La posibilidad del barro
En el barro se hunden los pies de los que se involucran. El rumor salpica, también, a los comprometidos. Se patinan. Cada caída, cada mancha es un juicio. Sin embargo, cada lunar es orgullo. La marca oscura del sudor generoso.
Por el barro pasan las manos pobres palpitando el adobe. Ese lodo duro que proteja, entibie y repare. El barro puede dar lo que el papel oficial deniega.
En tablas de barro se fijaron las letras, las leyes más antiguas que advierten que hay prójimos que no pisan tierra firme.
La paciencia del barro aguarda a que acuda el brazo del sembrador, a que se le escurra de la mano la semilla. El fango es el vientre marrón de la vida verde.
Al barro recurre el alfarero ancestral. Ahí llegan las formas y el tacto. Ahí aún se amasa América, cuenco continente.
El barro vislumbra que es tierra y agua, el encuentro natural de las hermanas. Lo saben los dioses, lo sabe el sol, y, a veces, lo sabe alguna ella y algún él, nacidos del barro, donde se esconde cada vida esperando el soplo trascendental, el viento despertador.