El SENASA y la anarquía legislativa, un informe "lapidario" sobre agrotóxicos
Una investigación de la AGN dice que el ente tiene atribuciones que no puede cumplir. Se fumigan cultivos transgénicos sobre más de 22 millones de hectáreas de doce provincias. No obstante, las tareas de promoción de la salud para las 12 millones de personas afectadas no avanzan desde 2010. La labor del SENASA es “deficiente” por no acatar las reglas existentes.
Fue tal la magnitud de los hallazgos, que los miembros de la Auditoría General de la Nación (AGN) calificaron su propia investigación sobre el uso de agroquímicos en el país como un “informe lapidario”.
Según este trabajo, se fumigan en la Argentina unas 22 millones de hectáreas de cultivos transgénicos y el encargado de chequear cómo se aplican los agrotóxicos es el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA).
Pero resulta que el organismo en cuestión tiene “atribuciones que no puede cumplir adecuadamente”, dice la Auditoría. Esto genera que la actuación del SENASA sea “deficiente”, y no justamente por falta de normas, sino por no acatar las reglas ya existentes.
Entre las limitaciones a la labor del SENASA, se destaca lo que la AGN llama “anarquía legislativa”. Es que aquellas 22 millones de hectáreas de cultivos transgénicos abarcan 12 provincias: Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Santiago del Estero, San Luis, Chaco, Salta, Jujuy, Tucumán, La Pampa y Corrientes. Esta “disparidad de jurisdicciones” que deben intervenir en el control (nación, provincias, municipalidades), generó que los técnicos hayan dejado explícita una pregunta en su investigación: “¿Cómo se hace con la aplicabilidad de normas cuando cada municipio tiene su propio sistema respecto de la prohibición o no de fumigar?”.
Siguiendo con la normativa, hay una disposición del año 1964 en la que se establece que “toda persona física o ideal que se dedica a realizar trabajos de lucha contra las plagas deberá inscribirse en el Registro”. Se trata, llevado a estos días, del Registro de Empresas Aplicadoras de Agroquímicos Terrestres y Aéreas.
Sobre este punto, la Auditoría señaló que “el registro es incompleto y parcial”, porque más allá de que la inscripción sea obligatoria, “en la práctica, opera como voluntaria”.
Añade la AGN que “no hay una base de datos integrada, completa y sistematizada” que contenga la información de todas las empresas registradas, y que el SENASA “sólo cuenta con tres listados separados y con diseños diferentes”.
Para completar el cuadro, las empresas no cumplen con todos los requisitos legales exigidos para la inscripción en el Registro, “tampoco existe una notificación de la Administración requiriendo su cumplimiento”, y ni siquiera se aplican sanciones a las firmas “incumplidoras”, explican los auditores.
Aquí, la “ausencia de coordinación” entre las jurisdicciones vuelve a aparecer como una limitación del SENASA. Es que en el informe se observa que no hay un control cruzado entre el registro nacional de empresas que aplican agrotóxicos, y los listados elaborados en las provincias.
Prevención de la salud
Por otra parte, la Auditoría también cuenta que en 2009 se creó por decreto un organismo llamado Comisión Nacional de Investigación sobre Agroquímicos (CNIA), para que funcionara bajo la órbita del Ministerio de Salud.
El área tenía el objetivo de investigar, prevenir y brindar asistencia y tratamiento a las personas expuestas al uso de sustancias agroquímicas, con el propósito de promover la salud pública.
Pero según la AGN, “no se tiene evidencia de avances en las tareas de esta Comisión posteriores al año 2010”.
Paralelamente, una Dirección del SENASA, la de Agroquímicos, Productos Veterinarios y Alimentos, participó junto a la CNIA en la coordinación de tres grupos de trabajo.
El primero, llamado “GT 1”, dedicado a la investigación y desarrollo del conocimiento, realizó un informe sobre el glifosato en julio de 2009, pero desde entonces no hay constancias de otras tareas o reuniones.
El “GT 2”, por su parte, había elaborado un “programa federal para el fortalecimiento de los sistemas locales de control de plaguicidas”. A pesar de su título ambicioso, el plan nunca fue puesto en marcha.
Y el tercer grupo, el “GT 6”, sí había comenzado a aplicar un plan de “capacitación en el uso responsable de agroquímicos -CURA-”, pero el último registro que se tiene sobre el avance de la tarea data de octubre de 2010.
“La continuidad del trabajo de la CNIA permitiría al Estado contar con datos y análisis específicos de las realidades locales para actuar preventivamente”, concluye la Auditoría, y añade que, si así fuera, la Nación podría tener “su propia producción científica y no depender de la información presentada por partes interesadas”.
Esta investigación de la AGN, aprobada sobre el cierre del año pasado, surgió como consecuencia del mecanismo de “planificación participativa”. Fue cuando el ente de control convocó durante 2011 a organizaciones civiles para escuchar sus propuestas sobre las temáticas que podían ser investigadas.
La magnitud del tema es explicada en el mismo informe: “La contaminación por agroquímicos termina siendo una intoxicación silenciosa porque la exposición repetida y a largo plazo –es decir toxicidad crónica- produce daños y/o muerte; de esta manera, se naturaliza una enfermedad de la que todos hablan”.
La Auditoría completa diciendo que la población expuesta a las fumigaciones con agroquímicos asciende a 12 millones de personas, “sin contar las poblaciones de las grandes ciudades de cada provincia” afectada.
El carácter “lapidario” del informe también se explica en el hecho de que el SENASA “no pudo refutar las observaciones” de la AGN.