Democracia en tiempos de crisis: una mirada crítica y constructiva
El sistema sigue presentando desafíos importantes para su ejercicio efectivo y definitiva consolidación.
Todavía imperfecta, pero necesaria, la democracia es un sistema político y social en el que el poder es ejercido por la ciudadanía y se basa en principios como la libertad de expresión, la igualdad de derechos, la separación de poderes y la protección de los derechos humanos. Aunque es adoptado por gran parte de los países del mundo, el sistema sigue presentando desafíos importantes para su ejercicio efectivo y definitiva consolidación.
La democracia en el mundo enfrenta importantes obstáculos y no menores interrogantes que la ponen en jaque como pocas veces en su historia. Por ejemplo la renovación y avance de movimientos políticos que resaltan el autoritarismo y la concentración de poder a niveles desmedidos, las enormes desigualdades económicas y “disparidades hirientes” tanto sociales como políticas, la polarización en temas de agenda pública, la inestabilidad social, una prensa amenazada en su libertad de expresión y una participación ciudadana limitada y coartada en muchos lugares del mundo, por citar sólo algunas señales de crisis.
Una de las consecuencias de la pandemia es que muchos países, que antes habían tomado medidas para democratizar sus sistemas políticos, dieron significativos pasos hacia atrás y ahora parecen alejarse de esos principios, a punto tal que en muchas regiones se está experimentando un retroceso en la libertad de prensa y la división e independencia de poderes y las libertades ciudadanas.
Según el informe del Índice de Democracia Global 2022, elaborado por la Unidad de Inteligencia del diario británico The Economist, se perciben Señales de Alerta en el Índice de Democracia Global 2022, a tal punto que “a nivel global el índice refleja que un 45,3% de la población mundial vive en una democracia de algún tipo y sólo el 8% vive en una democracia plena”.
Analistas y referentes de la temática sugieren que la democracia está atravesando una gran crisis junto a muchos otros grandes desafíos del siglo, y esto en gran medida a que los partidos políticos democráticos de principios republicanos ya no son capaces de atraer a los votantes, a menudo debido a la ascensión de sectores populistas y las respuestas antiglobalización, incluso como otras de las consecuencias de la pandemia vimos recrudecer los nacionalismos y la cerrazón de los países, cuando lo esperado e ideal hubiese sido una profundización y consolidación de la cooperación internacional, la solidaridad y confraternidad a nivel mundial, tan necesarias para afrontar los grandes desafíos actuales.
Otro de los grandes desafíos para la democracia es renuente compromiso cívico y declive en la participación ciudadana. Muchas personas, en diferentes regiones del mundo, sienten que las decisiones políticas son tomadas por élites que viven en sus “mundos paralelos”, mientras que la política es un juego manipulado por la corrupción y la influencia de los poderes económicos concentrados. Según lo expresa el pensador Yuval Noah Harari: “La humanidad está perdiendo la fe en el relato liberal que ha dominado la política global en las últimas décadas, exactamente cuando la fusión de la biotecnología y la infotecnología nos enfrenta a los mayores desafíos que la humanidad ha conocido”, y me permito agregar aún está por conocer.
Distintos estudios especializados sostienen que el exponencial aumento del acceso y utilización de las redes sociales, la información errónea y maliciosa que circula, muchas veces disfrazada de verdad incontratable, y la propaganda política en muchos casos tergiversada están contribuyendo a una significativa disminución de la calidad del debate público, una simplificación y descalificación de los grandes temas políticos, económicos y sociales, y por ende, tal como dijimos, devienen en un aumento de la polarización en la sociedad.
Incluso EEUU y gran parte de los países de la Unión Europea, que han sido en gran medida un ejemplo democrático exitoso, enfrentan en los últimos años múltiples desafíos: la política de refugiados, la profunda crisis económica, liderazgos con tintes autocráticos, los focos de conflictos bélicos, las advertencias sobre el uso desmedido y sin controles éticos de la Inteligencia Artificial.
Sin embargo, y pese a este panorama, también debemos destacar el vaso medio lleno, como en todos los ámbitos de nuestra vida, y reconocer que a pesar de estos desafíos, existen muchos países que luchan por mantener y avanzar en su compromiso con la democracia. Especialmente debemos destacar los movimientos ciudadanos que están luchando por proteger los derechos individuales y colectivos fundamentales, exigiendo la vigencia plena de la independencia de poderes y mayores mecanismos de participación ciudadana reales y efectivos, que aumenten y consoliden la confianza ciudadana en el sistema democrático.
En el marco de dichos desafíos mundiales, algunos países que siguen siendo modelos de democracia y sistemas políticos y sociales que han alcanzado un desarrollo sostenible y altos estándares de vida para sus habitantes tales como Noruega, Canadá, Dinamarca, Suecia, Suiza, entre otros; verdaderos modelos a seguir tanto de respeto pleno a la libertad con una perfecto conjunción de intervención estatal y bienestar social.
En síntesis, los desafíos que presenta la democracia son de incidencia global y gran parte de esto se debe a la desigualdad y concentración económica creciente en todo el mundo. Sin embargo, no todo es gris y oscuro, muchas son las luces de alerta, pero también las luces de esperanza, ya que la democracia es una idea fuerte y puede tomar muchas formas diferentes, la que con un gran impulso de la participación ciudadana activa, la libertad de expresión y la efectiva igualdad de derechos políticos y civiles, son las columnas resistentes que a mayor ejercicio fortalecen su “musculatura” y potencian el sistema.
Si bien hay muchas amenazas evidentes para la democracia, también hay motivos para el optimismo y la acción. La democracia sigue siendo el mejor receptor, catalizador y garante de los derechos individuales y colectivos. Los actores políticos relevantes, la sociedad civil y las organizaciones internacionales y organismos multilaterales tienen un papel central que desempeñar para asegurar la continuidad y robustez de la Democracia, todavía muy joven la historia del mundo.