El Centro Cultural Recoleta no controla a su Asociación de Amigos
Según la Auditoría porteña, falta documentación sobre los ingresos que tuvo la Cooperadora en 2008 por publicidad y contribuciones del público, y hay una diferencia de casi $ 100 mil en el rubro gastos. En lugar de planificar compras, el complejo usó la caja chica para los bienes de uso sostenido. Se detectaron falencias en el sistema contra incendios.
Un informe de la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires (AGCBA) indica que el Centro Cultural Recoleta “no ejerce un control adecuado” sobre las actividades que realiza su Asociación de Amigos, una entidad que se conformó en 1991 y acompaña los proyectos del complejo.
El organismo de control señaló, por un lado, que no se encontró documentación que respalde los ingresos registrados durante 2008 por la Cooperadora en concepto de publicidad y contribuciones del público. Por otro lado, hay una “falta de fiabilidad en la información mensual” de la Asociación. Es que los Amigos del Recoleta informaron al Centro que en aquel ejercicio tuvieron gastos por $ 185.226, “mientras que en el balance, para ese rubro (gastos), se consigna la suma de $ 280.592”.
Asimismo, tampoco coinciden los valores expresados en el balance y en los recibos de pago emitidos por la Asociación de Amigos en el rubro “cursos y talleres arancelados”. Según la AGCBA, que aprobó su informe el año pasado, los recibos de la Asociación indican que se percibieron $ 46.828, por ese ítem, pero en el balance figura un ingreso de $ 37.154.
La Auditoría porteña añadió que Asociación de Amigos incurrió en un “incumplimiento del artículo 13 de la ordenanza 35.514” al cogestionar acciones manifestadas mediante la suscripción de convenios y recaudación de actividades que son propias del complejo cultural. La norma en cuestión establece que “la asociación cooperadora no tendrá ninguna injerencia en la organización y funcionamiento del organismo con el que colabora”.
Por otra parte, la AGCBA destaca la “falta de planificación (del Recoleta) en la compra de insumos y servicios, evidenciada en la utilización del régimen de cajas chicas comunes y especiales para la adquisición de bienes de uso sostenido y previsible”. El informe ejemplifica que el Centro Cultural contrató dos veces a la misma empresa de fletes “cuando, por el importe de una de esas operaciones (superior a los $ 30 mil) hubiera correspondido usar los procedimientos de contratación previstos en la Ley de Compras” de la Ciudad.
En cuanto a la seguridad del complejo, ubicado en Junín 1930, los auditores encontraron cinco sistemas diferentes de detección de incendios, “ninguno de los cuales reporta en un puesto que esté vigilado las 24 horas”, y, por las noches, “no permanece personal, lo que dificulta la detección en caso que el sistema se dispare”. Además, hay varios extintores de incendio portátiles “con sus cargas vencidas”, y en al menos la mitad de los nichos contra el fuego “se comprueba la falta de algún elemento que permita su correcto funcionamiento (boquillas, lanza, llave volante o mangueras)”, especifica el trabajo. Hay más: un corto circuito en la Sala Cronopios provocó que varios sensores de incendio del complejo estén “desactivados”. La provisión de agua del Recoleta, en tanto, se realiza mediante un tanque compartido con el Buenos Aires Desing, que tiene en su poder las llaves de corte: “Esto produce una total dependencia del suministro y, ante una eventualidad por decisión unilateral, el Centro puede quedarse sin agua”, advierte la AGCBA. Con este cuadro, el informe completa que “en todo el establecimiento no se pudo comprobar la existencia de un Plan de Evacuación”.
El complejo también tiene instalado un sistema de cámaras de seguridad, “pero no se pudo comprobar quiénes las supervisan o si las imágenes son almacenadas”.
Estar
En el Recoleta funcionan ocho habitaciones, cada una con capacidad para dos personas, que sirven de hospedaje para artistas y visitantes vinculados con la gestión cultural del Gobierno porteño. El servicio se denomina Estar y, en 2008, el valor de las plazas fue de $ 30 la simple y $ 50 la doble. Allí la Auditoría descubrió “discrecionalidad en el precio que se cobra por la estadía”; es que hubo tarifas diferenciales “sin un criterio establecido” (montos diferentes o el uso de monedas extranjeras, por ejemplo); tampoco se encontró documentación que justifique estadías prolongadas, como fue el caso de un huésped que se alojó tres meses consecutivos.
La AGCBA agregó que no hay coincidencias en la recaudación del Estar: mientras que en las carpetas de las habitaciones se declara que en 2008 ingresaron $ 47.995; los ingresos según recibos emitidos por la Asociación de Amigos fueron $ 27.809, y el balance de la misma entidad arroja $ 24.169.
Esta “falta de rigurosidad en la administración de la dependencia” ya había sido observada en otros informes de la Auditoría porteña de los ejercicios 2004 y 2005.