Jeremías Mancini tiene 40 años. Todos los días viaja los cinco kilómetros que separan la ciudad de Diamante, en Entre Ríos, hasta el Parque Nacional Pre-Delta, donde trabaja.

Allí, se encuentra con un paisaje que se extiende sobre unas 2.600 hectáreas, que forman parte del gran delta del río Paraná en su porción superior.

Nacido y criado en Paraná, se desempeña como guardaparque provincial desde 2004. En 2012, ingresó al Centro de Capacitación y Formación en Áreas Protegidas, en Embalse, Córdoba. Su primer destino fue la seccional Mascardi, en Nahuel Huapi, para luego trasladarse al Parque Nacional Iberá.

Está casado y tiene dos hijas a las que ve en sus dos días de franco semanales, ya que viven en Paraná. “El apoyo familiar en esta profesión es importantísimo”, aclara.

- ¿Cuál es la función del guardaparque?
Nuestra misión está centrada en el control y vigilancia, tanto ecológica como social, entendiendo esto como prevenir, constatar y hacer cesar actos que contravengan las normas de los parques. La prevención es la parte más importante y la educación ambiental en las escuelas es una de las tareas principales, así como las recorridas periódicas que hacemos por distintos
sectores y la cartelería informativa.
También apoyamos a los investigadores habilitados, realizamos monitoreos y relevamientos de biodiversidad. En las áreas de uso público, atendemos a los visitantes dando información sobre los circuitos y sectores habilitados, mantenemos los senderos para que sean seguros de transitar.

- ¿Por qué son tan importantes los parques?
Conservan muestras bien representadas de los distintos ambientes y ecorregiones de nuestro país, son un importante reservorio de especies en peligro o con algún grado de amenaza y, desde el punto de vista turístico, generan movimiento económico en los pueblos cercanos. Tienen una gran importancia social: en Pre-Delta trabajamos mucho con el Municipio de Diamante en el cuidado de los espacios verdes y fomentando el plantado de especies nativas.

¿Qué amenazas enfrentan?
La principal es la invasión de especies exóticas tanto vegetales como animales. Hay algunas que fueron traídas por distintos motivos a Argentina y, al no haber depredadores o controles naturales, se dispersan. En el caso de los árboles, por ejemplo, tenemos la mora, que es asiática, y una vez que se instala empieza a expandirse con la ayuda de las aves y algunos mamíferos que comen sus frutos. Llega un punto en el que, al crecer más rápido que las
autóctonas, las terminan asfixiando y generan bosques puros de esta especie. 

Contamos con un plan de control donde se trabaja en sitios prioritarios para tratar de erradicarla a través de un descortezado, con la intención de que el árbol muera en pie y, en otros casos, cortándola directamente. Pasa lo mismo con los mamíferos que perjudican a especies similares o modifican cursos de agua, como el caso del castor en Tierra del fuego. La caza furtiva, el ingreso de ganado y la pesca ilegal son otras de las amenazas a las que hay que atender permanentemente.

- ¿Cuándo nació tu pasión por la naturaleza?
Empecé a vincularme con el río y las islas a partir de familiares del lado materno. Uno de mis tíos, José Belini, tenía un rancho en un paraje cercano llamado La Jaula, justo al pie de una barranca que da al Paraná. Mis vacaciones, estando en la escuela secundaria, consistían en instalarme ahí durante 20 o 30 días. En esas charlas sobre pájaros, peces y diferentes
anécdotas, empecé a enamorarme cada vez más de la naturaleza y a interesarme sobre sus problemáticas. Con uno de mis abuelos, Salvador, compartía también conversaciones sobre lugares y cosas del campo.

¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Me gustan mucho las recorridas de control, siempre hay alguna novedad en el terreno, pero también las que hacemos para monitorear aves o alguna especie en particular. Soy medio fanático de la observación de aves y la fotografía. En este parque estoy hace muy poco, pero me encanta ir descubriendo lo nuevo, sobre todo aves y mamíferos. También el trabajo con
la madera, ya sea haciendo carteles o arreglando alguna pasarela o baranda, es algo que disfruto mucho.

- ¿Qué dice tu familia al no poder vivir con vos?
Creo que muchos destinos de los parques, como aquellas seccionales alejadas de centros urbanos o con complicaciones de accesos, no son aptas para vivir con hijos o anulan posibilidades de que la pareja de uno pueda trabajar y recrearse. Ahí es donde hay que tratar de buscarle la vuelta. En mi caso, nos fuimos acostumbrando de a poco. A mis hijas, cuando eran chicas, les costó más, pero ahora la tecnología nos acerca mucho y podemos comunicarnos a diario.