¿Cuándo termina la pandemia originada por el Covid-19? ¿Cuál va a ser el futuro de la Argentina? ¿Van a cambiar los hábitos? Hoy hay más preguntas que certezas. Nuestro país y particularmente la Ciudad de Buenos Aires ya superaron otras epidemias. Para conocerlas y saber cómo fue el después El Auditor.info entrevistó al historiador Eduardo Lazzari quien, además de presidir la Junta de Estudios Históricos del Buen Ayre (JEHBA) y la Fundación Salamone, desarrolla distintas actividades para divulgar el patrimonio histórico y cultural porteño.


- ¿Cuáles fueron las pandemias y epidemias que más afectaron a la Ciudad de Buenos Aires y cómo llegaron?

En Argentina tuvimos episodios de epidemias muy fuertes generalmente vinculadas con la Guerra del Paraguay, entre 1865 y 1870. Fue el hecho histórico que marcó sanitariamente nuestro país por la epidemia de fiebre amarilla, que siempre se la recuerda por ser la causante de que las familias más adineradas abandonaran el sur de la ciudad y se mudaran a los barrios del norte. Fue brutal. En un país que, más o menos, para esa época tenía 1.800.000 habitantes se calcula que murieron cerca de 100 mil personas. En Buenos Aires, que fue el epicentro más grave, falleció el 20% de la población. Fue la epidemia del siglo XIX.

Pero hay que decir que anteriormente hubo una muy fuerte de cólera, que llegó con los soldados enfermos que provenían de campamentos en el medio de la selva. En Corrientes significó la muerte de la mitad de la población y en la Ciudad, aproximadamente el 5%. El cólera de ese momento era mórbido, hacía que las personas en tres días, por vómitos y diarreas, perdieran un tercio de su peso.

En el siglo XX la epidemia más importante fue la de poliomielitis infantil, en 1956, que no tuvo una enorme mortalidad pero fue impactante porque no había cómo pararla.

- Mencionaste que durante la fiebre amarilla la población se iba del sur al norte de Buenos Aires. Sarmiento, presidente en aquel momento, fue uno de los que migró ¿Cómo fue visto su accionar?

Era un comportamiento social bastante razonable irse, casi era la terapia recomendada. Sarmiento fue muy criticado, él se instaló en Mercedes, se fue en tren. El vicepresidente que era Alsina desapareció y por dos meses no se supo dónde estaba. Dalmacio Vélez Sarsfield, que era ministro, se recluyó en su residencia de Almagro, donde hoy está el Hospital Italiano. Solo algunos heroicos filántropos se quedaron en la Ciudad ayudando a los damnificados, como Roque Pérez y Carlos Guido y Spano. Es importante hacer el ejercicio de ubicarse en el tiempo en el que pasaban las cosas, en ese momento no existía una terapéutica.

Después de la epidemia de fiebre amarilla, Argentina desarrolló varios sistemas que todavía hoy disfrutamos como, por ejemplo, el hospitalario de la Ciudad. Todavía existen pabellones en algunos centros de salud, como en el Pirovano, que son los que se hicieron inmediatamente terminada la epidemia. Aun hoy el sistema, con una infraestructura con cierto deterioro y sin la actualización propia de los países modernos, funciona con organicidad.

La fiebre amarilla también fue la que impulsó el sistema de obras sanitarias con cloacas y aguas corrientes. En esa época, salvo en unas 500 casas, Buenos Aires no tenía ningún sistema de agua corriente. Después, a principios del siglo XX, se convirtió en una de las más limpias del mundo, un ejemplo del higienismo.

En general, de estos episodios la humanidad demostró salir mejor que peor. La peste bubónica, por la que en el 1400 murió uno de cada tres europeos, dio lugar al Renacimiento, al Siglo de Oro Español. La humanidad se acomoda, rehabilita su creatividad y pega un salto extraordinario hacia adelante. Confío en que eso pueda pasar ahora.

La humanidad no puede atravesar esto sin un cambio de conciencia, por eso creo que es muy alentador lo que se viene. Nunca sucedió nada parecido en la historia, los gobiernos decidieron sacrificar la economía por la salud de los pueblos.


-Como consecuencia de la fiebre amarilla nació la red hospitalaria de la Ciudad y el cementerio de la Chacharita ¿Qué otras huellas hay en Buenos Aires de estas grandes epidemias?

El primer colapso que se produce en ciudad con estas epidemias es el del sistema sanitario. Los pocos centros de salud que había no dieron abasto por lo que se desarrolló una red de hospitales barriales para atender las emergencias cercanas. El más importante que surge de estas circunstancias fue el de infecciosos que después tomó el nombre de Carlos Muñiz. Se hizo frente al Parque Ameghino que en su momento era el cementerio del Sud que quedó clausurado por la epidemia de fiebre amarilla. En ese parque hay un monumento que recuerda a las víctimas.

También, como gran rastro, tenemos el edificio de aguas corrientes en avenida Córdoba y Riobamba, que con otros dos grandes depósitos permitieron que Buenos Aires tuviera una red de agua potable que aun hoy funciona perfectamente y, a diferencia de otras grandes ciudades del mundo, se puede beber. Quedó tan impreso por la fiebre amarilla el hábito de usar agua potable que los porteños somos los que más utilizamos: 600 litros por día, mientras que en Madrid, en promedio, se usan 150 litros y en París en 300.

También se cerraron todos los cementerios de la ciudad. Además del que estaba en el Parque Ameghino, el de la Recoleta se clausuró dos años y el del Oeste, que es lo que hoy es el parque los Andes, se cerró y se habilitó el nuevo, el de la Chacharita que hoy conocemos.
 

- Por último, te traigo a la actual pandemia. Sos una persona muy ligada a la cultura porteña, de hecho, organizás visitas guiadas al Palacio Barolo. ¿Cómo te imaginas al sector después del coronavirus?

Para que la Fundación Salamone, que presido, pudiera seguir sosteniendo a sus trabajadores organizamos todas las actividades presenciales en un formato online. En las grandes redes hacemos actividades como visitas guiadas a través de fotografías y relatos de personajes. Va a haber un rediseño en la seguridad, así como Cromañón significó una mejora notable en los salones de baile y los teatros, esto va a mejorar las cuestiones de salubridad; habrá un esfuerzo porque los baños de los lugares públicos sean realmente accesibles y creo que los barbijos se van a convertir en una compañía habitual. Así como la peste bubónica terminó generando el Renacimiento, es probable que la cultura se convierta, como a lo largo de la historia, en el catalizador de todas las expectativas positivas de la humanidad. Hay que pensar ideas novedosas, muchas de las actividades que hoy se hacen por la red van a quedar, porque la gente que no tiene la posibilidad de venir a Buenos Aires está disfrutando de cosas que antes no se hacían. Soy optimista también en ese sentido.