En la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, se realizó la 78º Asamblea Anual de las Naciones Unidas–ONU con la participación de líderes mundiales bajo el lema "Reconstruir la confianza y reactivar la solidaridad mundial: acelerar las acciones dentro de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia la consecución de la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad para todos".

Uno de los temas centrales de la reunión fue repasar y revisar la implementación de la Agenda 2030 y sus 17 ODS Objetivos de Desarrollo Sostenible, con el foco en la paz y seguridad, el desarrollo sostenible, los derechos humanos y la igualdad de género, temas que forman parte de los ODS y que representan las grandes aspiraciones mundiales para lograr un futuro sostenible en todos los países.

La búsqueda del objetivo final del bien común, bienestar general o, en un término más actual, el buen vivir de la ciudadanía como promesa innegociable de la Democracia, tanto en nuestro país como en gran parte del mundo, sigue siendo el faro que debe alumbrar el accionar de los Estados.

La sana y efectiva gestión pública, desde la pro-actividad e innovación, es el mejor instrumento para asegurar aquellos objetivos supremos de la Democracia, en coincidencia con la definición de la CEPAL que expresa: “La gestión pública para el desarrollo implica planificar, movilizar, desplegar, organizar y transformar recursos financieros, humanos, materiales, tecnológicos y metodológicos para proveer, asignar y distribuir bienes y servicios públicos tangibles e intangibles, solucionando problemas o satisfaciendo necesidades, originando resultados significativos para la sociedad y el país, consistentes con los objetivos gubernamentales, en forma eficiente, eficaz y equitativa, creando valor público para la sociedad en su conjunto”.

En este marco de análisis, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son el corazón de la Agenda 2030 y muestran una mirada integral, indivisible y una colaboración internacional renovada, permitiendo a la mayoría de los países del mundo contar con una plataforma y/o agenda para las políticas públicas que permita construir una visión hacia ese futuro sostenible que mencionamos. 

Al mismo tiempo, permiten proporcionar orientación política de alto nivel sobre acciones transformadoras y urgentes que conduzcan hacia el cumplimiento efectivo de dicha agenda mundial, tal como declara la misma convocatoria a la Asamblea Anual de este año.

Sin duda uno de los grandes aportes de la Agenda 2030 fue y sigue siendo que, a través de los 17 ODS, sus 169 metas y 231 indicadores, los países miembros de la ONU, entre ellos Argentina, han expresado la convicción de que la agenda es universal y con un gran impacto transformador, por la que se dejan de lado, o se pretende abandonar, las viejas antinomias mundiales y paradigmas.

Asimismo, en su reciente informe sobre el avance de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, en la mitad del camino ya que se establecieron en 2015, la CEPAL estima que "solo el 25% de las metas sobre las que se cuenta con información muestra un comportamiento que permite prever su cumplimiento en 2030; el 48% de las metas sigue una tendencia correcta, pero insuficiente para alcanzarlas, y el restante 27% exhibe una trayectoria de retroceso. Estos datos ponen de relieve la urgencia de impulsar acciones para retomar el rumbo hacia el cumplimento de los ODS y, en particular, para contrarrestar las tendencias negativas que afectan a algunas metas, fortalecer la marcha de las que van en la dirección correcta pero son insuficientes para alcanzar el objetivo, y garantizar los logros de las metas cuya trayectoria es correcta”.

El análisis vuelve a encender las alertas y pone a los gobiernos del mundo en situación de redoblar sus esfuerzos e incrementar sus acciones para lograr el desafío. Los líderes mundiales, incluidos especialmente los de nuestra región, deben impulsar el compromiso de seguir trabajando para alcanzar los ODS, principalmente desde el enfoque de la cooperación internacional para el logro de los mismos.

Dicho sea de paso, en un mundo híper conectado y globalizado, los individualismos y nacionalismos a ultranza, con la consiguiente cerrazón, parecen ser la moneda corriente del día, con una alta tensión que, y no es novedad, se traduce en un conflicto global latente de dimensiones muy superiores a lo que fueron las dos grandes guerras de la historia de la humanidad.

En síntesis, el progreso en el desarrollo y cumplimiento de los ODS ha sido desigual hasta el momento y, si bien algunos objetivos han avanzado significativamente en muchos países, otros han tenido un estancamiento o incluso retroceso a nivel global como es a todas luces la lucha contra el cambio climático que sigue siendo un gran desafío, y demás situaciones globales como el de reducción de la pobreza extrema que en algunos lugares del mundo disminuyó considerablemente mientras que en otros, por ejemplo en nuestra región, sufrió un gran deterioro. ”Si se mantienen las tendencias actuales, 575 millones de personas seguirán viviendo en la pobreza extrema y solo un tercio de los países habrán reducido a la mitad sus niveles nacionales de pobreza para 2030”, indica la CEPAL.

En tanto, a pesar de la expansión de la protección social durante la crisis del COVID-19, más de 4.000 millones de personas continúan totalmente desprotegidas. "Gran parte de los grupos de población vulnerables del planeta, incluyendo jóvenes y ancianos, siguen sin estar amparados por los programas obligatorios de protección social”, señala el Informe sobre los ODS realizado por la ONU este año. Es decir que el mundo está en camino de alcanzar algunos de dichos objetivos pero necesita de un esfuerzo concentrado, un gran impulso y envión en la recta final para alcanzarlos todos.

En una era donde la descivilizaciónentendida como una pérdida de apego a la norma, una ruptura de los códigos tácitos de respeto ciudadano y cierta naturalización de mecanismos violentos y mafiosos en el entramado social, tal como lo expone el abogado y periodista argentino Luciano Román, parece amenazar la capacidad de resolución de conflictos de muchas sociedades actuales, surge por oposición la premisa transformadora y la capacidad “civilizadora” de la Agenda 2030 que propone que nadie quede rezagado en devenir del desarrollo mundial, precisamente porque contempla “un mundo de respeto universal hacia la igualdad y la no discriminación” entre los países y en el interior de estos. 

Incluso en lo referente a la igualdad, mediante la confirmación de la responsabilidad de respetar, proteger y promover los derechos humanos, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otro tipo, origen nacional o social, propiedad, nacimiento, discapacidad o cualquier otra condición, requiriendo que los Estados miembros, la sociedad civil y el sector privado trabajen juntos para intensificar esfuerzos y alcanzar dichos ODS, ya que solo así podremos garantizar un futuro sostenible para las presentes y nuevas generaciones.