Si escuchamos hablar de ardillas, algas o caracoles, posiblemente no sea su peligrosidad el primer atributo que venga a nuestra mente y, si bien es cierto que en general no son directamente peligrosas para los humanos, ¿qué sabemos de los riesgos que algunas especies, de apariencia inofensiva o carismática, implican para nuestros ecosistemas? ¿Se toman las medidas necesarias para controlar y registrar el alcance de este daño?

En línea con estos interrogantes, la Auditoría General de la Nación evaluó al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MAyDS) en su gestión de la Estrategia Nacional de Especies Exóticas Invasoras (EEI).

Las EEI son aquellas que, habiendo sido introducidas al país, ya sea de forma voluntaria o por accidente, fueron capaces de establecer poblaciones, expandiéndose más allá de su sitio inicial, colonizando ambientes naturales o seminaturales, y cuya presencia produce o podría producir impactos sobre la biodiversidad, la economía, la salud y/o los valores culturales.

Para ilustrar rápidamente el alcance del daño que pueden ocasionar: esta clase de animales provocó la extinción del 39% de las especies que han desaparecido en nuestro planeta desde el año 1600.

El informe fue aprobado el 29 de marzo de 2023, audita desde el 1 de enero de 2016 al 31 de julio de 2021 y expone gestiones poco consistentes en pos de la protección de los ecosistemas nacionales.

Pequeñas y perjudiciales

Entre las especies incluidas dentro de la auditoría se encuentran el castor americano, el alga didymo, el caracol gigante africano, la ardilla de vientre rojo y la rana toro. Si bien de estas especies solo el castor sobrepasa en tamaño los 30 centímetros, el alcance de su impacto afecta el suelo, los cursos de agua, la agricultura, la economía y hasta la salud humana.

Por ejemplo, la baba del caracol presenta parásitos que pueden contaminar frutas y verduras, que en el caso de no ser lavadas correctamente, pueden causarnos enfermedades. Por su parte, las ardillas de vientre rojo, que suelen generar gracia y dulzura, representan un impacto económico, en principio, insospechado. Estos tiernos animalitos roen sistemas de riego, cableados, mangueras y todo tipo de instalaciones a su paso, que deben ser arregladas ataque tras ataque.

Si bien de estas especies solo el castor sobrepasa en tamaño los 30 centímetros, el alcance de su impacto afecta el suelo, los cursos de agua, la agricultura, la economía y hasta la salud humana.

El alga didymo, de apariencia inerte, se destaca por alterar las cadenas alimenticias en el ecosistema acuático que invade, ya que modifica la absorción de nutrientes entre especies, generando la disminución de poblaciones autóctonas. Esto, a su vez, afecta la dinámica de ríos y arroyos, perjudicando actividades turísticas y la piscicultura.

Como amenaza de su propio grupo, los anfibios, la rana toro se presenta en el primer lugar a nivel global. Esta especie es capaz de diseminar un hongo, ya que lo porta sin enfermarse, contagiando a otras ranas, y alcanzando niveles de población de hasta el 80% con relación a las nativas infectadas.

Por último, quizás el más simpático (y proporcionalmente dañino), el castor americano provoca severos impactos en los bosques patagónicos, tanto por inundación como por corte de árboles. Las especies nativas vegetales afectadas, como la lenga, demoran unos 200 años en recuperarse. Además, la construcción de sus diques reduce la masa forestal, especialmente la de los “bosques de protección” que acompañan a los ríos, provocando cambios de difícil recuperación.

La rana toro (Lithobates catesbeianus) es originaria de la costa este de los Estados Unidos y fue introducida en Argentina alrededor de los años 80.
La rana toro (Lithobates catesbeianus) es originaria de la costa este de los Estados Unidos y fue introducida en Argentina alrededor de los años 80.

Al mismo tiempo, afecta la producción forestal, ganadera y los servicios que prestan los ecosistemas de turberas, un tipo de humedales, incluyendo la regulación de la provisión de agua, el sustento a la biodiversidad y la retención de carbono.

Muchos daños, poca prevención

A partir de la amenaza que estas especies implican en nuestros ecosistemas, en 2015 se generó la Estrategia Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras, que busca “desarrollar un marco fortalecido de gobernanza en el país que permita la protección efectiva de la biodiversidad contra los impactos de las EEI”.

Para alcanzar este objetivo se fijaron acuerdos, convenios, normativas, capacitaciones y distintas acciones en territorio, que fueron el objeto de revisión del informe antes mencionado. El equipo de auditoría realizó, entre otras tareas, procedimientos de relevamiento y recolección de documentación, realizando entrevistas a funcionarios, identificando y analizando el marco normativo e institucional, la identificación del presupuesto original, vigente y devengado de la Cuenta de Inversión.

Entre los hallazgos, se destaca la insuficiencia de información registrada al respecto de las especies incluidas, la falta de conformación de consejos y comités, que debían llevar adelante tareas y cumplir metas, y el bajo porcentaje de registro de los impactos, de las medidas de prevención, y de la información al respecto de la introducción y dispersión de estas EEI. Tres factores clave a la hora de buscar enmendar y controlar los daños ocasionados.

La AGN detalla el bajo porcentaje de registro de los impactos, de las medidas de prevención, y de la información al respecto de la introducción y dispersión de estas EEI.

Con respecto a los recursos humanos dispuestos en el proyecto, no existió una planificación federal para la capacitación del personal del Poder Judicial y del Ministerio Público sobre las normativas ambientales y sectoriales de las especies invasoras. Estaba establecida la capacitación de 150 personas del Poder Judicial y el Ministerio Público, pero se cumplió parcialmente.

Para chequear las acciones particulares realizadas con algunas de las especies, se evaluaron los proyectos de manera individual, evidenciando que “no fue suficiente el tiempo planificado para la realización de los proyectos piloto”, que tenían como fin desarrollar o validar pautas de manejo del caracol y la rana. En otros casos, el tiempo resultó escaso para medir la efectividad de las estrategias de restauración de la biodiversidad.

Por ejemplo, en el caso del caracol africano, “no se encontró evidencia de la formulación de un plan nacional de erradicación”, mientras que, con respecto al castor americano, si bien durante el desarrollo del piloto las zonas relevadas llegaron a la situación de cero ejemplares, liberando 75.000 ha, y más de 600 km de cursos de agua, al cierre del proyecto, se encontraban repobladas.

La falta de planes o la ausencia de monitoreo y seguimiento afecta de forma directa este tipo de proyectos ya que, lo poco que se registra como hecho es en vano si no se controla y se pierde, debiendo comenzar de nuevo.

El origen del problema

Si bien el foco de estudio actualmente es cómo y qué hacer al respecto de estas especies invasoras, no es menor el dato de que todas fueron introducidas originalmente por el humano.

Persiguiendo la explotación económica, fueron traídas a un ambiente que les es ajeno, y para el que terminaron resultando altamente perjudiciales.

Persiguiendo la explotación económica, fueron traídas a un ambiente que les es ajeno, y para el que terminaron resultando altamente perjudiciales.

La rana toro se introdujo para ser utilizada en la industria alimenticia, pero nunca resultó eficiente a nivel económico, por lo que los ejemplares que “sobraron” fueron liberados al medio natural. El castor fue traído y criado para utilizar sus pieles en indumentaria, pero la población silvestre que se instaló de forma artificial se adaptó rápidamente, reproduciéndose de manera exponencial.

Por su parte, las algas suelen transportarse en embarcaciones que, al no ser revisadas correctamente, ingresan a los puertos, esparciéndose en el nuevo hábitat. Se ha registrado el uso no controlado de los caracoles como carnada por pescadores, también son criados como alimento e incluso traficados como mascotas.

Por último, el caso de la ardilla de vientre rojo, que fue importada con fines exclusivamente ornamentales, es decir, “para adornar”.

Es importante conocer el inicio de estas problemáticas. El uso y explotación de los animales y especies por parte del humano no puede llevarse a cabo sin control ni seguimiento.

La comunicación, la sensibilización pública y la educación son ejes fundamentales para detectar los procesos de invasión incipientes e implementar medidas de control precoz. Pero también para prevenir y alertar el uso desmedido antes de que suceda, evitando el impacto posterior.