Jean Paul Sartre pudo estrenar obras de teatro y publicar artículos en la prensa colaboracionista francesa durante la ocupación alemana. ¿Significa que sus pensamientos, que tuvieron como base la mirada del profesor Martin Heidegger, no desestabilizaban ni a los ocupantes ni al gobierno de Vichy?

Sartre fue docente. Albert Camus, sin embargo, nacido y criado en Argelia, estuvo en la Resistencia contra el ocupante y fundó el periódico clandestino Combat, que en sus mejores tiempos llegó a vender 250.000 ejemplares.

Pablo Picasso, por ejemplo, permaneció en París en los años de la guerra. Los altos jerarcas militares alemanes le compraban obras en su amplio departamento. En 1944, cuando los aliados desembarcaron en Normandía, el artista se afilió al Partido Comunista y ya era un millonario.

Una amplia bibliografía da cuenta del colaboracionismo francés en distintos ámbitos de la cultura, la política y la vida mundana. Alemania invitó entre 1940 y 1943 a escritores y pintores a visitar el país. Uno de ellos fue el reconocido Belmondo, padre del actor de cine que se hizo famoso.

Por su parte, las empresas Citroën y Renault, que fueron productoras por pedido del régimen germano, y sus principales dueños, que portaban el mismo nombre de sus rodados, fueron juzgados después de la guerra. 

Hubo colaboracionismo de sobra. Jean Cocteau y la perfumista Cocó Chanel, junto con algunas actrices, fueron miradas con simpatía y hasta amor por el ocupante. La diseñadora se paseaba por todos los ámbitos sociales del brazo de su novio, un alto oficial del ejército alemán.

Hubo muchas más figuras que tuvieron éxito durante los días de la ocupación. Los nazis, es sabido, se enamoraron de París, su cultura, sus mujeres y de los artistas que deambulaban en libertad. A tal punto que cuando Hitler pidió que se aniquilara la capital de Francia con su ejército en retirada, la órden no se cumplió. Y el comandante que se negó a ello, golpeado por los ciudadanos al ser capturado, volvió con los años allí y fue ovacionado.

Varios colaboracionistas fueron juzgados y enviados a la cárcel, pero no por mucho tiempo. En ese mundo de posguerra, años de jolgorio, pero también de hambre y privaciones, asomaron en Francia y asombraron al planeta los pensadores nucleados en torno a la desplegada noción del mundo existencialista. "El ser humano no tiene otro destino más que la nada". Y otras cien reflexiones.

Intelectuales como Jean Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir y varios más dominaron la vida intelectual. Sin embargo, no hubo entre ellos unidad de criterio, propósitos, sentido de la vida ni visión política. Los primeros dos no se entendieron. Sartre y sus amigos salieron a aplaudir a Stalin, el vencedor, y simpatizaron en todos los sentidos con el comunismo y siguieron haciéndolo hasta comprobar a fines de los años sesenta la realidad cubana.

Camus, con un padre muerto en combate en la Primera Guerra Mundial, había pasado privaciones muy serias. El filósofo francés, en cambio, mimado por su familia, estudió en la elitista Ecole Normale Superieure de París. Ambos se conocieron en plena guerra, cuando se habían leído el uno al otro. Se pusieron de acuerdo, pero Sartre y su compañera Simone de Beauvoir miraban a Camus por encima del hombro y lo consideraban un filósofo "amateur", un poco "camorrero".

Sartre pidió mano dura contra los colaboracionistas al concluir la contienda. Camus, en cambio, se opuso a la pena capital. En 1951 el novelista nacido en Argelia publicó "El Hombre Rebelde", un ataque a toda la izquierda admiradora del comunismo que soliviantó a Jean Paul. En la publicación "Les Tempes Modernes" que dirigía Sartre apareció una dura diatriba contra ese libro y su autor. Fue una andanada de mucho calibre.

A partir de allí ambos autores se odiaron. Sartre repetía a quien quisiera escuchar que Camus, en el terreno filosófico, demostraba una gran incompetencia, refugiándose en planteos moralistas. Incluso lo calificó de "traidor a la clase obrera". Albert le contestó que durante la guerra estuvo muy lejos de ser un héroe y, además, ¿cómo se atrevía a hablar de los desheredados si era un cómodo burgués? 

En su novela "Los Mandarines" (1954), Simone de Beauvoir lo ridiculizó a través de un personaje con otro nombre que indudablemente era el norafricano. La guerra de Argelia (1954-1962) aceleró la confrontación entre las dos estrellas del existencialismo.

Para Sartre los rebeldes argelinos tenían derecho a tomar las armas contra Francia en nombre del anticolonialismo. Camus, en cambio, rechazaba frontalmente los métodos violentos. Creía que europeos y norteafricanos debían disfrutar de los mismos derechos, pero la Independencia era prematura.

Camus recibió el Premio Nobel de Literatura en 1957 y falleció en un accidente de tránsito en 1960. Sartre coqueteó con Fidel Castro y el Che Guevara, participó en la rebelión estudiantil francesa de 1968 y murió en 1980. Las dos visiones existencialistas, más las distintas miradas de la política y el tránsito de la vida tienen, todavía, sus seguidores.