COP 27: la humanidad ante el desafío de cooperar o perecer
La 27º Conferencia de las Partes se está desarrollando del 6 al 18 de noviembre en Egipto. Qué diferencia a esta cumbre, que reúne mandatarios de más de 190 países, de sus antecesoras.
La Conferencia de las Partes (COP) es un encuentro anual que reúne a cientos de países, organizaciones regionales y otros actores del ámbito público y privado en torno a la discusión sobre el cambio climático. El origen de la misma se remonta a 1992 en Río de Janeiro, Brasil, donde fue suscripta la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en el marco de la Cumbre de la Tierra. Dicho instrumento fue puesto en vigor en 1994 dando lugar a la primera de las COP, realizada en 1995 en Berlín, Alemania.
Año tras año el mundo espera con atención el desarrollo de estas conferencias en las que se producen importantes debates que permiten alcanzar acuerdos históricos tales como el Protocolo de Kioto de 1997 -en el que se estableció un compromiso para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero- o el Acuerdo de París de 2015 -que tras dos décadas de negociaciones cristalizó el compromiso de los países firmantes por mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC intentando limitarlo a 1,5ºC- .
La de este año tiene características especiales, por desarrollarse en un mundo post-pandémico y afectado por la invasión de Rusia a Ucrania, con todo lo que ello implica en términos geopolíticos y concretamente en materia energética. Además, tiene condimentos particulares dados por el lugar en que ocurre, los auspiciantes que la promueven y la agenda de temas que la atraviesan: la 27º Conferencia de las Partes se está desarrollando del 6 al 18 de noviembre en Egipto.
El país más poblado del mundo árabe es el segundo emisor de CO2 de África, sufre la pobreza hídrica por el uso y abuso indiscriminado del agua, tiene una pésima gestión y tratamiento de los residuos, y un crecimiento demográfico muy por encima de la media. Mientras tanto, el Gobierno prevé la construcción de una megaurbe, a mitad de camino entre El Cairo y Suez, que servirá de nuevo enclave administrativo gubernamental -y cuyo suministro energético trae muchas dudas- y grupos de inversores privados apuestan por grandes desarrollos inmobiliarios como el de la isla de El Warrak, que perjudican a los humildes habitantes que viven de la pesca y la agricultura.
Polémicas en torno a la COP 27
Para colmo de males, el Gobierno dispuso una serie de medidas por las que esta COP se considera la cumbre más vigilada de la historia: situada en Sharm el-Sheij, una ciudad alejada y de difícil acceso, prevé para cualquier tipo de protestas una especie de “corralito” denominado “espacio cívico”. Para llegar hasta el lugar, los manifestantes deberán atravesar estrictos controles de seguridad, someterse a cacheos y videovigilancia permanente, además de instalar una app con geolocalización. Ya en los meses previos a la COP hubo varios episodios en los que científicos y miembros de organizaciones ambientales fueron encarcelados. Incluso un informe de Human Rights Watch denunció que el Gobierno de Egipto socava el activismo medioambiental, obstaculizando la tarea de grupos ecologistas por medio de la intimidación y la persecución.
Otra polémica que marcó el desarrollo de esta COP fue la del auspicio de Coca Cola: la marca ocupa por cuarto año consecutivo el primer puesto en el ranking de empresas que más plástico generan en el mundo, con una producción de más de 120.000 millones de botellas fabricadas con combustibles fósiles, según el informe Brand Audit 2021 Report, elaborado por Break Free From Plastic. Paradójicamente la compañía productora de bebidas es el principal sponsor de la COP 27, en una clara maniobra de greenwashing.
Pero más allá de estas cuestiones, esta conferencia tuvo grandes llamados de atención sobre la crisis climática como el caso de los SIDS o “pequeños estados insulares”, que fue puesto sobre la mesa de debate con un reclamo desesperado de Kausea Natano, primer ministro de Tuvalu. Esta pequeña isla situada en el Océano Pacífico está desapareciendo bajo el agua mientras sus habitantes se debaten entre morir ahogados o huir hacia otros países vecinos como refugiados climáticos. Con una puesta en escena tan creativa como dramática, la intervención del país en la cumbre climática realizada en Glasgow fue a través de una videoconferencia que mostraba a su ministro de Asuntos Exteriores, Simon Kofe, hablando a las cámaras con el agua por la cintura, para alertar sobre el aumento del nivel del mar y las terribles consecuencias que esto puede acarrear para su población. Para esta COP, el primer ministro suscribió una carta desgarradora en la que aboga por un tratado de no proliferación de combustibles fósiles mientras explica al mundo entero: “Mi país se está hundiendo”.
Contra la deforestación
Como un importante aporte al futuro de la humanidad podemos mencionar el acuerdo suscripto por un centenar de países para frenar la deforestación hacia 2030, el cual contó con el impulso del flamante presidente brasileño Lula Da Silva, que llegó a Egipto con la promesa de “salvar el Amazonas” y el lanzamiento del MARS o Sistema de Alerta y Respuesta de Metano, una herramienta que permite tener un registro en tiempo real de las emisiones de este gas responsable de casi un 30% del calentamiento global y, a la vez, llamar la atención a los países y empresas que sobrepasen los límites de emisiones establecidos. En este caso, la iniciativa tuvo el impulso del presidente norteamericano Joe Biden, quien intenta contrarrestar con acciones concretas la actitud que tuvo su predecesor Donald Trump, conocido negacionista del cambio climático.
Hacia el final de la cumbre las expectativas están puestas sobre las principales potencias mundiales que -tras diez años de haber puesto su firma- siguen adeudando el cumplimiento total del compromiso de financiar a los países más pobres con 100.000 millones de dólares anuales para afrontar la crisis climática, a la vez que realizan maniobras para alejarse cada vez más de los compromisos alcanzados en el Acuerdo de París. Sin embargo, tal como dijo el secretario General de la ONU en su discurso ante la Conferencia de este año: “una cosa es cierta: los que se dan por vencidos están seguros de perder. Entonces, peleemos juntos y ganemos”.