Beara: “Si vos sabés que hay un lugar habilitado, estás tranquilo”
Juan Lizarriaga es padre de una de las víctimas fatales por el derrumbe del boliche. A 12 años de aquel trágico día, y a una semana de iniciado el Juicio Oral en el que están acusadas 13 personas, pide que se haga justicia y que se condene tanto a empresarios como a inspectores.
El 10 de septiembre de 2010 tocó “La nueva dimensión”, una banda que se desprendió del grupo “Ráfaga”, en el boliche Beara, ubicado en la avenida Scalabrini Ortiz 1638. Minutos después de que terminó el show, casi sobre las cuatro de la mañana, el entrepiso en el que estaba el sector VIP colapsó y de derrumbó sobre la planta baja. Dos mujeres murieron y hubo más de cincuenta heridos. Tras 12 años de lucha por parte de los familiares, arrancó el juicio oral en el que están acusados, además de los dueños del local, funcionarios y efectivos policiales.
En total son 13 las personas juzgadas: están procesados tres de los cinco dueños del boliche (los otros dos fallecieron), funcionarios del gobierno porteño y policías. La acusación es por homicidio culposo y lesiones agravadas, y por cobrar y recibir coimas para permitir las irregularidades con las que funcionaba el local.
"Las primeras audiencias son para no escucharlas, porque son todas mentiras y excusas”, describió Lizarriaga
“Confío en la Justicia. Con el Fiscal de Instrucción nos fue muy bien, la Cámara del Crimen actuó profesionalmente y falló como tenía que hacerlo. Por eso llegamos a esta instancia”, relató en diálogo con este medio, Juan Lizarriaga, padre de Ariana, una de las dos víctimas de aquella noche que entonces tenía sólo 21 años. La otra joven que perdió la vida fue Paula Provedo (20).
“Te mentalizás que hay que pasarlo, porque la burocracia judicial tiene este camino, pero es muy doloroso. Volví a tener problemas para dormir y sueños extraños. El ser humano reacciona de esa manera ante semejante tragedia y las primeras audiencias son para no escucharlas, porque son todas mentiras y excusas”, describió Lizarriaga.
Como sucede en este tipo de juicios con tantos acusados, como en la Tragedia de Once o Cromañón, no se busca sólo un culpable, sino un reparto de responsabilidades. “Los actores son tres: el empresario, el organismo de control y, si fuera el caso, el público. Si vos sabés que hay un lugar habilitado estás tranquilo, porque se supone que está controlado, y mucho más si hay entrepisos o construcciones que tienen que soportar una sobrecarga”, señaló el papá de Ariana.
Sobre lo expuesto durante las primeras jornadas del juicio, Lizarriaga reveló que un fiscal consultó si aquella noche alguien del boliche insinuó, o al menos hizo un gesto, para calmar a la gente y que no salten. El testigo respondió que no. “Un empleado dijo varias veces que esa noche había entre 400 y 600 personas y en el entrepiso de ocho por cuatro metros cuadrados había entre 70 y 100 personas; un entrepiso que pericialmente soportaba 200 kilos por metro cuadrado”, detalló Juan.
De cara a lo que será el veredicto, Lizarriaga tiene un deseo y una impresión. “Lo que a mí me conformaría es que los tres socios que quedaron vivos tengan una condena de prisión efectiva y también los inspectores, que ya tenían antecedentes. Pero lo que pienso que va a suceder es que alguno de los socios será condenado y no creo que supere los cuatro años y lo mismo pasará con alguien del Gobierno”.
Sobre el trabajo de la Justicia hasta el momento, consideró que tanto la tarea del Fiscal, como la de los tres jueces es "absolutamente profesional" ya que no han demostrado "indicios de inclinación o trabas". "Están trabajando correctamente. Nos vamos a sorprender con el fallo”, enfatizó.
El recuerdo de esa noche
Con el correr de los años, luego de tragedias evitables en el ámbito de la noche, víctimas sobrevivientes y familiares crearon el lema “Divertirte es un derecho”. Eso fue a hacer Ariana aquel día a Beara. “Ariana trabajaba en un call center de esos que te ponían un nombre falso y su deber era rechazar cualquier tipo de reclamo. Esa noche fue a festejar que finalmente había podido renunciar y que iba a comenzar a trabajar en lo que a ella le gustaba, la abogacía”, recordó su padre.