Dirección porteña de Festivales: muchos eventos, poca “claridad y transparencia”
Según la Auditoría de la Ciudad, sobre un presupuesto de $ 6 millones para encuentros como el BAFICI y el Mundial de Tangos, más de la mitad se gastó mediante cajas chicas especiales, en rigor, erogaciones “previsibles”. No se sabe cuánta gente asiste a cada espectáculo, por lo que es imposible evaluar el cumplimiento de las metas físicas de la dependencia.
La Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires (AGCBA) le exigió a la Dirección General de Festivales y Eventos Centrales (DGFEC) que extreme las acciones que permitan reflejar y documentar la gestión del organismo con un “mayor grado de claridad y transparencia”. El llamado de atención lo realizó tras una auditoría de 2010 en la que examinó la organización del Festival de Cine Independiente, el Festival Internacional de Buenos Aires y el Festival y Mundial de Tango.
La DGFEC es un área que depende del Ministerio de Cultura y tiene la responsabilidad de organizar, coordinar y llevar a cabo el Festival de Cine Independiente (BAFICI), el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), el Festival Ciudad Emergente, el de Jazz, el Festival Internacional de Buenos Aires y el Festival y Mundial de Tango, entre otros.
Durante el período analizado, la AGCBA observó que la Dirección invirtió para los tres festivales auditados una suma superior a los $ 6 millones, de los cuales un poco más de $ 3 millones fueron utilizados en gastos efectuados por cajas chicas especiales y el dinero restante fue destinado a consumos hechos a través de los fondos con cargo a rendir cuentas. Según observó la auditoría, “el gasto de esos fondos quedan librados a la Dirección General, sin procedimientos alternativos ni ningún tipo de control legal suficiente”.
En relación a ambos fondos, los auditores detectaron imputaciones de gastos de un festival en otro. Para el organismo de control esta situación “dificulta la estimación del gasto total de cada actividad, en términos de su reflejo presupuestario”.
Puntualmente, en relación a la utilización de las cajas chicas, la AGCBA resaltó la “falta de planificación de las compras por parte del organismo auditado ya que los gastos efectuados a través de las mismas eran previsibles y periódicos”.
El parámetro de evaluación de las metas físicas de cada actividad es el público asistente a cada una de ellas. En este sentido, el organismo de control detectó un mal registro de los concurrentes ya que se encontraba expresada en “cantidad de público asistente a eventos culturales”, sin ninguna división por festival. Así, los auditores no pudieron analizar cada actividad y menos comparar las metas expresadas en el anteproyecto de presupuesto. Esta situación no solo denota falta de precisión en la expresión presupuestaria de la gestión sino que también le impide fijar objetivos de gestión para cada festival.
Finalmente, la Auditoría porteña detectó una falta de registros claros e individuales –de cada festival- por lo que expresó que la necesidad del organismo auditado de contar con los fondos en forma libre y con un mayor grado de libertad en la administración de los recursos “exige que se extremen las acciones tendientes a reflejar y a documentar las mismas con un mayor grado de claridad y experiencia”.
Por último, la AGCBA detectó múltiples irregularidades en las compras: faltaban cuadros comparativos de precios (y los que estaban, no presentaban la firma de la comisión interviniente), presupuestos sin firmas, falta de publicidad de los actos, entre otras.