En los Hospitales de la Ciudad de Buenos Aires se implementó un programa para reemplazar los elementos que contengan mercurio, por los riesgos de contaminación del químico. Así los termómetros de mercurio fueron desplazados por digitales. Pero la Auditoría General porteña (AGCBA) detectó que “no se contempló la disposición final de aquellos insumos patrimoniados, ni se tomó ninguna medida para evitar su derrame y posterior contaminación ambiental”.

El informe detalla que en 2005 se adquirieron de forma centralizada “40 mil unidades de termómetros de mercurio”, y que en 2007, un año después de que el programa haya sido instrumentado mediante la firma de la “Carta de Intención de Eliminación de Mercurio en los Efectores de Salud”, se compraron 2 mil digitales.

Gradualmente, dice el organismo de control, fueron reemplazando los aparatos, y los que contenían esta sustancia peligrosa quedaron en guarda en un depósito del Departamento de Bienes en Desuso, sin “estipular las condiciones de procedimiento” y de disposición final.

Según la AGCBA, el Departamento “desconoce la peligrosidad del agente químico” y “no realiza acciones tendientes a priorizar los cuidados para manipularlo y almacenarlo”. Incluso, el responsable del área aseguró que “el sistema de ingreso” de estos elementos “es el mismo que para cualquier otro bien que fuese dado de baja”.

Asimismo, el informe, aprobado este año sobre datos del periodo 2007-2008, afirma que “no se toman las medidas necesarias para evitar roturas” de materiales, lo que traería “aparejado una posible contaminación ambiental”.

Pese a la implementación del programa, la Auditoría pudo verificar que algunos hospitales que recibieron los nuevos termómetros “continúan utilizando los de mercurio”; que los Servicios de Odontología manipulan el químico “sin medidas de precaución”; y que “el sobrante del mercurio es desechado como residuo común en el Hospital Elizalde y por la cloaca en el Argerich”.

Interrumpen pruebas para medir la presencia de contaminantes en personas intoxicadas

Durante el primer período del 2008, las Unidades Centinelas de los únicos dos Hospitales (Elizalde y Argerich) donde se realiza el dosaje de contaminantes, debieron interrumpir los análisis para medir la presencia de sustancias toxicas en el organismo de personas expuestas al plomo, mercurio y acido trasmucónico, por falta de presupuesto.

Estas unidades fueron creadas para monitorear enfermedades hemato-oncológicas asociadas a la contaminación. Específicamente se trabaja sobre la población de la Cuenca Matanza Riachuelo, Villa Inflamable, La Boca y Barracas. El informe advierte, que a partir de varios estudios epidemiológicos, se constató “gran cantidad de niños que presentan niveles altos de tolueno, benceno y plomo en sangre”.

Cabe señalar que los Hospitales que brindaban este servicio son justamente los de referencia para las zonas más afectadas por contaminación ambiental.
 
Equipamiento “obsoleto” y mantenimiento

Para la AGCBA, “la falta de recursos humanos suficiente y adecuado, trae aparejada la imposibilidad de garantizar el mantenimiento e infraestructura en los establecimientos de salud”, a fin de evitar riesgos para la integridad física de las personas que se atienden en los Hospitales porteños.

Frente a la falta de recursos, y pese a que la Auditoría detectó que en la Red de Diagnóstico por Imágenes “el equipamiento es obsoleto” y “tiene aproximadamente 40 años de antigüedad”, en 2006 la residencia en Ingeniería Hospitalaria dejo de ofrecer vacantes. El área se encarga, entre otras cuestiones, de temas como el equipamiento electromédico o instalaciones eléctricas para todos los servicios del propio efector.