Grandes autores tuvieron "escribientes"
Muchos elogiados escritores tuvieron "escritores fantasmas" o "negros" o "ghostwriter", a quien se les remuneraba por el secreto con el que trabajaban. Los lauros, la consagración, era para quien lo firmara: el "famoso" que presentaba una nueva obra.
Uno muy conocido fue Alejandro Dumas -padre- (1802-1870) autor de cien novelas de gran difusión a lo largo del siglo XIX. El firmó "Los Tres Mosqueteros" pero en los hechos no había escrito una sola línea. Dumas tenía una especie de fábrica de trabajadores escritores. "Remaban" para él 63 colaboradores que buscaban documentación, hurgaban en las bibliotecas, hablaban con los testigos cuyas palabras servirían en los textos.
En algunos casos, admiten los estudiosos, Dumas solía poner algunos términos que servían como salsa narrativa y añadía toques de humor o descripciones inauditas. Pero nada más que eso.
Uno de los más conocidos "escribas" fue el escritor y Profesor de Historia Auguste Maquet (1813-1888). Su aporte fue crucial no solo en "Los Tres Mosqueteros" sino también en otros dos trabajos que hicieron historia: "El Conde de Monte Cristo" y "El Caballero de Harmental".
El contemporáneo narrador español Arturo Pérez-Reverte, en su novela "El Club Dumas" subraya el intenso trabajo de Maquet a lo largo de 10 años de colaboración con Dumas. Por varios documentos se sabe que le pagaba muy bien a Maquet y lo convirtió en un hombre de fortuna.
El tándem se rompió hacia 1850 cuando Dumas entró en crisis por problemas políticos y económicos. Maquet lo llevó a tribunales para reclamarle su derechos de autor. Le ganó el juicio y pudo embolsarse 145.000 francos pagaderos a lo largo de 11 años a cambio de renunciar a poner su nombre junto al de Dumas en los libros en los que Maquet había intervenido.
Dumas murió arruinado económicamente pero no solo por la indemnización a su escritor fantasma sino por intervenir en pésimos negocios. Por el contrario, Maquet murió rico.
Toda su familia sabía de las trampas de Alejandro Dumas. Su hijo del mismo nombre, autor de la "Dama de las Camelias" estaba al tanto de ellas. Un día el padre le preguntó si había leído su última novela. El hijo le respondió "Yo sí. Pero ¿las has leído tu?".
Por problemas monetarios el gran Balzac vivió peripecias soñando siempre con que el casamiento con una condesa (especialmente polaca) lo liberaría del peso de las deudas. Sin embargo, no tuvo suerte. Cuenta Stefan Zweig en uno de su trabajos que Balzac, comprometido con las editoriales que le adelantaban dinero, trabajaba de noche, atado a la silla, con un termo de café sobre la mesas. Muy temprano por la mañana pasaba el cadete de la imprenta a retirar los originales. Nunca se atrevió a tener "escribientes".
Víctor Hugo escribió toda su fántastica creación sólo, página por página. Lo mismo ocurrió con los escritores norteamericanos del siglo XIX y con los rusos como el caso de Gogol, Dostoievsky y Tolstói. Se conocen otros nombres que pasaron por la condición de "esclavos" como Paul Auster y Alejandro Sawa que nutrió a Rubén Darío.
No solo hubo autores "fantasmas" en la literatura y más tarde en las historietas. También los hubo en la música y en la pintura. Wolfang Amadeus Mozart compuso su "Requiem" para que lo firmara otro compositor, un noble.
Muchos pintores hicieron varias veces sus mismos cuadros, por necesidades económicas y hasta de sobrevivencia. Muchos lo hicieron en la segunda mitad del siglo XIX. Otros pasaron miserias hasta que obtuvieron un nombre. Se reconoce entre ellos a Picasso y Matisse.
Picasso permaneció en París durante la ocupación alemana (1940-1944) y lo visitaban en tren de compras oficiales germanos. Vendía caudalosamente. Cuando los aliados ganaron las costas de Normandía y llegaron a Paris, Pablo Picasso se afilió al Partido Comunista y ya por entonces, a fines de 1944 era un hombre rico. Matisse se refugió en la Costa Azul y allí creó con autenticidad hasta su último día.
En el siglo XVIII no existían los derechos de autor. Sin haberse conocido nunca, Bach copiaba temas de Vivaldi y Haendel hacía lo mismo con ellos dos. A veces, gente con buen oído musical suele confundirse de autor al escuchar un tema o un concierto.