Las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos mostraron una nación profundamente dividida, donde la grieta, el bagaje de distintos propósitos políticos se impregnó de odios casi irreversibles. Donald Trump mostró el rostro de un presidente con características autoritarias, quien aseguraba, como todos los populistas, ser representante de la voz del pueblo. 

En el otro rincón se presentó Joe Biden, senador desde 1973 por el Partido Demócrata y luego vicepresidente de Barack Obama en sus dos períodos. Tanto Trump como Biden son setentones avanzados. La calificación etaria no fue un contrapeso, sin duda. Al contrario.

Trump, un empresario de la construcción muy cuestionado por dejarse llevar por su personalidad avasallante, con sus peleas con los medios de comunicación, inundando de prejuiciosos tweets todos los días de su gestión, rompió, de entrada, el discurso y el molde de un presidente de Estados Unidos. Era agresivo y decía que representaba un acendrado nacionalismo, cuestión que pesó en su ayuda en los estados donde había una alta desocupación, fábricas cerradas por los distintos reemplazos de sus productos por los ofrecimientos chinos mucho más baratos.

El magnate se apoyó en ese viejo odio por lo que fue Estados Unidos, que ya no es más, y por los campesinos, quienes tuvieron años malos en la última gestión republicana. Biden fue más sereno, un buen acompañante, un hombre fiel a Obama. En su momento Obama le aportó una parte del electorado que lo consagró. Una gran ayuda para llegar al triunfo fue el voto de la juventud ideologizada, que nunca votaba (el norteamericano no tiene el voto como obligación), la que lideraba el demócrata Bernie Sanders, un senador que trabajó larguísimos años en las negociaciones de pasillo en el Congreso. 

Donald Trump rompió con todos los aliados forjados por sus antepasados en el poder. Se desatendió de obligaciones como integrar la OTAN, la fuerza militar y, al mismo tiempo, romper todo pacto con Europa. Impuso al mundo una visión de archipiélagos desunidos y derivó en el fin de la globalización.

Biden, con un discurso no confrontativo, un poco apocado, no aportó motivos exaltados para un empuje en su campaña. Las gestiones de los demócratas, víctimas del sector electoral estadounidense (la mujer de Clinton y el candidato ecologista Al Gore tuvieron mayoría de votantes, pero no electores a su favor), se habían rodeado de expertos, sociólogos, economistas de fuste, pero perdieron porque no llegaron a visualizar la tremenda desigualdad de la sociedad norteamericana. No entendieron en toda su dimensión trágica la vida cotidiana de los frustrados ciudadanos.

En 2020, pese a todo, los demócratas ganaron la contienda, aun sin gustar al votante la figura y los paradigmas que mostró Biden. Sí votaron, en cambio, contra Trump. También lo hizo la juventud devota de Bernie Sanders, quien también vio frustradas sus pretensiones de llegar a la Casa Blanca en anteriores dos elecciones representando a los mismos demócratas.

Sanders siempre tuvo entre sus seguidores a gente joven diciendo las cosas por su nombre. Nacido en 1941, año del bombardeo japonés a la flota norteamericana en Pearl Harbor, el mismo momento en que Estados Unidos entró en la guerra tanto en el Atlántico como en el Pacífico, dos años después de iniciado el conflicto armado. A Pearl Harbor le siguió la declaración de guerra de Hitler que estaba ligado a la camarilla militar que gobernaba en Tokio. Estados Unidos en campaña fue una gran ayuda para Inglaterra constantemente bombardeada y un respiro para la Unión Soviética, que recién a principios de 1943 venció a los alemanes en Stalingrado y comenzó el avance triunfal hacia Berlín. Los padres de Sanders, llegados de un tiempo atrás, eran polacos de religión judía y políticos combativos en su zona de residencia.

Algunas de las siguientes ideas y propuestas de Sanders atrajo al electorado.

• "Hoy en día hay más 43 millones de estadounidenses viviendo en la pobreza. El actual salario mínimo federal es de 7,25 dólares la hora, una remuneración de miseria. Varias propuestas de leyes a aplicar beneficiarían a 75 millones de trabajadores. Uno de los indicadores de la fortaleza económica de nuestro país es su Producto Interno Bruto, el valor de todas las mercancías producidas en el país y los servicios ofrecidos por sus ciudadanos en un año. Hoy, el 70% depende del poder de compra de los consumidores. Si millones de ciudadanos no disponen de dinero para adquirir bienes y servicios la economía pierde fuerza".

• "Los empresarios siempre lloran. Aumentar el salario mínimo es tan provechoso para los empresarios como para los trabajadores. Pero la desigualdad es persistente. El caso de Walmart: la familia Walton, su propietaria, es una de las más acaudaladas del país (de una riqueza estimada en 130 mil millones de dólares). Solo esta familia posee más riqueza que la que perciben unos 130 millones de personas, el 42% más pobre de los Estados Unidos. Muchísimas empresas pagan el salario mínimo, no prestan atención médica y ofrecen cupones para alimentación. Los ciudadanos comunes pagan impuestos de 6 mil millones de dólares solo para mantener a los empleados de esas compañías. Miserables suelen ser los sueldos pagados por las cadenas de comida rápida como McDonald's o Burger King".

• "La desigualdad es escandalosa. Estados Unidos es la única economía desarrollada que no garantiza a sus trabajadores ninguna clase de licencia familiar, licencia por enfermedad o vacaciones pagas. El 23% de las madres que trabajan deben volver a sus puestos tan solo dos semanas después del parto. En Canadá, por ejemplo, los padres trabajadores tienen derecho a 35 semanas de licencia por paternidad y hasta el 55% de su salario. Japón garantiza a los padres un año de licencia pagas al 67% después del nacimiento y 50% durante el resto del tiempo."

• "El desempleo real no es del 5% como dicen los Institutos especializados del gobierno. El real es casi el doble, del 9%. Necesitamos trabajadores que reconstruyan nuestra ruinosa infraestructura: caminos, puentes, sistemas de agua, mejoras de los aeropuertos, vías férreas, diques y embalses. Y necesitamos que nos ayuden a liderar al mundo en la lucha contra el cambio climático".

• "El sistema impositivo solo beneficia a los ricos. Los bancos de Wall Street, las grandes empresas financieras y la clase multimillonaria han manipulado el sistema impositivo, redistribuyendo la riqueza y los ingresos a los más ricos y poderosos del país".

• "La educación no debe ser un negocio".

• "El crecimiento increíble del consumo de drogas peligrosas son el reflejo de la frustración permanentemente en los marginados y mal pagos".

Por supuesto, en su Convención final para elegir al candidato a presidente por el Partido Demócrata no seleccionaron a Sanders. Él mismo se encargó de predicar a sus seguidores que votaran en el futuro por Biden. Acusado por Trump de "comunista", la existencia de Sanders muestra que políticamente hay un cambio estructural que seguramente seguirá creciendo en Estados Unidos.