San Salvador entre las Maras, Bukele y Human Rights
La pandemia planteó en varios países el tema de liberación transitoria de presos por el peligro de contagio. Cada nación actuó a su manera. En la Argentina la medida generó una intensa polémica.
San Salvador es uno de los rincones de Centroamérica que tuvo mucha actividad en tiempos de la conquista española, apoyado en tierras volcánicas, exportador clásico de café aunque con pocas industrias. Es, desde hace bastante tiempo, uno de los países más violentos del mundo. Allí la respuesta a los encarcelados fue la presión y un castigo más severo.
La organización Human Rights Watch (HRW) intervino y criticó los procedimientos ordenados por el presidente Nayib Bukele, un empresario que en su momento también ejerció el cargo de alcalde de la capital del país.
Pero la acción oficial en las prisiones salvadoreñas es la consecuencia de largos años de lucha contra las Maras, una organización internacional de pandillas criminales. Surgieron entre los inmigrantes de San Salvador en Estados Unidos, en los años 80 y 90 pero después se extendió para congregar a guatemaltecos y hondureños.
Ningún presidente pudo paralizar las acciones de ese grupo, que asolaban el país, hasta que fue elegido Bukele, hijo de un inmigrante árabe.
La Mara Salvatrucha (conocida como MS o MS-13) nació en la ciudad norteamericana de Los Ángeles, donde se formaron pandillas salvajes que peleaban contra otros latinoamericanos y contra la policía para ganar posiciones en el delito, generalmente en el tráfico de drogas.
Los salvadoreños volvieron a su país, distinguidos por sus tatuajes que cubren el cuerpo y la cara y un lenguaje particular: se comunican por señas. No todos pertenecen a la misma banda ni tienen los mismos jefes.
En la mayoría de los casos se trataba de deportados por disposición del FBI norteamericano o la DEA que se encarga de taponar la entrada de droga en Estados Unidos
Los integrantes de las Maras son extremadamente violentos, practican desaforados actos de venganza. No solo presionaron y chantajearon a los tres poderes del Estado en su país de orígen durante muchos años. También fueron contratados por los carteles de droga mexicanos. Éstos los entrenan en el manejo de las armas para que se enfrenten a muerte con otras organizaciones de traficantes.
Otras especialidades de las Maras son la extorsión, la venta de armas y los asesinatos por encargo. Hay discusión sobre la etimología del término Mara. Es posible que provenga de "marabunta", una especie de hormigas voraces que se alimentan de todo lo que encuentran mientras se desplazan de un lugar a otro.
Bukele ordenó a los carceleros cambiar la rutina de los establecimientos. Prohibió el encierro de una misma pandilla en las celdas. Hizo mezclar a distintos grupos de maras que se odiaban, con sus tatuajes distintivos, en una misma celda. Los trataron con una severidad desconocida.
Y publicaron en los diarios del país y en afiches callejeros fotos para advertir a los que todavía estaban en libertad: presos hacinados, rapados, sentados en fila en el suelo, esposados, pegados unos sobre otros. Más un encierro absoluto de 24 horas al día. Precisamente en el mismo tiempo en que las autoridades dispusieron el aislamiento y cuarentena domiciliaria de la población por la pandemia.
El presidente llamó a este procedimiento "estado de emergencia". Pese a todo, en la calles de San Salvador, continuaron los asesinatos al frente de esta organización. El mandatario había hecho de la reducción de homicidios uno de las principales banderas de su administración.
Organizaciones como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos mostraron su inquietud por el estado de emergencia en las cárceles. Según la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador, unir en una misma celda pandillas que se odian ponen "en riesgo los derechos de las personas privadas de libertad".
Las medidas de restricción de movimientos en las prisiones, aseguran, pueden propagar de manera masiva el Covid-19. Pero al mismo tiempo no se puede dejar en libertad a nacidos y criados en el crimen y el odio.
La entidad Human Rights Watch señaló: "Los atroces delitos de los pandilleros no dan carta blanca a El Salvador para vengarse de esa manera". Por su parte, la Corte Suprema prohibió "detenciones arbitrarias" durante la cuarentena. Pero el mandatario le da la espalda.
San Salvador y las actuaciones de su gobierno constituyen un caso de estudio en medio de la aflicción mundial. En un bando están los que dicen que se coarta la libertad. Del otro, los que piden severas sanciones contra las Maras. No hay un punto de equilibrio ni búsqueda de sensatez.