En busca de la buena gobernanza: políticas públicas, Estado y ciudadanía
Las políticas públicas deben atender las complejas demandas actuales y, a través de la planificación estratégica y la agenda estatal, anticiparse a los retos venideros. Si hay un Estado comprometido, tienen la capacidad de reconfigurar el entorno y elevar la calidad de vida.
Ante el dinámico escenario del siglo XXI, el Estado debe asumir un papel crucial en la formulación de políticas públicas que atiendan a las complejas demandas actuales y a través de la planificación estratégica y la agenda estatal se anticipen a los retos venideros. En un mundo interconectado y en constante evolución, esta antigua organización política y social se erige como el arquitecto de políticas públicas que interpreten y fijen los contornos legales y de convivencia de la sociedad, en tanto deben establecer una visión estratégica que busca equilibrar el progreso económico, con el avance tecnológico, el desarrollo sostenible y la equidad social.
La tarea del Estado es compleja y necesita de profesionales y especialistas para tal fin. No puede quedar en manos de improvisados, pues debe navegar entre las corrientes de la innovación y las expectativas de la ciudadanía, garantizando que nadie quede atrás en la carrera hacia el futuro, que paradójicamente ya ha comenzado.
En diversas oportunidades hemos destacado la importancia del Estado para asegurar el bienestar de la ciudadanía, subrayando la imperiosa necesidad de una administración pública efectiva. En tal sentido cobra relevancia la gobernanza pública que se define como “el entramado de relaciones entre múltiples actores que participan en la toma de decisiones, ejecución y evaluación de asuntos públicos, un proceso marcado tanto por la competencia como por la cooperación. Este incluye entidades formales e informales (la ciudadanía y sus formas de organización) y la interacción entre ellos, que determina la calidad del sistema y su impacto en los individuos y en su conjunto” (Whittingham Munévar, 2020) / (Naser, CEPAL, 2021, p. 14), que sintéticamente refleja la esencia de una gestión estatal que promueve la calidad de vida y la participación activa de la sociedad en su desarrollo.
La educación, la salud, la justicia y la seguridad son pilares fundamentales sobre los que el Estado debe construir sus planes de acción y las columnas que sostienen el edificio de la buena gobernanza. En la era de la información y el máximo desarrollo tecnológico que el mundo ha conocido hasta el momento, la educación se convierte en una herramienta central para el empoderamiento individual y colectivo, que permita comprender los grandes cambios que, desde hace unos años la “internet de las cosas” y ahora la Inteligencia Artificial, están provocando.
En el mismo sentido la salud pública, por su parte, es un derecho inalienable que el Estado debe proteger y promover, mientras que la provisión de justicia y seguridad debe ser entendida en un sentido amplio, abarcando desde la protección e integridad física hasta la seguridad económica y social de los ciudadanos.
El Estado también debe ser un promotor de la innovación y el emprendimiento.
El Estado también debe ser un promotor de la innovación y el emprendimiento, al apoyar a los innovadores y empresarios, en tanto puede estimular el crecimiento económico y la creación de empleo. Muchos de los países con elevados estándares de vida desarrollan una intervención inteligente del estado en la vida económica. Sin embargo, este apoyo no debe ser ciego a las consecuencias sociales y ambientales. Las políticas públicas deben incentivar un modelo de negocio responsable y ético. Así, por ejemplo, la intervención estatal en la economía no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar una sociedad más justa y próspera, con políticas públicas diseñadas desde la premisa de que la tecnología y la economía están al servicio de la humanidad, y no al revés. El Estado, por lo tanto, debe actuar como un regulador y un facilitador, asegurando que los beneficios del desarrollo lleguen a todos los rincones de la sociedad.
El medioambiente, ese gran desafío del siglo XXI, no queda al margen y las políticas públicas también deben enfocarse en la sostenibilidad ambiental: el Estado debe asumir su rol de guardián del planeta y tiene la responsabilidad de liderar la transición hacia una economía sostenible, verde y amigable con el medio, donde la utilización de los recursos respete los límites de la naturaleza. Esto implica fomentar la investigación y el desarrollo de tecnologías limpias, así como promover prácticas sostenibles en todos los sectores de la economía. Este es un tema que los Estados, a través de los organismos multilaterales y las organizaciones supra nacionales deben liderar, en tanto que la transición hacia energías limpias y prácticas sostenibles, a esta altura de la historia, ya no es una opción, sino una obligación.
Un Estado inclusivo
La inclusión social y el respeto a la diversidad es otro objetivo clave de las políticas estatales y se presentan como uno de los horizontes más complejos hacia el cual las políticas de estado deben prestar especial atención: en un mundo diverso, el Estado debe ser el garante de que cada voz sea escuchada y cada sueño tenga la oportunidad de materializarse, además de asegurar que todos los grupos sociales, incluyendo los más vulnerables, tengan acceso a las oportunidades que ofrece la sociedad moderna.
La paciencia ciudadana se acorta y la necesidad de respuestas efectivas desde una gestión pública profesional y proactiva, es una competencia central en el momento actual.
Se requieren políticas que aborden la desigualdad, la discriminación y la exclusión, y que promuevan la participación activa de todos los ciudadanos en la vida económica, política, social y cultural. Es por ello que las políticas públicas son el puente que conecta la visión individual con el proyecto colectivo de una sociedad.
Esta demanda creciente de buena gobernanza y efectividad en la gestión por parte de la ciudadanía, se materializa en el pedido concreto de mayor transparencia activa y rendición de cuentas, que no son meras formalidades, sino el corazón de la confianza pública. Un Estado que se maneja con integridad y eficiencia es un Estado que inspira a sus ciudadanos a participar y a creer en el poder de la acción colectiva. Y más allá del modelo que encarnan los gobiernos de turno, lo cierto es que la paciencia ciudadana se acorta y la necesidad de respuestas efectivas desde una gestión pública profesional y proactiva, es una competencia central en el momento actual.
Por otro lado, en un tablero global, los problemas y las soluciones no conocen de fronteras. La cooperación internacional se convierte en una pieza fundamental del puzzle de las políticas públicas, para construir un mundo más armónico y justo.
Estas premisas, entre muchas otras, son centrales para ayudar a reducir las brechas, asegurar la igualdad de oportunidades y promover una distribución justa de los recursos disponibles, en síntesis, para obtener el bienestar general, que son los objetivos que dan sentido a la acción estatal. Las políticas públicas son el instrumento para alcanzar esa meta.
Ante un futuro incierto, la flexibilidad y la capacidad de adaptación son las habilidades que definen a un Estado moderno. Prepararse para lo inesperado y estar dispuestas a reinventar las reglas del juego son las claves para asegurar que las políticas públicas sigan siendo relevantes y efectivas, en la vida de las personas.
Es imprescindible reconocer el papel determinante del Estado en la orquestación de políticas públicas frente a una era definida por escenarios complejos, disrupción tecnológica e incertidumbre. Las decisiones políticas que tomen las sociedades a través de la organización estatal son semillas que germinarán en el futuro y recae en el Estado la responsabilidad de cultivarlas para que prosperen en beneficios tangibles para la población.
Las políticas públicas se convierten en el lienzo donde se plasman los ideales y aspiraciones colectivas, y simultáneamente, el cincel con el que se esculpe un futuro mejor. Con un Estado comprometido al timón, las políticas públicas poseen la capacidad de reconfigurar nuestro entorno y elevar la calidad de vida. Esta misión, aunque colosal, es el pilar del avance humano. Por tanto, la gestión estatal en la implementación de políticas públicas es esencial para asegurar una dirección prudente en estos tiempos, pos de un desarrollo sostenible y equitativo.