorosa para la Ciudad de Buenos Aires” y propuso “rescatar la nueva vida que se pudo rehacer a partir de ese momento”. 

“Decimos que fue una masacre y no una tragedia porque en realidad estábamos todos indefensos".

La charla comenzó con el testimonio de Oscar Filardi, víctima y sobreviviente, quien asistió al recital de Callejeros junto a su hijo y dos amigos. “Decimos que fue una masacre y no una tragedia porque en realidad estábamos todos indefensos", explicó Filardi y analizó que en muchos casos “la sociedad estigmatiza a los jóvenes, pero a los dueños de los boliches se los premia”. 

Más tarde fue el turno de Juan Lizarraga, padre de Ariana, una de las dos víctimas fatales de Beara, quien brindó algunos detalles técnicos de la noche del 30 de diciembre de 2004. Con un plano del boliche, Lizarraga mostró que las puertas de emergencia estaban cerradas y que de esa manera era imposible evacuar a todos los asistentes que superaban ampliamente la capacidad permitida del lugar. 

“Cromañón tenía una capacidad asignada de 1.031 personas. En base a eso, se le pide al lugar una capacidad de evacuación. Pero en la causa penal se descubrió que se imprimieron 3.500 entradas y después se determinó por pericias de Defensa Civil y Bomberos, que al momento de la tragedia había 5.000 personas”, detalló Lizarraga. 

Además, reveló que de 15 matafuegos que había en Cromañón, solo funcionaban dos, ya que los demás habían sido utilizados el fin de semana anterior, por un principio de incendio en otro recital. 

Por último, fue el turno de otra sobreviviente de aquella noche, Guadalupe Gutiérrez Ortiz, quien estuvo ocho días internada por intoxicación con monóxido y se refirió a su participación en la lucha por concientizar para que no vuelva a ocurrir. “Tardé mucho en conectar y 10 años después, por una visita al médico, otra vez apareció el tema Cromañón en mi vida y empecé a juntarme con personas, a acercarme a organizaciones y al final fue lo más lindo que hice, porque inicié un camino de sanación y de transformación de lo que había pasado”, reveló Ortiz. 

Antes de finalizar la jornada, los sobrevivientes devenidos en especialistas en prevención convocaron al personal de Defensa Civil de la Ciudad, quienes brindaron un taller de primeros auxilios y RCP.