El 10 de enero de 2012 el fuego comenzó a crecer en el pabellón D del Hospital Alvarez. Pacientes y empleados tuvieron que abandonar el establecimiento y varios servicios quedaron fuera de funcionamiento por varios meses, como odontología, kinesiología y hemoterapia. Pero, según detectó la Auditoría General de la Ciudad de Bueno Aires (AGCBA), las secuelas de aquel siniestro continúan presentes.

El plan de obras anterior al incendio siguió su rumbo como si nada, “pese a la enorme pérdida de camas por las llamas”, que agravó el panorama de internación. En total, “se arruinaron 83 camas, lo que representa un 27% del total”.  De todas formas el informe aclara que entre los principales motivos de esta carencia, estaba la falta de personal de enfermería y las obras de infraestructura.

Sobre este punto es importante señalar que “los auditores debieron realizar un recuento de las camas ya que los diferentes responsables del hospital le suministraban al equipo datos diferentes entre sí”.  Además, “se alquilaron tráileres para complemento del área asistencial”.

El vacunatorio también funciona en un camión y pese a que fue adecuado para que tenga una sala de espera, “las personas que aguardan para ser atendidas sufren del sol, la lluvia y el viento”.

Como consecuencia del siniestro, el departamento de urgencias tuvo que ser descentralizado, “los consultorios externos y la internación por guardia están separados y no existe área de Terapia Intermedia”. 

Para que se lleven adelante las tareas del primer sector, se instaló un tráiler “al que se accede por medio de escalones, lo que dificulta la entrada de pacientes con dificultad motriz”. Además, “la sala de espera es chica, situación perjudicial principalmente para casos con enfermedades infectocontagiosas”. En el sector de Guardia “hay menos camas, pasaron de ser once a cuatro”.

El incendio también “destruyó la totalidad de las historias clínicas”, de hecho, la gran cantidad de papeles que había en el archivo contribuyó a que crezcan las llamas.

Más allá del fuego

Es preocupante lo sucede en torno a los anestesistas. Cuando el equipo de auditores evaluó el Servicio detectó que en el 32,34% de las cirugías programadas firmaban como responsables de anestesiología jovenes residentes (en nueve oportunidades estudiantes de 4º año y en dos de 1º año). Es decir, que los responsables eran médicos en proceso de formación; y además, no contaban con el apoyo y control de un anestesista profesional.

Hay una disposición vigente que establece que "por la creciente demanda de asistencia de urgencias en hospitales de la Ciudad se tuvo que cambiar el régimen del Sistema de Residencias del Equipo de Salud". Pero en esa modificación se establece que en el caso que intervengan residentes "deben estar supervisados por un profesional médico acreditado" y solo es válido "para quienes estén cursando cuarto o quinto año".

Por otra parte, según el informe de la AGCBA, aprobado en agosto de 2013, “el Departamento de Recursos Humanos no tiene un listado actualizado del personal que trabaja en la institución”. 

La lista de espera para cirugías “es de 30 a 90 días”. Uno de los orígenes de este problema es que “no hay un patrón en la programación, el criterio de selección obedece a causas que no están registradas”. En el informe se detalla que “hasta mayo había una demora máxima de tres meses y después de esa fecha muchas especialidades quirúrgicas optaron por cerrar la incorporación de pacientes”.

En el sector Farmacia, “no se registran en tiempo y forma los movimientos de medicación en los libros de Alcaloides, Estupefacientes ni Psicotrópicos”. El atraso generalizado era de 15 días.