Los trabajadores de la salud a un año de la cuarentena
Los integrantes del sistema sanitario contaron en primera persona la experiencia de atender la emergencia sanitaria durante el 2020. Destacaron la falta de aumentos salariales y licencias, y alertaron sobre los cuidados que deben seguir extremándose y los peligros de la desinformación.
Hace un año, el decreto 297/20 estableció el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en Argentina. Desde El Auditor.info dialogamos con quienes estuvieron durante todo este tiempo en la primera línea de fuego: enfermeros, médicos y trabajadores de la salud que entre miedos, falta de recursos, incertidumbres y salarios bajos, dieron todo de sí para salvar vidas.
¿Cómo fue este año de pandemia desde adentro? Para Christian Acosta, enfermero con casi 20 años de experiencia que actualmente trabaja en el Hospital Ramos Mejía y en PAMI, fue un compromiso permanente desde el minuto cero y aún continua siéndolo. "Es una situación que requiere un gran nivel de atención como no nos sucedió antes. Quienes estamos al frente, a pesar de la gran cantidad de compañeros fallecidos por ejercer su profesión, lo dimos todo al cien por ciento y lo seguimos haciendo. Pero no recibimos un reconocimiento real por parte de los sistemas de salud tanto público como privado”, argumentó.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, al 7 de enero había 419 trabajadores del sistema sanitario fallecidos por COVID-19. Sin embargo, según Alejandro Miranda, presidente de la Asociación de Enfermería de Capital Federal (AECAF), no dieron datos detallados por profesión. "Nosotros hasta el momento llegamos a contar 300 enfermeros muertos por esta nueva enfermedad, pero no sabemos si son más. Fuimos contando los casos que salían en las noticias o en las redes sociales, pero pueden que haya casos sin contar”, señaló.
Cansancio, estrés y falta de reconocimiento
Norma Lezana, presidenta de la Asociación de Profesionales y Técnicos del Hospital Garrahan, alertó sobre el retraso en la actualización de los sueldos de los integrantes del equipo de salud. “Fue el año donde más se rebajó el salario y estuvimos haciendo muchas horas para poder cubrir la falta de compañeros. Durante 2020 no tuvimos aumento y en octubre recibimos un 7% que se lo tragó la inflación”, afirmó. En dicho hospital, realizaron 5 paros el año pasado, lo que para Lezana es “algo impensado para esta institución”.
“Es una paradoja que nos llamen esenciales pero nos corten las vacaciones y nos rebajen como nunca el salario. No hay licencias para padres con chicos a cargo y la obligatoriedad de cubrir el 50% del trabajo presencial hace que muchas trabajadoras dejen hijos solos o al cuidado de abuelos, poniéndolos en riesgo. Además, hay muchas madres que tuvieron que interrumpir la lactancia para cumplir con la presencialidad. Esto genera mucha bronca, cansancio, agotamiento y descontento por falta de reconocimiento”, aseguró Lezana.
Sin vacaciones, sin licencias, sin aumentos de sueldo, los trabajadores de la salud continuaron trabajando a pesar de todo. “Si nunca llegamos a una situación de colapso es por la coordinación del personal sanitario, simplemente por el compromiso de los propios profesionales. Tuvimos sobrecarga porque por momentos los recursos humanos fueron insuficientes por diferentes motivos como aislamiento, personal que era grupo de riesgo, contagiados y además muchos renunciaron por los malos sueldos. Así y todo seguimos poniendo el cuerpo”, resaltó Acosta.
Escasez de recursos
Al comienzo de la pandemia, la falta de algunos recursos de protección sanitaria se hizo presente. Según Acosta, tuvieron que hacer reclamos por diferentes vías por la faltante o por la provisión de materiales de baja calidad. "Esto pasó en todos lados: los productos eran escasos o de dudosa procedencia. Rechazamos alcohol en gel, camisolines y barbijos. Con el tiempo esto mejoró en la medida que el sistema productivo se fue poniendo acorde a la demanda y se comenzó a repartir de manera más efectiva”, amplió.
En primera persona: “Nunca me imaginé vivir una cosa así”
Sandy Paredes, residente de Terapia Intensiva en el Hospital Ramos Mejía, tuvo su debut profesional en pandemia. El contexto apuró los tiempos y a Paredes le tocó entrar antes de lo pensado. “Cuando empezó la pandemia estaba terminando mi primer año de clínica medica y nos solicitaron pasar a servicio antes de la fecha. Fue un cambio muy intenso y grande”.
De residente, pasó a jugar en primera y su panorama cambió completamente: “Teníamos pacientes que se descompensaban e internaciones constantes. Lamentablemente, tuve que acostumbrarme a ver una muerte tras otra y aprendí muchas cosas de golpe que desconocíamos porque estábamos en formación. Fue muy intenso, tanto en lo laboral como en lo emocional”, relató Paredes.
Trabajando en dos terapias intensivas, una de 10 camas y otra de 6 que en el peor momento de la pandemia estaban repletas, Paredes aseguró: "Nunca imaginé vivir algo así y menos haciendo una residencia. Cuando era estudiante, leía situaciones pero no pensé que iba a ser parte de una similar. Sin bien el miedo estuvo presente en un principio porque desconocíamos como manejar el virus, hoy en día estamos más tranquilos y nos sentimos mucho más preparados. Ahora podemos enfrentarlo de otra manera, con más conocimientos y experiencia para poder ayudar si es que hay una segunda ola”.
Grupo de riesgo
Hacerle frente a la pandemia fue duro para todos, pero más aún para quienes les tocaba cuidar a los grupos de riesgo. Entre ellos, las personas con diabetes representaron a nivel mundial el 30% de los fallecidos por COVID. “Aprendimos en el día a día. Conocimos muchos síntomas que no sabíamos al principio y con el correr del tiempo vimos otros fenómenos, como por ejemplo la aparición de diabetes luego de enfermarse de coronavirus en personas que no tenían antecedentes”, resaltó Gabriel Lijteroff, médico Magister en diabetología y director del Comité de Desastres de la Federación Internacional de Diabetes para Sudamérica y Centroamérica.
Entre los problema que se encontraron durante el año de cuarentena, Lijteroff destacó la faltante de medicación: “Tuvimos problemas con la provisión de insulina y los seguimos teniendo. Esto repercutió en la salud tanto física como metal de los pacientes. Muchos se vieron obligados a reducir las dosis para llegar a fin de mes o no aplicarse la cantidad de dosis requerida. Eso es un peligro y me preocupa”.
Reflexiones
A un año de cuarentena, la pandemia habilita reflexiones de distinto tipo. Para Lijteroff, con más de 54 mil muertos en Argentina, aún hay sectores que siguen sosteniendo que no hay que vacunarse o difunden teorías conspirativas. "Sólo hay una cosa real y es que falleció muchísima gente. Necesitamos usar barbijo porque sabemos que es efectivo, igual que las vacunas. Debemos seguir pensando en la medicina basada en la evidencia. Hemos visto gente que murió por ingerir dióxido de cloro. Hay que tener mucha responsabilidad a la hora de comunicar: cada vez que mandamos un mal mensaje, una vida está en riesgo”, reflexionó.
Christian Acosta, también apuntó contra la desinformación y la incertidumbre que genera y agregó: "Existe especulación política desde todos lados para sacar algún tipo de rédito y no se dan cuenta que hay vidas en el medio. Esto nos tiene que enseñar que tenemos que ser más humanos. Espero que de a poco podamos volver a nuestra normalidad, recuperar los trabajos, la economía y el compartir con otros”.