¿Cuáles serán los efectos de la pandemia? Todo es de difícil pronóstico. Se sabe que, de alguna manera, comenzará a organizarse el mundo y el país a partir de la aplicación de la mejor vacuna una o dos veces con igual dosis, para asegurar los efectos. Se cree que la globalización se derrumbará, que nacerán nuevos y firmes nacionalismos proteccionistas, que va a afectar el comercio internacional.

De todas maneras hay una frase de un gran economista canadiense que vivió en Estados Unidos, John Kenneth Galbraith, quien escribió: "La única función de las previsiones económicas es hacer que la astrología parezca respetable".

Por lo menos se sabe que el conflicto comercial pleno de amenazas entre Estados Unidos y China no ayudará a lograr un equilibrio pacífico planetario. Paralelamente, se ampliará el conocimiento tecnológico y habrá menos empleos en todo el mundo. Es un horizonte borroso.

En todo el siglo XX hubo pandemias masivas pero fueron controladas con paciencia social y empeño científico. Fueron pestes particulares, distintas a las del pasado en algunos momentos y en otros parecidas a los años anteriores. Pero en 1918, con la gripe española había más conocimiento que en los siglos anteriores, más cuidados, más reglas generales en cuanto a la sanidad, pese a la falta de los medicamentos que hoy existen y ayudan mucho.

Aquella gripe aniquiladora cayó a plomo sobre todos los habitantes sin tener en cuenta las fronteras, terminando con la vida de 30 a 50 millones de personas, según la Organización Mundial de la Salud, sobre una población mundial de 1.800 millones. Causó más muertes que las batallas y enfrentamientos de la Primera Guerra Mundial: 10 millones. De ninguna manera se parece -hasta ahora- el Covid-19 a la enfermedad maldita de 1918.

La gripe española fue catalogada como "la madre de todas las pandemias". Se extendió entre 1918 y 1920. Al mismo tiempo que Estados Unidos se convertía en la primera potencia mundial, la medicina sabía que se trataba de un microorganismo y que la enfermedad se podía trasmitir de persona a persona. Se pensaba entonces que la causa estaba en una bacteria, no en un virus.  De todas maneras, cualquiera de los dos se traducía en una infección casi imposible de curar. No había sistemas públicos de salud, mas la salud era un lujo.

En las naciones de avanzada, industrializadas, los médicos trabajaban de manera independiente o dependían de las financiaciones (o ayuda) de instituciones de beneficencia. En 1918 la gripe española fue más flagelante que cualquiera de las anteriores pestes que impactaron en 1889 y 1890. Se sabe que la de 1918 castigó a hombres de entre 20 a 40 años.

Las víctimas fueron más hombres que mujeres. En aquel año, en los países desarrollados, la expectativa de vida giraba en torno de los 50 y los 55 años de vida. Destrozó a los países más pobres. Una investigación de la Universidad de Harvard estima que cerca del 0,5% del total de la población norteamericana falleció (550.000 personas).

El momento resultó dramático porque no quedaban jóvenes para encargarse de los negocios de las familias, de las granjas y campos o para capacitarse en distintas profesiones u oficios. También fue observado por algunos científicos y escritores que la falta de hombres sanos impidió a las mujeres encontrar parejas adecuadas. No existió la voluntad de criar hijos para reemplazar a los muertos.

Pese a todo, no se conocieron cambios de fondo en la estructura social. Pero la merma en la fuerza laboral en Estados Unidos y parte de Europa les abrió las puertas a las mujeres. Ese mismo proceso se repetiría en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. En 1920, las mujeres eran el casi el 30% del total de empleados. Poco aumentaron, sin embargo, los salarios.

Los investigadores descubrieron que los bebés que habían nacido durante la pandemia eran propensos a afecciones cardíacas, en comparación con los niños que nacieron antes o después del brote. Algunas teorías sugirieron que el estrés causado por la peste afectó el desarrollo del feto. Cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial después del ataque a la base de Pearl Harbor, en Hawai, y comenzó el reclutamiento de soldados, los jóvenes nacidos en 1918 o 1919 tenían menos desarrollo muscular y altura que el resto.

Las crisis sociales se agudizaban en las colonias de las grandes potencias. Las tasa de mortalidad era extremadamente más alta en las castas inferiores de la India que la de los colonizadores. Fue motivo de críticas de los políticos. En 1919 el líder Mahatma Gandhi cuestionó con valentía a las autoridades británicas que no sabían actuar con firmeza y conciencia.

En 1923 la Liga de las Naciones, el organismo multilateral que antecedió a las Naciones Unidas (ONU) creó una agencia técnica que fijó pautas de control de las epidemias y fue conducida por médicos con experiencia y no por diplomáticos. 

La Organización Mundial de la Salud recién se crearía en 1948. La fiebre amarilla concretó el avance de la salud pública y de la medicina social. Un modelo más justo y equitativo. Se comprendió ya en ese momento que el distanciamiento social era un modo para frenar la peste. Los municipios o estados que habían prohibido reuniones masivas, cerrado teatros, escuelas e iglesias, tuvieron un menor número de muertes.

La gripe española pasó al olvido por la acción de las naciones que solo querían borrar el pasado doloroso. Los libros de Historia la minimizaron. La famosa Enciclopedia Británica ni siquiera la menciona en su revisión de los años más agitados del siglo XX.