Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana de Diario Perfil

El Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) implementado por el Gobierno Nacional para frenar el avance del coronavirus y el posterior Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (DISPO) modificaron muchos hábitos de la población y trajeron consigo consecuencias probablemente imprevistas. ¿Cómo impactó en las donaciones de sangre?

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en Argentina se realizan en promedio alrededor de 5.000 transfusiones de sangre por día. Se estima que, si entre el 3% y el 5% de los habitantes donara al menos dos veces al año, se llegaría a cubrir esa necesidad de manera voluntaria. Lo que ocurre es que, en la actualidad, las personas que tienen el hábito de ir a dar sangre no llegan siquiera al 2% de la población. A esta realidad se le sumaron las complicaciones propias de la pandemia.

La llegada del coronavirus a Argentina impactó notablemente en la conducta de los dadores de sangre. Durante la primera semana de ASPO, la reposición de los componentes sanguíneos cayó entre 70% y 80%. “El efecto del aislamiento a partir del mes de marzo fue terriblemente dañino para la presencia de los donantes. Por un lado, por el impedimento, en ese momento, de movilizarse. Y por otro, porque las colectas externas -cuando trasladamos el banco de sangre hacia una empresa, un club, una iglesia o un colegio- tuvieron que interrumpirse”, contó a Acciones Roberto Fernández, director de la Fundación Hemocentro Buenos Aires y presidente de la Cámara Argentina de Medicina Transfusional.

A estos inconvenientes se les agregaron los riesgos a los que quedó expuesto el personal de salud: “Afortunadamente, en el banco de sangre no tuvimos personal contagiado, pero sí aquellos que trabajan en las distintas clínicas. Eso complicó muchísimo el quehacer diario”, agregó el médico.

Si bien en un primer momento las cirugías programadas fueron suspendidas, lo que significó una disminución de la demanda de sangre, son innumerables las situaciones en las cuales se puede precisar alguno de sus hemocomponentes. Se calcula que, por lo menos, el 80% de la población necesitará una transfusión alguna vez en su vida. “Se siguen haciendo trasplantes y los pacientes oncológicos necesitan del tratamiento continuo con plaquetas. La sangre es indispensable porque no se fabrica, ninguno de sus tres componentes -glóbulos rojos, plaquetas y plasma- puede generarse en un laboratorio o comprarse en la farmacia. Por eso, dependemos exclusivamente de la donación de manera habitual y voluntaria”, afirmó Fernández.

A partir de julio, la situación fue mejorando, aunque todavía se observa una clara disminución en relación a años anteriores. En ese sentido, el profesional destacó: “Estamos tratando de abastecer las necesidades, pero siempre corremos de atrás. Tenemos que insistir en la importancia de la entrega voluntaria en forma sostenida. Hace un tiempo, empezamos a interactuar mucho a través de los medios y las redes sociales, haciendo hincapié en que con turno se puede concurrir a donar de manera segura, evitando acumular a la gente en un mismo espacio. Así, empezamos a recuperar de a poco la cantidad de dadores”.

En el medio, el Poder Ejecutivo nacional debió salvar un error importante: el decreto presidencial Nº 297/2020, que dispuso la cuarentena en el país, no incluyó a la donación de sangre entre los motivos para poder transitar. 

Claro que con el aumento de casos de COVID-19 en las distintas provincias, la falta de donantes se trasladó al interior del país. Aunque no hay números oficiales al respecto y las modificaciones se dan de manera periódica, hay quienes aventuran que el déficit es de alrededor del 40%.  Hay muchas personas infectadas, por lo que no pueden donar, y sus contactos estrechos tampoco están en condiciones porque tienen que permanecer aislados entre 10 y 14 días.

Dentro de dos semanas, el 9 de noviembre, se celebra el Día Nacional del Donante Voluntario y Habitual de Sangre. En esa misma fecha, pero en 1914, Luis Agoté realizó la primera transfusión de sangre en el país en el Instituto Modelo del Hospital Rawson, de la Ciudad de Buenos Aires.

Además de los esfuerzos por recuperar los índices de donaciones habituales, a la Fundación Hemocentro se le suma otra labor: es una de las entidades designadas por el Ministerio de Salud de la Nación para la recolección de plasma de personas que hayan tenido COVID-19. La obtención se realiza por aféresis, es decir, se conecta al paciente a una máquina que separa las células sanguíneas y recoge, aproximadamente, tres unidades de plasma en cada entrega. “Aumentamos mucho el trabajo de reclutamiento y de análisis con el fin de asegurarnos que los donantes tengan suficiente cantidad de anticuerpos. Las extracciones que hicimos hasta el momento nos permitieron llegar a casi 1.000 unidades de plasma recolectado. Estamos haciendo una tarea inmensa”, explicó Fernández.

Si bien acaba de salir un estudio que arroja entre sus conclusiones que el tratamiento con plasma no es eficaz en pacientes que están en condiciones graves, se espera el resultado de otras investigaciones experimentales para determinar si administrado más tempranamente puede resultar efectivo.

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