La "pax" cambiaria y la merma de los indicadores negativos ayudarán mucho al gobierno en las futuras elecciones. Pero el juego recién empieza y es de largo plazo. Todo depende de la estabilidad del dólar, del llamado "veranito", del consumo, que está muy relacionado con que el hecho de que las paritarias le ganen a los precios.

El "clima económico" ayuda pero, como se sabe, hay dos tipos de inflación que corren en paralelo. Una es la que genera el Estado, el déficit fiscal, y la otra es la que crea el comercio y los intermediarios en sus distintos ámbitos a la expectativa de que los precios de los productos se eleven.

Teóricamente todos estos importantes detalles dependen de la estabilidad y la serenidad de un gobierno. Pero para que el gobierno administre con calma es decisivo que no haya tormentas financieras repentinas, rápidas retiradas de inversores y que el mundo funcione en equilibrio no a tientas y a ciegas como ocurre en estos días de gran competencia comercial entre los poderosos.

Junio fue un mes importante para el gobierno y la campaña electoral impactará para atraer a los indecisos. El mundo, más allá de las fronteras, tiene sus sombras pequeñas y poderosas. La economía brasileña con la cual Argentina tiene mucho que ver se enfría, quitando ventaja a nuestras colocaciones en el exterior.

El votante tiene memoria. En el pasado no muy lejano, en las elecciones los gobiernos "plancharon" al dólar para manipular la inflación. En 2014 hubo devaluación y la inflación fue del 38% aunque el INDEC, por decisión del gobierno, callaba la verdad. En 2016, ya con las actuales autoridades, hubo una nueva devaluación y la inflación rozó el 40%. En 2018 el dólar duplicó su precio y la inflación fue del 48%. La gran pregunta es qué ocurrirá en 2019 cuando llegue diciembre.

Primero el Fondo Monetario Internacional, el gran dador del crédito por U$S 56.000 millones, había prohibido vender dólares para vender dólares. Pero después dispuso lo contrario. A fines de abril habilitó al Banco Central a vender todos los dólares que fueran necesarios para concretar la calma cambiaria y frenar la angustia de los argentinos. Ahora, el Banco Central ¿tiene las suficientes fuerzas para evitar esa ola de inquietud social? A primera vista, sí.

Gane quien gane las próximas elecciones deberá morder un hueso duro de roer. Deberá mirar de frente y cumplir con los vencimientos de deuda en dólares. Todo dependerá de que el país pueda financiarse en otros mercados de préstamo y generar suficientes adicionales como para respirar con tranquilidad. El gobierno no habla del tema pero no escapa cuando se habla del escenario difícil que se presenta. Los que huyen de la conversación son sus contrincantes en la próxima elección. No tienen argumento. Y además saben que el Fondo Monetario lo que desea es que gane Mauricio Macri y no ellos.

Después, o junto con ellos, están los temas sociales. La desocupación superó el 10%, cerca de 2,1 millones de personas, cuando en 2018 había 1,9 millones de argentinos sin trabajo. Según el INDEC, es desocupada aquella persona que cumple dos condiciones: no trabaja y busca empleo. Si se cumple la primera posición y no la segunda es "inactiva". Dentro de los ocupados están los que trabajan una hora por semana y los que laboran 60 horas cada siete horas ya sean formales, informales, en relación de dependencia o cuentapropistas. La tasa de desocupación no se calcula sobre el total de los habitantes del país, sino sobre la población "económicamente activa" que es el conjunto de los ocupados y los desocupados. De todas maneras, se estima también que hay 143.000 empleos nuevos pero se explican por los puestos precarios (asalariados informales y cuentapropistas) junto con la destrucción de 175.000 trabajos de calidad.

Difícil el toro para poder lidiar.