La “polaridad” que generó el teletrabajo puertas adentro del Estado
La Oficina de Empleo Público hizo una consulta de la que participaron casi 18 mil personas. De ese total, poco más de 5 mil decidieron profundizar sus respuestas y compartieron detalles sobre la experiencia del home office. Más allá de las cuestiones domésticas, se destaca la “diferencia poco significativa” entre las valoraciones positivas y negativas.
Como si faltaran enconos en la Argentina, una encuesta reveló una nueva grieta: la que se formó hacia adentro del personal del Estado nacional entre los prosélitos y los detractores del teletrabajo.
La consulta, de la que este medio dio cuenta la semana pasada, fue llevada adelante por la Oficina Nacional de Empleo Público durante los primeros dos meses de cuarentena. Participaron de la iniciativa unas 17.858 personas y, de ese total, 5.138 decidieron profundizar sus respuestas y compartir detalles sobre la experiencia del home office.
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Tras analizar esas respuestas, la dependencia pudo dividir la muestra en tres grupos: los comentarios que se refirieron al trabajo remoto propiamente dicho, aquellos que abordaron cuestiones estrictamente tecnológicas y los que aportaron propuestas para mejorar la modalidad.
Más allá del grupo al que fueran asignados los comentarios, se determinó que el 87% de las respuestas contenían una “carga emotiva”, ya sea positiva o negativa, sobre la experiencia de teletrabajo. A esa característica, la Oficina de Empleo Público la denominó “polaridad”.
“Se advierte que no existe una gran diferencia entre los comentarios positivos y negativos. La diferencia porcentual de tres puntos, en un universo de 5138 comentarios, es ciertamente poco significativa”, dice el informe que explicó la encuesta.
“No obstante -agrega el texto-, para distinguir los puntos fuertes y débiles de la experiencia del teletrabajo, se vuelve fundamental analizar el comportamiento de los comentarios dentro de (tres) los núcleos temáticos”.
Así entonces, en esta entrega se hará un repaso de los detalles del primer grupo.
Trabajo remoto (y algo más)
La categoría que más comentarios cosechó fue la llamada trabajo remoto, con 3.255 menciones, que representan un 63,4% del total.
“Las personas expresaron mayoritariamente sus emociones en relación a esta nueva forma de trabajar”, cuenta la investigación y añade que, hacia adentro de este grupo, “podríamos concluir que la experiencia global fue positiva”.
Pero ¿en qué consiste la categoría? La Oficina de Empleo Público conformó el grupo con 15 subtemas, entre los que se destacan la productividad, el ámbito doméstico, la salud y el caudal de trabajo, cada una con su polaridad.
La productividad fue entendida como “el nivel de desempeño autopercibido” por el personal, y registró un 83% de menciones positivas.
“Una de las principales razones que las personas argumentaron para manifestar un aumento en la eficiencia y eficacia de su trabajo fue el tiempo que ‘ahorraron’ en materia de traslados al lugar del trabajo, y que ‘reinvirtieron’ en sus tareas, sumándole a este tópico las cargas físicas y psicológicas propias del viaje, como el cansancio, la desconcentración, el ánimo y el sentido del humor”, detalló el relevamiento.
Por su parte, la subcategoría experiencia con el trabajo remoto surgió de la valoración personal de cada participante en términos de satisfacción o insatisfacción con la modalidad: “Los datos son contundentes”, sentenciaron los técnicos ante casi un 84% de menciones positivas y con comentarios que sugirieron que “la adaptación resultó más sencilla de lo que imaginaban” los y las trabajadoras de la Nación.
Hubo un tema que escapó a la polaridad. Es que la subcategoría tiempos y costos de traslado obtuvo un 100% de valoraciones positivas, eso sí, con una particularidad: “Dentro de este panorama hay un diferencial nítido” a favor de uno de los dos elementos, porque, según el informe, “las personas parecen haber valorado más la disposición de tiempo que del dinero” ahorrado.
Contrariamente, la subcategoría salud muestra la polaridad en su máxima expresión. Más allá de los 8 puntos porcentuales a favor de las valoraciones positivas, el tema se dividió entre quienes refirieron “mejoras en sus hábitos de alimentación, horas y calidad de descanso, la posibilidad de hacer ejercicios mientras trabajan, o de ‘desconectar’ más fácilmente de las tareas tras la jornada”, y aquellos que mencionaron los mismos tópicos, pero en forma negativa.
Entre este último grupo, se destacan comentarios como “la pérdida de límites entre jornada laboral y no laboral, la imposibilidad de ‘desconectarse’ del trabajo cuando el propio hogar se convirtió en oficina, o la aparición de dolencias corporales originadas en la carencia de mobiliario adecuado para desarrollar sus tareas”.
La cosa, incluso, fue más allá. Hubo personas que mencionaron “echar de menos el ámbito de trabajo y a sus compañeros, sensaciones de ‘ahogo’, ‘melancolía’ y ‘nostalgia’, que alteraron el humor y la voluntad”.
Por el lado de las subcategorías con mayores valoraciones negativas surge uno de los puntos más relevantes de la encuesta: quiénes, dentro del personal de la Nación, se pudieron adaptar mejor al home office.
La pulseada salió 51,82% a 48,18% en favor de las opiniones negativas, que fueron vertidas por quienes se pudieron adaptar solo parcialmente a la modalidad. Por ejemplo, los y las que desempeñaban en labores vinculadas a la “inspección y fiscalización de establecimientos, análisis técnicos de muestras y presencia en territorio”, describe el informe.
“En estos trabajos cuya exigencia presencial se torna muchas veces insoslayable, lo único que pudo adaptarse parcialmente, fueron las tareas de soporte administrativo”, aclara la encuesta, y enumera los rubros que directamente no lograron insertarse al nuevo esquema: “atención médica, atención al público, investigadores sociales que se desempeñan en comunidades aisladas en el interior del país, inspecciones veterinarias en zonas rurales o semirurales, controladores de vuelo, tareas relacionadas a los depósitos de sumas de dinero y actividades de laboratorio”.
Otra pulseada pareja se dio en la subcategoría trabajo remoto y Estado (49 a 51 a favor de las opiniones negativas), que aglutinó referencias que van desde las potenciales ventajas económicas que brindaría la modalidad, con la reducción de costos fijos y la optimización de recursos, hasta la “falta de preparación y organización” de la Nación como empleadora “para reducir el impacto de la implementación forzada” del home office.
Entre estas menciones negativas se destaca que “muchas personas sintieron que quedaban en sus propias manos las soluciones a los problemas que fueron presentándose -la tecnología, falta de equipamiento, los problemas de accesibilidad remota y de conectividad-”, narra la encuesta, completa que “la ausencia de respuestas por parte de los organismos de pertenencia fue entendida concretamente como una falta de compromiso por parte de las autoridades”.
En cambio, no hubo dudas en la subcategoría ámbito doméstico, en la que siete de cada 10 menciones fueron negativas, en mayor medida, por la “imposibilidad de conciliar el trabajo remoto con las exigencias de la vida familiar, los tiempos que requieren la preparación de comidas, la ayuda en actividades escolares, la recreación, y en este sentido especialmente la agudización de la imaginación para ‘entretener’ a niños que pasaban todo el día dentro de sus hogares, aparecen como tópicos comunes que se interponen a la ‘normal’ ejecución” de las tareas.
Relacionada a esta categoría aparece la llamada mobiliario y espacio físico, conformada mayormente por comentarios negativos surgidos de la necesidad de “improvisar el montaje de pseudo oficinas en espacios no preparados, como cocinas, comedores y dormitorios, que adolecían de buena iluminación y, por eso, provocaron dolores de vista y de cabeza”.