Diego Guelar: “El eje del Tratado es preservar el ambiente”
El diplomático, con amplia experiencia en relaciones internacionales, destaca la contribución de Argentina en la elaboración de consenso en la zona. Cree que haber aportado la soberanía a la preservación de la Antártida es un compromiso que el país no puede abandonar.
Publicado en el suplemento
Acciones para la Participación Ciudadana, en diario Perfil
La Antártida, según el Tratado Antártico, se define como todas las tierras y barreras de hielo ubicadas al sur de la latitud 60°S sin afectar derechos sobre el alta mar allí existente. Este acuerdo fue suscripto en diciembre de 1959 por 13 países y entró en vigencia dos años después. Sus puntos centrales plantean el uso exclusivo del continente para fines pacíficos, prohibiendo así toda medida de carácter militar. Además, los países miembros son liberados a la investigación científica comprometiéndose al intercambio de información sobre el territorio en cuestión. Argentina, como integrante pleno del Tratado desde su comienzo, forma parte de los que disputan, interactúan, intervienen y conviven en el terreno blanco. El diplomático Diego Guelar, exembajador de Argentina en la República Popular China, en los Estados Unidos en dos ocasiones, en Brasil y en la Unión Europea, brindó su mirada. La experiencia que tiene en la materia ayuda a comprender los beneficios, responsabilidades y compromisos que afronta el país al ser parte activa y plena del acuerdo.
- ¿Cómo se maneja la diplomacia en la Antártida?
Argentina ha hecho una enorme contribución al aportar la pretensión soberana sobre la Antártida al Tratado Antártico. Somos de los fundadores, en 1959, del tratado extraordinario. Creo que es la dimensión más importante de aporte internacional que ha hecho Argentina al mundo. Se modificó la concepción del continente blanco como un continente preservado para la humanidad.
- ¿Cuál es la importancia del Tratado Antártico?
Lo más importante que tiene es, justamente, su existencia. No hay en el Ártico y hemos visto los conflictos que se dan en la explotación de recursos naturales, los peligros que esto implica en términos de desequilibrios planetarios. Es realmente extraordinario haber logrado, en estos últimos 70 años, esta preservación de tanto equilibrio que afecta a la humanidad de forma directa.
La concepción inicial fue muy positiva porque un grupo de países la abrió a más países. Buenos Aires se ha ganado ser la sede permanente del Tratado Antártico. Esto tiene todos los componentes para seguir nutriendo en términos del futuro de nuevos y mejores aportes.
- ¿Hay explotación económica posible?
Hemos hecho el mayor aporte que significa hacer base en investigación científica, cooperación con el resto del mundo en términos absolutamente pacíficos y es un modelo de convivencia y de preservación de la naturaleza. Creo que eso no tiene dimensión económica por estar por encima de la propia economía. No hay explotación comercial posible, todo lo que existe es investigación científica y cuidado del medio ambiente. Para el momento en que se hizo fue un adelanto extraordinario.
- ¿Cómo define las relaciones argentinas en ese continente?
En la Antártida tenemos a la mejor Argentina. Una Argentina con iniciativa, que se inició en 1904 cuando empezó la investigación antártica y se consume con el Tratado. Esa fue una Argentina del primer mundo con importancia regional y universal. Es el modelo del país que tendríamos que ser y que, desgraciadamente, abandonamos salvo en este tema específico donde la significación es total.
- ¿Cuál es la función ambiental del Tratado?
La función ambiental es fundamental porque el eje del tratado es la preservación del medio ambiente y la investigación científica como único objetivo a ser desarrollado en la Antártida. Esto se ha venido cumpliendo. En términos generales, ha habido muy pequeñas excepciones que han sido corregidas. Creo que la función de Argentina aquí tiene que ser como el resto de los miembros plenos, ser custodio de este objetivo superior.
- ¿Qué pasaría si no existiera un acuerdo?
Habría roces y conflictos, porque recordemos que están superpuestas las pretensiones nuestras y chilenas, por ejemplo. Sería un foco de conflicto y de disputa económicas que, sin lugar a dudas, causaría un daño ambiental a la Antártida y se proyectaría, como ocurre en el Ártico, a todo el planeta.
- ¿Cómo ve el futuro de Argentina en la Antártida?
Creo que el compromiso tiene que ser permanente, hemos transformado a ese triángulo que todos conocimos de chicos y que se estudia como la Antártida Argentina en un aporte universal. Haber aportado la soberanía a la preservación de la Antártida es un compromiso que el país no puede abandonar porque es el mejor modelo de integración de lo nacional a lo universal. Creo que tenemos que sentirnos todos muy orgullosos y es algo que se sabe demasiado poco a nivel nacional.