Democracia argentina: 40 años de logros, dificultades y deudas pendientes
Cada 30 de Octubre se celebra el Día de la Recuperación de la Democracia. Este 2023 Argentina cumple 40 años de que el Dr. Raúl Alfonsín fue elegido presidente tras siete años y siete meses de dictadura militar. En muchos aspectos aquella fecha marcó un antes y un después en la historia reciente argentina y su sistema político y, por tanto, representa un hito histórico que merece ser celebrado, pero que también obliga a reflexionar sobre los desafíos que aún quedan por delante para nuestra joven República.
En estos 40 años el país ha logrado avances significativos en materia de derechos políticos, libertades civiles e individuales, retomando el ejercicio de las instituciones, la participación ciudadana y consolidando el sistema democrático fundamentalmente a partir de la sanción de leyes fundamentales que han permitido en cuatro décadas fortalecer la vida institucional de país, no exenta de tensiones, avances y retrocesos que, como hemos señalado en diferentes oportunidades, son propias de un proceso de construcción de la vida política y social con muchos desafíos por delante.
Las fechas que recordamos relacionadas a este gran momento de la historia argentina, y que transcurrimos al mismo tiempo de un año electoral en que definimos el destino de los próximos años de nuestra Nación, son parte de una serie de efemérides históricas, entendidas como acontecimientos destacados y que se recuerdan como parte de la memoria colectiva de un pueblo, que tienen el rol fundamental de poner en valor, repensar y resignificar hechos de importancia para la vida en sociedad y que están relacionadas a temas transcendentales e imperecederos tales como la libertad, independencia, democracia, conquista de derechos, pluralidad, participación, inclusión, educación, institucionalidad, medio ambiente, desarrollo sostenible, que permiten pensarnos como parte de un país con un destino común a partir de momentos históricos que han constituido hitos relevantes de esa construcción colectiva.
No es ninguna novedad que la democracia argentina ha enfrentado dificultades y desafíos, muchos irresueltos que marcan un dolor social de gran trascendencia y que tienen en la pobreza su peor cara, sin duda la desigualdad social, que sigue siendo un problema estructural en el país y la exclusión que afectan a millones de argentinos, terminan siendo la gran contracara que, en entre otra muchas variables, limitan significativamente el ejercicio pleno de la ciudadanía.
Asimismo el desafío de Argentina de contar con un Estado efectivo, sólido y fuerte, cuya consolidación tarda en concretarse, que cumpla con su función principal de asegurar el bienestar general, el bien común y el buen vivir de los habitantes, a partir de su función indelegable de asegurar los servicios esenciales que permitan el desarrollo sostenible no sólo de Argentina sino también de nuestra región, a partir de un lugar de liderazgo que el país supo tener y que es necesario para el equilibrio del continente que vuelva a recuperar a partir de los valores de educación pública y universal, paz y justicia social que marcaron nuestro devenir histórico.
Sin duda otro de los grandes desafíos de nuestra corta historia democrática ininterrumpida es la polarización política, que se ha profundizado en los últimos años y que atenta contra el diálogo político y la convivencia institucional que den lugar a los grandes acuerdos y consensos en políticas de estado que el país necesita. Esta polarización, que desacertadamente en muchos momentos es llevada al extremo tensando la cuerda más allá de los posible y necesario, que en alguna medida puede poner en riesgo la estabilidad democrática.
Finalmente, la corrupción es otro problema casi endémico que afecta a la democracia argentina. Hay un consenso internacional expresado en la Carta Iberoamericana de Ética e Integridad en la Función Pública del CLAD sobre “la preocupación por la corrupción y sus dañinos efectos para el desarrollo y la convivencia se ha expandido por todo el mundo -incluso a punto tal que - numerosos documentos internacionales y rigurosos estudios académicos la consideran como la más dañina enfermedad política de nuestra era” (CLAD, 2018). La evidencia actual nos muestra que la corrupción erosiona la confianza de los ciudadanos en las instituciones, produce gran incertidumbre y desazón, quita recursos al desarrollo, limita y recorta la tarea del Estado e incluso puede llegar a generar gran inestabilidad política.
En conclusión, los 40 años de democracia argentina son un motivo de celebración, aún y sobre todo, en este difícil contexto del país. También de profunda y seria reflexión. El país ha logrado avances significativos, pero aún quedan desafíos pendientes. En síntesis, para consolidar la democracia y construir una sociedad más justa e inclusiva, es necesario hacer frente a estos grandes desafíos y deudas pendientes tales como la desigualdad social, que afecta a millones de argentinos, la polarización política, que dificulta el diálogo y consenso político y social, y por último la corrupción, que erosiona el sistema democrático republicano y la confianza de los ciudadanos en las instituciones.
Para superar estos desafíos es necesario trabajar con compromiso y acción en ejes fundamentales como promover la inclusión y equilibrio social, lo cual requiere políticas públicas que garanticen el acceso a la educación, la salud, la vivienda y el trabajo, entre otros derechos fundamentales; reducir la polarización política. Esto requiere fomentar el diálogo y el consenso entre las diferentes fuerzas políticas y principales actores sociales a partir de objetivos estratégicos comunes que aseguren el desarrollo sostenible a mediano y largo plazo, y finalmente combatir la corrupción: a partir del acuerdo político institucional de fortalecer las instituciones y garantizar la transparencia en las decisiones públicas, los actos de gobierno y el manejo de los recursos públicos, teniendo presente que la democracia es un bien preciado que debe ser defendido y fortalecido por toda la sociedad. Así con trabajo y compromiso, Argentina puede construir una democracia más justa, inclusiva y participativa y convertirse definitivamente en el país que nuestros fundadores soñaron.